El rifirafe acerca de la situación como preso de Oriol Pujol, condenado por el caso de las ITV, sería escandaloso en cualquier otro país. En Cataluña, curiosamente, no tiene nada de particular. Los mismos separatistas que piden su puesta en libertad son los primeros en rasgarse las vestiduras ante Urdangarin o Bárcenas, sin tener en cuenta que el cuñado del rey se está mamando una buena trena al igual que el ex tesorero del PP.
Es curioso que a Oriol se le conceda una situación de privilegio porque, según la justicia – catalana, no lo olvidemos, que aquí la presión es enorme incluso sobre los de negro y, si no, recuerden ustedes lo que pasó con el caso Banca Catalana – ha mostrado “un alto grado de arrepentimiento” y eso no inquiete a nadie. Añadan ustedes que Instituciones Penitenciarias depende de la Generalitat y tenemos el cuadro completo.
Que el arrepentimiento es un factor clave a la hora de conceder medidas que suavizan la pena es sabido lógico; que los mismos que se jactan de que ho tornarem a fer, manteniéndose en sus trece como golpistas consumados, sean defendidos por los separatas exigiendo su inmediata liberación, son otros Garcías. Tiene todo el separatismo un carácter netamente clasista, antidemocrático, que se manifiesta repetidamente a la hora de considerar que no todos somos iguales ante la ley.
Los suyos, merecen un trato de favoritismo; a los demás, que nos zurzan. Las famosas recomendaciones de Pi i Sunyer y los textos de aquella constitución republicana indicaban el control absoluto que se pretendía ejercer en una Cataluña independiente sobre el poder judicial. Nunca se han escondido. ¿Para qué? Se consideran más allá del común de los mortales, ajenos a lo que obliga en cualquier democracia a todo el mundo por igual, es decir, la ley.
Es debido a tamaña barbaridad ideológica que no comprenden que ningún gobierno puede exigirle a un juez que ponga en libertad a alguien que está siendo juzgado. Si viviésemos en su régimen – y lo hacemos en buena medida – cualquier decisión acabaría en la mesa del President de turno, último tribunal de apelación en su cosmovisión totalitaria.
Si viviésemos en su régimen cualquier decisión acabaría en la mesa del President de turno, último tribunal de apelación en su cosmovisión totalitaria
Ese ir y venir entre jueces y fiscales, ese conceder el permiso para que pase el día fuera o no lo pase, no es más que una anécdota en el piélago de turbulencias judiciales que ha mantenido siempre Convergencia, el único partido condenado por corrupción en toda España por el famoso caso Palau. Es también, todo hay que decirlo, el fruto tras décadas de impunidad, de mirar hacia otro lado por parte de la Abogacía del Estado, de permitir dos leyes en paralelo, la del Código Penal y la que hacían a su antojo desde los despachos oficiales de la Generalitat. En esa concepción del ejercicio de la política catalana es donde hay que buscar las raíces de todo lo que se atrevieron a hacer los golpistas. Nunca tuvieron respeto a la ley, no porque fuese española, sino porque jamás la vieron aplicar con contundencia.
Independientemente de la persona, en este caso Oriol, defiendo que hay que afrontar las responsabilidades penales, máxime cuando eres quién eres. La ejemplaridad es un valor que obliga y debiera ser el propio interesado quien, por su buen nombre, se negase a tamaño mercadeo. Pero repito que esto es Cataluña y aquí nadie asume nada y menos en el terreno estelado, donde todo son mártires, injusticias, ataques y opresión.
Esto es Cataluña y aquí nadie asume nada y menos en el terreno estelado, donde todo son mártires, injusticias, ataques y opresión
También les diré que, si a los golpistas les acaban indultando dentro de unos meses, a Oriol Pujol podrían concederle el mismo privilegio. Al fin y al cabo, ya no vendrá del cobro de unas comisiones. Y si romper la convivencia y el orden constitucional se salda con un año en prisión, más o menos, sin el menor propósito de enmienda, para que luego te indulte Sánchez, más lógico es dispensar el mismo trato a quien actuó mal, pero dentro del orden constitucional y, además, se muestra arrepentido. Por todo ello, parece mucho más razonable exigir la libertad para Oriol Pujol que para Jordi Sánchez o Jordi Cuixart. Digo yo.