Opinión

Operación Twitter

No hay ideas prohibidas, pero sí palabras prohibidas, también hay turbas organizadas que hacen imposible la convivencia en esa red social

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Elon Musk sorprendió a todo el mundo el pasado lunes por la mañana cuando anunció que tenía ya listos y en la mano 46.500 millones de dólares necesarios para comprar Twitter. Los primeros sorprendidos fueron los directivos de la empresa y el resto de los accionistas. Una semana antes les había hecho una oferta que muchos consideraron fantasiosa. La acción de Twitter no pasaba por sus mejores momentos. A 1 de abril, antes de que empezase todo esto, cotizaba a 39 dólares. Repuntó con fuerza a raíz de la compra por parte de Musk del 9,2% de las acciones el día 4. Subió hasta los 50 dólares en un par de días y luego volvió a caer hasta los 45 para quedarse ahí hasta que Musk hace una semana dijo que estaba dispuesto a pagar 54 dólares con 20 centavos por acción. Todo un regalo para los accionistas. Habida cuenta de que otras tecnológicas están en plena caída, como Meta, la matriz de FB e Instagram, que desde principios de febrero ha perdido el 40% de su valor, no parecía mala oferta la de Musk. Aquello era un regalo inesperado.

El problema era de dónde iba a sacar Elon Musk esa cantidad tan grande de dinero para comprar el 90% de las acciones de Twitter. El consejo de administración no lo veía claro y los accionistas tampoco. Los representantes de Twitter comenzaron a hacer preguntas al equipo de Musk sobre cómo pretendía pagar aquello. Al parecer, según contaba el pasado fin de semana el Wall Street Journal, Bret Taylor, presidente del consejo de administración de Twitter, habló personalmente con Musk el sábado y le dijo que reuniría al consejo de forma extraordinaria para discutir si aceptaban o no la oferta de compra.

En principio se esperaba que Twitter rechazase esa oferta ya que estaba muy por debajo de los casi 80 dólares que llegó a cotizar la acción de Twitter en febrero del año pasado. Pero, y ahí saltó la sorpresa, cuando Taylor y Musk volvieron a hablar el domingo, el Consejo de Administración de Twitter había votado a favor de negociar con Musk y cerrar un trato que se cifraba en unos 44.000 millones de dólares. Esto fue lo que se anunció el lunes sorprendiendo a todo el mundo, empezando por los propios analistas, que no creían que al final Musk se pudiese hacer con la empresa.

Anuncia planes en origen increíbles como fabricar vehículos eléctricos en serie o enviar viajes tripulados a Marte, y luego se las apaña para sacarlos adelante

Lo cierto es que la operación de compra ha estado muy bien pensada, Musk ha llevado la iniciativa en todo momento mediante su técnica habitual de decir algo que a todo el mundo le parece exagerado dando pábulo así a las cábalas por parte de los periodistas. La semana pasada, cuando hizo pública su oferta muchos pensaron que bromeaba, que lo hacía por dar que hablar y entretenerse provocando. Si nos paramos un momento y miramos su trayectoria empresarial, Musk casi siempre actúa de la misma manera. Anuncia planes en origen increíbles como fabricar vehículos eléctricos en serie o enviar viajes tripulados a Marte, y luego se las apaña para sacarlos adelante.

La operación de compra de Twitter arrancó el 4 de abril cuando Musk reveló que se había hecho participación del 9.2% de las acciones de la empresa, lo que le convertía en su mayor accionista. Al día siguiente la compañía anunció que Musk se uniría a su Consejo. Las dos partes ya habían discutido esa posibilidad, y en Twitter esperaban que subiéndole al barco podrían controlarle mejor e impedir que, en el caso de que desease incrementar su participación, no pudiera superar el 15% de las acciones.

Musk no se avino al arreglo. Se quedaría fuera del consejo para tener más libertad. Entretanto, en privado, planificó con cuidado su siguiente movimiento: una oferta pública de adquisición en toda regla. Hizo pública esta oferta el 14 de abril. “He hecho una oferta”, tuiteó, junto con un enlace a una presentación de la oferta para el regulador. Una vez que sus asesores determinaron que la oferta debía incluir una prima de aproximadamente el 40 % sobre el precio de las acciones, se decidió por 54 dólares con 20 centavos por acción. Lo de los 20 centavos al parecer era una humorada de Musk, el 20 de abril es el día del cannabis y a Musk le gusta echarse un porrito de vez en cuando.

En 2018 tuiteó que tenía "fondos asegurados" para quedarse con Tesla a 420 dólares por acción e hizo otra broma sobre la marihuana. La cosa quedó ahí

La oferta no decía nada sobre cómo planeaba pagarlo, lo cual no es poca cosa, incluso para Musk, ya que la mayor parte de su fortuna está inmovilizada en acciones de Tesla y en participaciones en sus otras compañías. Era parte de un plan poco ortodoxo ideado por su equipo para lograr que Twitter y el mercado desecharan su oferta al principio, lo que les daría una ventaja en las negociaciones posteriores. En Wall Street no se lo tomaron en serio porque había un precedente. En 2018 tuiteó que tenía "fondos asegurados" para quedarse con Tesla a 420 dólares por acción e hizo otra broma sobre la marihuana. La cosa quedó ahí y le tocó pagar una multa al regulador por interferir en el mercado.

El punto de inflexión se produjo el jueves 21 de abril, cuando Musk dijo que tenía el dinero con bancos de primer nivel como Morgan Stanley, Barclays y Bank of America de por medio. La fortuna personal de Musk daba credibilidad adicional a la oferta y neutralizaba las posibles críticas del consejo de administración de Twitter. La oferta era firme, había dinero y se estaba ya realizando la diligencia ante el regulador. Los principales accionistas empezaron a revolverse en la butaca del consejo.

En una serie de llamadas el viernes, Musk presentó la oferta a los principales accionistas y ahí fue cuando advirtió que el consejo de administración estaba cambiando de opinión. En esas horas cruciales habían encargado una valoración independiente de la empresa que les indicó que la oferta de Musk era buena, que la acción estaba muy por debajo de eso y que difícilmente iba a repuntar. Quedaba por ver si aparecía algún competidor. En el pasado otras tecnológicas cortejaron a Twitter, pero ninguna se decidió por miedo a verse envueltas en un caso de monopolio que frustrase la operación.

Sin competidores de por medio que elevasen la puja y con los grandes accionistas propensos a dejarse querer, Musk agarraba ya con fuerza el mango de la sartén. Fue entonces cuando habló con Bret Taylor y le dijo que esa era la oferta definitiva y que si el consejo de administración la rechazaba iría directamente a los accionistas uno a uno. Taylor dio su brazo a torcer, reunió al consejo el domingo y éste aceptó la oferta. Unas horas más tarde estaba la noticia en todos los periódicos.

Lo va a pagar una parte con dinero en efectivo y la otra parte con un préstamo directo de varios bancos como Morgan Stanley, Bank of América o Barclays más otro préstamo contra sus acciones de Tesla

El lunes el director general de Twitter, Parag Agrawal, reunió a los empleados y les anunció que no había despidos planeados mientras él estuviese al frente de la empresa. No podía dar más garantías porque, una vez Musk se haya hecho con el control de la empresa, quizá el primer despedido es el propio Agrawal, que lleva en el cargo sólo unos meses, desde noviembre del año pasado, aunque es un hombre de la casa que entró en Twitter hace once años.

Ahora que lo ha conseguido se enfrenta a un nuevo desafío: ¿cómo va a desembolsar ese dineral? Estamos hablando de 46.500 millones, que es lo que le va a costar toda la operación. Bien, según ha informado el propio Musk lo va a pagar una parte con dinero en efectivo y la otra parte con un préstamo directo de varios bancos como Morgan Stanley, Bank of América o Barclays más otro préstamo contra sus acciones de Tesla en el que entrarán también varios bancos. Esto significa que tendrá que vender acciones de Tesla que, por cierto, están cotizando por las nubes, en torno a los 1.000 dólares por título, muy cerca del máximo de 1.200 dólares que alcanzó en noviembre del año pasado. Musk posee el 23% de las acciones de Tesla. El siguiente accionista es Vanguard con un 5,9% seguido de Blackrock con un 5,1%. Resumiendo, que tiene acceso a mucho dinero de forma bastante rápida porque en el mercado llevan meses peleándose por hacerse con Teslas.

Twitter no es precisamente Tesla. Es una empresa no muy bien explotada. Su facturación anual ha ido creciendo en los últimos años y ahora ronda los 5.000 millones de dólares, pero sus ganancias netas, es decir, su beneficio final, es pequeño o incluso registra pérdidas en algunos trimestres. Tiene 7.500 empleados en todo el mundo, que quizá son demasiados si lo comparamos con Pinterest, una red social que tiene un número similar de usuarios. Este de los usuarios es uno de los problemas recurrentes de Twitter desde hace siete años. La red alcanzó los 300 millones de usuarios activos al mes en el primer trimestre de 2015. Desde entonces se ha mantenido ahí, entre los 300 y los 330 millones de usuarios. Es francamente poco si lo comparamos con los casi 3.000 millones de usuarios de Facebook, los 2.500 millones de usuarios de YouTube, los 1.500 millones de usuarios de Instagram, los 1.000 millones de TikTok o los 600 millones de Snapchat.

A partir de aquí desconocemos lo que pasará con Twitter. Una sola persona dispondrá lo que haga la empresa en función de sus intereses. Musk ha dicho que no le importa si la empresa gana más o menos dinero, que lo que él pretende es mejorar el producto cambiando las políticas de moderación de contenido e introduciendo algunas novedades como un sistema de cuentas de pago con una serie de privilegios incorporados. Esto ya está dando lugar a un acalorado debate sobre los límites de la libertad de expresión y cómo esta puede sobrevivir a la propaganda y la desinformación.

Las quejas por la arbitrariedad en las suspensiones de cuentas son habituales. En Twitter no hay ideas prohibidas, pero sí palabras prohibidas, también hay turbas organizadas que hacen imposible la convivencia en esa red social. Por último, hay millones de bots que, aparte de falsear el número real de usuarios, sirven intereses muy concretos y, a menudo, muy poco recomendables. Twitter, en definitiva, necesita cambios, eso lo sabe cualquier usuario, lo que está por ver es que sea Musk la persona adecuada para implementarlos.

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