No es sencillo explicar a alguien que no haya nacido en el Cantábrico lo que es una galerna, lo imprevisible de su llegada y lo imponente de su poder destructor. Cualquier bermiotarra que se precie sabe lo que pasó el 12 de Agosto de 1912, el día que una galerna se llevó por delante la práctica totalidad de las experimentadas flotas pesqueras de Bermeo, Elantxobe, Ondarroa y Lekeitio, y más de 160 vidas de arrantzales (pescadores) que no consiguieron llegar a puerto.
Si aún hoy, con los medios técnicos de los que disponemos, es casi imposible pronosticar ni su llegada ni su alcance, imagínense lo que era en 1912.
Puedes estar tranquilamente sentado en una terraza del puerto de Bermeo en un día de sol imponente, sin nubes en el cielo ni rastro alguno de viento, y una hora más tarde tienes que refugiarte en el primer portal abierto mientras olas gigantescas superan el rompeolas y la lluvia y el viento casi te impiden andar.
Y algo muy similar, pero a nivel político, estamos a punto de ver tras las elecciones vascas y gallegas; unos resultados que van a anunciar un cambio de ciclo político que, si se dan las condiciones, puede alcanzar el nivel de ciclogénesis explosiva, la violencia de una galerna del Cantábrico para las formaciones de la llamada 'nueva política' nacidas al calor de la crisis de 2008.
Cambio de ciclo político: más bipartidismo
Si observamos con detalle los sondeos que van llegando de Galicia y Euskadi, más allá del calor del momento y de los resultados más o menos coyunturales de los diferentes partidos, hay un elemento que los recorre de forma transversal: los movimientos nacionalpopulistas de derecha extrema (Vox) y de izquierda radical (Podemos) tienden a caer de forma abrupta mientras que los partidos sistémicos (el PP en Galicia y el PNV en Euskadi) tienden a crecer de forma sostenida con mayorías reforzadas.
Y no es que la crisis del coronavirus haya cambiado radicalmente las opciones de la ciudadanía, nada de eso. De igual forma que el atentado del 11-M hizo eclosionar y tomar velocidad a las tendencias previas, especialmente el agotamiento del proyecto político de José María Aznar y la pujanza del PSOE de José Luis Rodriguez Zapatero, la emergencia de la covid-19 simplemente ha acelerado la descomposición del proyecto 'quincemayista' de Pablo Iglesias, ha puesto de manifiesto los límites políticos objetivos de Pedro Sánchez como gobernante (y como persona humana) y sobre todo, la pujanza electoral del PP de Pablo Casado, un partido que más allá de Galicia sube con fuerza en todos los territorios del Estado.
Cambio de ciclo ideológico: más centro, menos extremos
La crisis de la covid-19 nos ha hecho más prudentes, ese es un hecho que recogen todos los sondeos. Si bien los ciudadanos no se muestran partidarios de cargar las responsabilidades de la mala gestión de la pandemia a Sánchez y a su equipo en exclusiva, sus preferencias políticas están girando hacia el centro de la cancha, hacia partidos y líderes alejados de experimentos y que hablen a toda la sociedad, no solo a una parte.
Ciclogénesis explosiva sobre Podemos (y sobre Vox)
Fruto de todo lo anterior, a solo una semana de la doble elección cantábrica, Podemos puede estar a punto de sufrir sobre sus magras carnes todo el poder destructor de la naturaleza desencadenada, hundiendo sus posibilidades como partido de carácter estatal y volviendo a convertirlo en lo que fue, un partido básicamente madrileño que no va a ser capaz de rentabilizar su presencia en el Gobierno de la nación. Va a perder casi todos (o incluso todos) sus diputados en el Parlamento gallego, entregándoselos al BNG mientras pierde un tercio de su representación en Euskadi, que pasa directamente a engrosar el grupo parlamentario de EH Bildu.
Algo muy similar a lo que le pasaría a Vox, sin duda el partido que peor ha interpretado los cambios que está produciendo la pandemia en nuestra sociedad y que va a pagar esa falta de criterio político quedándose fuera con seguridad del Parlamento gallego y (casi) del vasco.
Naufragio del PSOE
A los socialistas de Pedro Sánchez tampoco les va a sentar excesivamente bien la galerna que viene, ya que lejos de rentabilizar su presencia en La Moncloa, no solo no van a recuperar ni a la mayoría de los votantes que perdieron hace cuatro años, sino que además tampoco consiguen atraer a los votantes que pierde Podemos a chorros, y que pasan de forma mayoritaria a engordar las filas nacionalistas.
Mención aparte merece que tanto Gonzalo Caballero como Idoia Mendia son dos de los líderes regionales cuyo voto fue determinante para entronizar a Pedro Sánchez como líder del PSOE. Tristes apparatchiks ambos que solo saben ganar con las cartas marcadas de las elecciones internas, nunca cuando se enfrentan a los ciudadanos reales de nuestra España real.
La sonrisa de Pablo Casado
Por todo lo anteriormente explicado, la noche del 12 de Julio a pesar de lo que digan algunos analistas que llevan cuatro meses glosando las fazañas del Mio Sánchez, les recomiendo que estén atentos a la sonrisa de Pablo Casado, el único líder nacional que va a salir en claro ganador y proyectado hacia La Moncloa.