En Bruselas se ha puesto el sol. Desde la cárcel de Estremera, el ex vicepresidente de la Generalitat Oriol Junqueras ha cerrado de un portazo la investidura de Carles Puigdemont. El fugado se queda cada vez más y más solo.
Cuestión de prioridades
En una entrevista concedida a Ana Rosa Quintana –nos consta que Junqueras no quiere saber nada con TV3– el líder de Esquerra le ha dado la puntilla al candidato fugado de la justicia. Rechazando clarísimamente la posibilidad de gobernar a distancia, ha recordado al expresident que la prioridad debe ser formar gobierno.
Con bastante mala leche, Junqueras ha dicho que el problema no radica en sí se puede o no investir a Puigdemont, sino servía para algo, añadiendo con un toque de pérfido mandarín oriental que, ya puestos, el mismo podría ser un candidato válido ya que no ha perdido ninguno de sus derechos, pero que ni se le pasaba por la cabeza. Rápidamente ha añadido “Siempre he estado dispuesto a cualquier renuncia en beneficio del proyecto colectivo”. Como guinda del pastel, el de Estremera remataba la esquela amenazando con que se presentase Marta Rovira, tan temida por los suyos como por los otros. Lo menos que se dice de ella es que es una inútil, y eso lo hemos escuchado en boca de varios dirigentes de Esquerra, cuidado. Junqueras, sin embargo, ha soltado que a él le parecía una giganta. Tracatrá. Suerte que la entrevista de Ana Rosa era por escrito, porque no sé si en directo Junqueras podría haberse aguantado la risa.
Una doble bofetada tanto para el expresident como para Junts per Catalunya. Ambos quedan totalmente aislados en el mapa político catalán, sin contar a sus cachorros de las CUP. Si añadimos que parte del grupo parlamentario de Puigdemont estaría más que dispuesto a saltarse la disciplina de voto, apoyando otro candidato, al del flequillo le podría quedar lo que a un pavo escuchado una pandereta.
Todo indica, además, que la Mesa del Parlament no estaría dispuesta a admitir la petición registrada en solitario por Junts per Catalunya acerca de la modificación de la Ley de la Presidencia. Dicha propuesta pretende autorizar que se pueda investir y gobernar sin la presencia o intervención del candidato. Es decir, la investidura por Skype, WhatsApp, mail o incluso llamada perdida. Tampoco parece que vaya a prosperar otra solicitud de la gente de Puigdemont, que pedía la convocatoria de la Comisión de Reglamento de la Cámara. Ahí la Mesa y el President Roger Torrent se curan en salud, porque es el mismo reglamento el que prohíbe expresamente la convocatoria sin que se haya procedido previamente a la investidura y a formación de gobierno.
Los de Junqueras han aprendido la lección, parece, y no van a salirse ni una coma de lo que indica la ley. “Con más de treinta investigados y Junqueras en la cárcel, más los que están en libertad bajo fianza, es más que suficiente”
Para los neo convergentes nada ha cambiado en sus esquemas mentales. Piensan que las leyes pueden retorcerlas a su antojo y capricho. Están habituados a obrar a su bola, sin entender que los tiempos han cambiado. Seguramente no tanto como deberían, pero ya no estamos en septiembre pasado, cundo entre ellos y Esquerra violaron el Parlament cambiando manu militari reglas y leyes para aprobar auténticas aberraciones jurídicas. Los de Junqueras han aprendido la lección, parece, y no van a salirse ni una coma de lo que indica la ley. “Con más de treinta investigados por el referéndum del 1-O y Junqueras en la cárcel, más los que están en libertad bajo fianza, es más que suficiente”, decía hoy un diputado al Parlament del partido separatista. Efectivamente, a cualquier persona sensata esto le haría reflexionar. Pero nadie ha dicho que Puigdemont ni Rull, Turull o Comín lo sean.
Puigdemont no tiene nada que perder, pero Esquerra todo
Elsa Artadi y Eduard Pujol, las voces del profeta fugadísimo en la tierra, comparecían este lunes para continuar con la matraca de lo mala que es la justicia española, declarando que el Tribunal Constitucional se extralimitaría en sus funciones al pretender impedir que se invistiera a Carles Puigdemont. Son como el conejito de Duracell, duran y duran y duran. Qué pereza. Se les notaba el cabreo homérico. Eso, además de una enorme sangre fría a la hora de tergiversar la realidad. Que esta parejita hable de desviación del poder tiene guasa, ellos, que no han hecho otra cosa que gobernar siempre instalados en esa premisa.
Ahora la artillería neo convergente ha concentrado sus baterías contra la justicia, intentando erosionar su imparcialidad. Dicen que, como está al servicio del gobierno, no hay que tenerla en cuenta. Lo malo es que aún queda gente que se cree estas patrañas. Los que viven fuera de Cataluña no saben el bombardeo mediático al que estas gentes tienen sometido al pueblo catalán a todas horas. Da igual que sea en los medios de comunicación como en las escuelas, la consigna siempre es la misma: “Qué buenos somos nosotros y que malos son ellos”.
Recuerda cuando en el franquismo la gente negaba las noticias que uno había leído en Le Monde, L’Humanité, el Times o en aquellas publicaciones de Ruedo Ibérico. Todo era mentira, porque ni en el Telediario ni en el parte de Radio Nacional habían dicho nada. La astucia de Artur Mas en la que confiaban tantos y tantos ha devenido en pura estulticia. Al confrontarlos con la realidad se ríen burlonamente y te dicen que claro, viendo Tele5 o leyendo El Mundo que se puede esperar. Y siguen con su dosis diaria de veneno, dosis sin la que ya no puede subsistir, un veneno tan letal como aquel tristemente famoso Pervitin que tomaban las tropas del Tercer Reich, pura droga que ni hacía más listos ni más valientes a los soldados, simplemente los convertía en unos adictos.
Desde Bruselas, lógicamente, uno puede vivir en otro mundo ideado a su medida. Ah, ya lo dijo Paul Éluard, hay otros mundos, pero están en este"
El Pervitin de los que aún creen que Puigdemont volverá para implantar la República y se saldrá con la suya les impide entender lo que está pasando. En Esquerra han sabido desintoxicarse, al menos, de esos paraísos falsos gracias la cura de desintoxicación que supone estar en la cárcel más de tres meses. Son plenamente conscientes que la época de grandes alharacas, manifestaciones hechas de cara a la galería y declaraciones grandilocuentes como “el mundo nos mira”, “no podrán con nosotros”, “no tenemos miedo” o “esto lo tenemos al alcance de la mano” han acabado siendo carteles mojados bajo la lluvia de la razón, puros hierros oxidados de una carpa de circo abandonada, ruinosa, un circo en el que aunque aún estén algunos payasos e ilusionistas intentando atraer al público, este va abandonando silenciosamente sus localidades. El espectáculo se ha terminado.
Sí, lo saben en Esquerra, así como saben que entre los treinta investigados que la justicia ha convocado para que den explicaciones se encuentra Santiago Vidal, aquel juez que decía públicamente que el Govern tenía métodos para obtener el censo, pero, claro, no los iba a decir en público porque no eran del todo legales. Saben también que el gobierno de la nación puede ser lento, cobardón y torpe, pero a la justicia no pueden toreársela como a Rajoy. La maquinaria judicial, una vez puesta en marcha, no se detiene. Saben, en fin, que hay que volver al sentido común, formar un gobierno que se atenga a la ley e intentar resolver como sea el atasco en el que estamos.
Todo esto lo saben porque están aquí, viviendo el día a día, sometidos a la única realidad que existe, la que nos afecta a todos. Desde Bruselas, lógicamente, uno puede vivir en otro mundo ideado a su medida. Ah, ya lo dijo Paul Éluard, hay otros mundos, pero están en este. El mundo que espera a Puigdemont, no para que lo invistan, si no para ponerlo frente a un juez. Ese mundo que Esquerra ya conoce. Uno en el que Junqueras prefiere hacer declaraciones al programa de Ana Rosa antes que en TV3. Este mundo.
Miquel Giménez