El proyecto de Presupuestos Generales del Estado 2019 (PGE 2019), junto a las medidas aprobadas en el Real Decreto de 28 de diciembre de 2018, reflejan nuevamente la visión cortoplacista y electoralista del Gobierno. Una realidad que avala el último informe The Global Competitiveness 2018 del “World Economic Forum”, en el que se señala como una de las principales debilidades en el ámbito institucional, con efectos negativos sobre nuestra competitividad, la escasa visión estratégica de largo plazo del Gobierno. En concreto, en esta variable España ocupa el puesto 115 de 137 países, situándose en niveles similares a la valoración de países como Ucrania y el Chad.
El año 2019 comienza con un escenario global y nacional marcado nuevamente por la incertidumbre económica y geopolítica en el que las familias y las empresas españolas deberán tomar sus decisiones de ahorro, consumo e inversión. El Banco Mundial y el FMI no sólo han recortado las previsiones de crecimiento a nivel mundial, sino que también han advertido de los riesgos asociados a las tensiones comerciales y a unas condiciones financieras más restrictivas ante los elevados niveles de endeudamiento público y privado. Todo ello sin olvidar el impacto de la ralentización del crecimiento de China o de nuestros principales socios europeos como Alemania, Francia y Reino Unido.
La crítica más dura al proyecto de presupuestos la ha hecho el ‘World Economic Forum’, situando a España, en términos de visión estratégica, al nivel del Chad
En el ámbito nacional, si bien se confirma una desaceleración más moderada que en el conjunto de la eurozona, el crecimiento de la economía española se situará en torno al 2% en 2019, apoyado únicamente por el avance de la demanda interna en la que se reduce la aportación del consumo privado y la inversión. Por su parte, el sector exterior, como ya ocurrió en el conjunto de 2018, mantendrá su contribución negativa al PIB. A pesar de que las exportaciones de bienes se mantienen en niveles de máximos históricos, muestran una clara ralentización de su crecimiento. En concreto, entre enero y noviembre de 2018, avanzaron un 3,4% interanual, 4,9 puntos menos respecto al mismo periodo de 2017 (8,3%), registrando un incremento inferior a la media de la Eurozona (5,2%) y al de las grandes economías europeas como Alemania (4,1%), Francia (4,4%) y Reino Unido (7,9%). De consolidarse esta evolución, la economía española corre el riesgo de perder el aumento de la cuota de mercado logrado durante la crisis en el comercio mundial.
Ante este contexto macroeconómico, el Gobierno, al elaborar los PGE 2019, no parece apreciar que “los cielos se oscurecen” como advierte el Banco Mundial en su informe sobre Perspectivas Económicas Mundiales 2019. Un informe que alerta sobre la necesidad de reducir los elevados niveles de deuda pública ante la normalización de la política monetaria y el escaso margen de maniobra de la política fiscal en caso de que se produzca una crisis económica. Un escenario que coincide con la situación presupuestaria española, con un nivel de deuda pública del 98,3% del PIB y un coste anual del servicio de la deuda en torno al 3% del PIB, en niveles próximos al déficit público (2,7% estimado en 2018).
En este contexto, el Gobierno presenta una previsión de ingresos tributarios poco realista, basada principalmente en aumentar la presión fiscal sobre las familias y las empresas, reduciendo la capacidad del sector privado para innovar, invertir, ahorrar, generar empleo y abrir nuevos mercados. Ante esta realidad, la política económica de los PGE se refleja muy bien en las palabras de Winston Churchill: “Algunos ven al empresario como el tigre que hay que abatir; otros le ven como la vaca que hay que ordeñar. Pocos le ven como el caballo que tira del carro".