Quien se lo iba a decir al fugadísimo. Tanto aspaviento para que, al final, te tachen de autonomista sometido a la ley española. Porque eso es lo que le han dicho los alegres muchachos de las CUP.
Nosotros no estamos por el simbolismo
Se veía venir que la reunión del sábado no iba a ser tan plácida como de costumbre. Las CUP nos tienen acostumbrados a practicar el seguidismo convergente – recuerden aquella asamblea que acabó mitad por mitad de votos -, pero, en esta ocasión, han decidido darle una soberanista patada en todo el candidato a Carles Puigdemont, el novio ideal de cualquier señora convergente con hija casadera.
Que se cocía un potaje agrio e indigesto para la neo convergencia ya se vio venir el otro día en el Parlament, con la intervención de su portavoz, que dejaba claro lo que había que hacer: tirar adelante con el golpe de estado separatista. La diatriba no sentó demasiado bien a los de Puigdemont, que han enfriado mucho sus simpatías hacia los que ellos llamaban condescendientemente aquests xicots eixalabrats, esos alocados muchachos. Atrás quedaron aquellos tiernísimos abrazos que se daban Artur Mas y David Fernández, aquel amor, aquella infinita comprensión, aquel ir todos a una porque el país se lo merece y tal. Ahora, los abertzales catalanes reclaman el cumplimiento de lo que se les había prometido: república, tribunales populares y guillotina.
Ustedes me dirán que había que ser o muy cándido o muy cínico para esperar tales cosas de los herederos del pujolismo del tres por ciento, el regate corto y la negociación de mercader de alfombras en un zoco magrebí. Les diré que eso de tener sueldazos de infarto también debió influir algo en esos faros de la revolución.
Si algo está claro en Cataluña es que hoy dicen Digo y mañana dicen Diego, y si es delante de un juez, ya ni les cuento"
Sea como fuere, el consejo político cupaire ha dicho que nones a la propuesta de Puigdemont acerca de que se vote en su lugar al encarcelado Jordi Sánchez. No, no es que lo consideren un blandengue, porque el caballero en cuestión ofrece un perfil de barricada y tentetieso que, lógicamente, no puede desagradar a los que dirigen los Comités de Defensa de la República. Recordemos que Sánchez tiene un historial de cuando estaba en la Crida que abarca desde justificar a ETA por su criminal atentado en el Hipercor de Barcelona a sabotear Correos, pasando por su anuencia con Arnaldo Otegui, sus actos contra la flota de los EEUU en el puerto barcelonés o, más recientemente, su papel en el asedio de la Conselleria de economía.
A las CUP no les gusta Sánchez porque siempre se mostró muy crítico con ellos. Es de la cuerda convergente, sección dura. Así las cosas, los cupaires han decidido que votarán en contra de Sánchez y no se hable más. Bueno, eso es mucho decir, porque si algo está claro en Cataluña es que hoy dicen Digo y mañana dicen Diego, y si es delante de un juez, ya ni les cuento. Eso deja al niño bruselense con, y perdonen, su rosado y magnífico culo al aire, un aire frío que puede dejárselo congelado, con lo que conlleva de previsibles resfriados.
Les faltan votos
Evidentemente, tras la rueda de prensa que el diputado de las CUP Vidal y Aragonés ha dado, todo el mundo ha sacado la calculadora. O Puigdemont y el inefable ex conseller de sanidad, es un decir, Toni Comín, renuncian a su escaño para poder investir a Sánchez por mayoría simple en segunda votación o no salen las cuentas, porque Junts per Catalunya y Esquerra solamente suman 64 escaños, habida cuenta que los dos fugados no estarán presentes en la sesión.
Caso de que renunciasen, que ya es mucho presumir, si no se reemprende el camino de la república, aquel camino, camino verde que va a la ermita de Estremera, los cupaires tampoco apoyarían. No a Sánchez de todas, todas. Vidal ha señalado que, si en su día no dieron apoyo a Mas, cosa que el ex President tiene clavadita en su corazón, tampoco lo van a hacer ahora cediendo al chantaje de los neo convergentes. Vamos, que se han puesto farrucos. “Si hay alguien que tenga en su programa político el marco autonómico o la legalidad española, que se olvide de las CUP”, ha sentenciado esa moderna encarnación de Robespierre. Leyendo entre líneas, cosa común en la política de esta tierra, vamos derechitos a unas nuevas elecciones.
Si la frágil coalición de partidos separatistas está dividida entre JxC y Esquerra, y le añadimos la defección cupaire, poca cosa más hay que decir salvo aquel “A jugaaar” de nuevo y que salga el sol por Antequera. Todo eso conllevaría, por descontado, a que el 155 siguiera en vigor al no haber un nuevo gobierno catalán. Que eso sea lo que más temen los actores económicos les importa un huevo de avestruz. Aquí lo que realmente cuenta es seguir en su delirio, continuar viviendo del cuento y, lo más repugnante, no quedar mal ante de las hordas que han encendido con discursos llenos de mentiras y quimeras imposibles.
A las CUP poco o nada les importa el parlamentarismo porque, digámoslo de una vez, ni son demócratas ni creen en la democracia"
Las CUP poco o nada tienen que perder después del hostión monumental que se pegaron en las elecciones del pasado diciembre. Ni siquiera pueden cantar aquello de cinco lobitos tiene la loba, porque se quedaron con cuatro diputados. Asimismo, su campo de acción está en la calle, en la provocación, en romper la paz social. Poco o nada les importa el parlamentarismo porque, digámoslo de una vez, ni son demócratas ni creen en la democracia. A los que todo este fenomenal quilombo debe tener acojonados es a Esquerra, que ya se veían gobernando una autonomía, continuando con la milonga de que en el futuro seremos independientes; no digamos ya a los neo convergentes, que siguen empecinados en derogar la ley de la gravedad, la de Boyle Mariotte, la escala de Richter, el principio de incertidumbre de Heisenberg y, si a mano viene, las tres leyes de la termodinámica.
Estos lo pueden perder todo, bueno, todo lo que les queda después de jugárselo todo a una carta marcada, tramposa y ful. Qué caso tan singular y estrambótico para que los futuros historiadores puedan estudiarlo. Con un partido hegemónico en Cataluña, convergencia, que ha hecho lo que le ha dado la gana en esta tierra, así como en el conjunto de España durante cuarenta años, Mas decidió un día pegarse un tiro en su pie, acabando por perder escaños, afiliados, llegando a la disolución de su propia formación, con la Generalitat intervenida, el Govern procesado, en la cárcel o fugado de la justicia, sin aliados sólidos, matándose entre los separatistas y, como decía el bolero, sin rumbo y en el lodo. Tremendo. O no.
¿No será irrisorio hablar de que si las CUP esto o Puigdemont lo otro mientras nos están esquilmando? "
Porque una vocecita interior me dice, una vocecita malévola y perversa, que quizás todo esto era para que se hablase mucho del problema separatista y poco o nada de la corrupción convergente, para que el estruendo mediático tapase, así como quien no quiere la cosa, las corruptelas socialistas y populares, que tampoco son mancas. La vocecita susurra insidiosa que, en la transición, a lo mejor, solo a lo mejor, las autonomías se crearon para tenernos enfrentados a los españoles unos contra otros y dejar en paz a los grandes capitales, a los banqueros buitres, a los agiotistas de siempre. Insiste, la cabrona, recordándome que el mundo está regido por poderosas corporaciones de las que apenas sabemos nada, por sociedades que actúan en la sombra, tejiendo y destejiendo en su horripilante telar los destinos de pueblos y personas.
Claro está que en la Bruselas puigdemónica la Gran Logia de Bélgica tiene un poder casi omnímodo, y en la Suiza gabrielista corta el bacalao desde siempre la Gran Logia Alpina, que cuenta entre sus afiliados a un selecto puñado de políticos y financieros españoles. Catalanes incluidos, claro. Con no pocos ex Consellers de peso entre ellos. Y digo yo ¿no será irrisorio hablar de que si las CUP esto o Puigdemont lo otro mientras nos están esquilmando? ¿Habrá que explicar alguna vez las andanzas de cierta logia tapada que se reunía hasta no hace mucho en Girona, en dependencias propiedad del municipio?
Quizás así entenderíamos mejor que… pero no, no puede ser. No me hagan caso. Debe ser cosa de la edad. De la mía. La de ellos suele ser siete años y más, la de aquellos que han obtenido el grado de maestro masón en el Rito Escocés Antiguo y Aceptado.
Miquel Giménez