Opinión

Actitudes y expectativas: monarquía y Cataluña

Pedro se siente invitado en el paraíso mientras Pablo se considera expulsado del jardín de las delicias complutenses y de las tuercas televisivas donde ni mandaba a necios ni obedecía a pícaros

  • El rey Juan Carlos se vio con Corinna tras enviarle esta una carta a Felipe VI hablándole de las cuentas en Suiza

Sostiene Pereira que las actitudes se configuran en función de las expectativas y que de este principio de psicología social puede extraerse un doble corolario. El primero, permite remontarnos río arriba de las actitudes observadas hasta las expectativas de las que traen causa. El segundo, en sentido contrario, anticipa las actitudes que es previsible afloren a partir de las expectativas más firmes que hayan sido detectadas. De ahí que sea tendencia acudir en socorro del vencedor o precipitarse a desertar de aquellas causas para las que se pronostican derrotas. En todo caso, cada uno tiene experimentado que indisponerse con el poder suma desventajas hasta que llega el momento de sustituirlo y además coincidimos con el poeta Miguel Hernández que “ver y oír a un triste enfada cuando se viene y va de la alegría”.

Últimos viajeros llegados de la Moncloa cuentan que ya no son dos -Pedro Sánchez e Iván Redondo- sino tres porque el secretario general de la presidencia del Gobierno Félix Bolaños se ha ganado la plaza de interlocutor para ser oído, aportar criterios y recibir misiones y encomiendas directas de quien ocupa el puente de mando. Cuentan también el contraste entre Pedro Sánchez para quien cada día como Presidente es un gozo disfrutado y Pablo Manuel Iglesias que se siente abrumado por las limitaciones del cargo de vicepresidente y presa de las añoranzas de pasadas libertades personales, recortadas ahora por el permanente escrutinio público a que está sometido y por los protocolos de seguridad a que debe atenerse. Pedro se siente invitado en el paraíso mientras Pablo se considera expulsado del jardín de las delicias complutenses y de las tuercas televisivas donde ni mandaba a necios ni obedecía a pícaros como propugnaba el gran Arturo Soria y Espinosa en su libro Labrador del aire editado por Turner.

Fuera de los jardines del poder, donde se solaza la casta, la gente de a pie fija su atención en el lenguaje y los ademanes de quienes ocupan los balcones encumbrados y saca sus propias conclusiones, que procede a exteriorizar o esconder según considere que las condiciones medioambientales incitan uno u otro comportamiento. Dos ejemplos recientes -la causa de la monarquía y la de la independencia de Cataluña- pueden brindar esclarecimientos de cuanto en estas líneas se viene diciendo. Nada nuevo se ha sabido sobre los supuestos incumplimientos fiscales del rey emérito, pendientes de examen por la fiscalía. Pero la información sobrevenida en los últimos meses ha multiplicado su capacidad de impacto con la técnica de ser suministrada en modo fraccionario y aguzando sus aristas más odiosas.

En cuanto al Gobierno, que ha visto formarse la tormenta ante sus ojos, puede llegar a pensar que le corresponde  encogerse de hombros para decir: vean que el pueblo lo quiere

Recordemos que así fue también cuando el caso de las tarjetas black de Caja Madrid. La indignación rampante procedía entonces de que hubieran sido usadas para el pago de la brillantina, el champú, las copas de noches cabareteras o los masajes tailandeses en saunas de postín, mientras que el importe millonario que sumaban los fraudes pasaba a ser irrelevante. Ahora, lo nuevo ha sido tanto la avalancha periodística y política como su ferocidad. El adagio latino reza que corruptio optima pessima. Sabemos también por la ley de Weber y Fechner que los estímulos deben crecer en progresión geométrica para que las sensaciones lo hagan en progresión aritmética y que en aras de captar la atención -el recurso más escaso y disputado- el atractivo es mayor cuando las corrupciones afectan al sacro colegio cardenalicio que si afloran entre los braceros recolectores de fruta en Lleida, degradados por el estado de necesidad en que sobreviven.

A esta ley de Weber y Fechner se sobrepone el efecto manada que opera sobre políticos y periodistas, los cuales -una vez que han percibido la apertura de la veda de caza mayor, viendo la noche clara y el caminito andador- se lanzan por el boulevard del delenda est monarchia para no quedarse atrás, porque nadie quiere ser el último. Recuérdese la novela de Manuel Rivas La lengua de las mariposas y la manera súbita en que se contagia la vileza entre personas como aquellos escolares que hubieran parecido a salvo. En el caso de la independencia de Cataluña sucede también que cuando se instala la idea de su inevitabilidad sin que nadie investido de poder político ofrezca réplica alguna, cunde el propósito de no quedar desenganchado y se forma la avalancha de adhesiones a la causa. En cuanto al Gobierno, que ha visto formarse la tormenta ante sus ojos, puede llegar a pensar que le corresponde  encogerse de hombros para decir: vean que el pueblo lo quiere.

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