El atrezzo actual del PSOE es un falso oasis. Hay líder. Pedro Sánchez. La militancia se encargó de volver a resituarlo tras el disparo al amanecer del aparato. Ese mismo 'establishment', alrededor de Susana Díaz, que le entregó el timón de la nave socialista a la espera de que llegue la tormenta que le haga abandonar la sala de máquinas para siempre. Nadie tiene ahora en mente un próximo cambio de líder, es cierto. Tan cierto, como se comprueba, en cuanto se rasca un poco en la piel del senedrín socialista, que aquellos que se posicionaron contra Sánchez en su primera etapa mantienen básicamente su opinión. La mayoría le acusa de andar desnortado por el (ausente) debate de las ideas. De tocar todas las teclas para componer esa melodía que atraiga, de nuevo, a los millones de electores socialistas que emigraron a otras latitudes tras sus dos candidaturas a la presidencia del Gobierno. Sánchez ha mutado a todo tipo de piel desde su reentré como líder socialista: moderado y radical de izquierdas, estadista y tajante opositor, españolista y plurinacionalista... y lo que te rondaré morena. Pero ninguno de esos disfraces tiene éxito, hasta la fecha, en el carnaval del CIS.
Ese ‘new age’ que abandera Sánchez no termina de calar. No empatiza en los caladeros de votos. Su brújula marca La Moncloa únicamente recuperando el liderazgo de la izquierda española, con la agresividad que conlleva ese posicionamiento. Lejos quedan esos días en los que Sánchez pactó con Rivera ser investido presidente del Gobierno. Apoyarse en el espectro político de Ciudadanos, más centrado, puede suponer la diferencia entre ser un partido de oposición o bien de Gobierno, como le ha señalado Felipe González en alguna ocasión. Lejos quedan también esos días en los que Sánchez abanderaba la búsqueda de una gran alianza de izquierdas, objetivo con el que volvió a Ferraz, pese a que ni siquiera sus bases más fieles lo aplaudían con entusiasmo. Sin embargo, este planning presenta algunas lagunas y muchas dificultades. Sánchez aspira a mantener el poder territorial del PSOE, pero las cuentas no saldrán si Podemos sigue cayendo. Y, pese a la mejora de sus expectativas, con un 25% de los votos es difícil pensar en que el PSOE vuelva a La Moncloa. Además, no todos son tan optimistas respecto a la falsa amenaza de Ciudadanos. Muchos socialistas repiten el mantra de que el PSOE ha gobernado cuando ha ganado las elecciones por el centro. La lección que emana de Felipe González se ha memorizado hasta la saciedad en el cuartel general de Albert Rivera, Inés Arrimadas y compañía. Y los números les han comenzado a cuadrar.
Sánchez se desgañita por poner el foco en la agenda social, cuando la luz del foco ilumina de lleno toda la periferia judicial del procés y la situación política en Cataluña, donde el PSOE también ha hecho aguas. No sólo no ha logrado obtener el resultado que se esperaba en las elecciones al Parlament sino que la realidad de sus 17 escaños le ha dejado en un papel irrelevante, cuando hasta una semana antes del 21D los socialistas fantaseaban con la posibilidad de que Miquel Iceta fuera el 'candidato Borgen' y llegara a la Generalitat. ¿Por qué ese giro descarado hacia la agenda social? A Sánchez le aterra el fangal catalán porque es un territorio en el que se mueve sin brújula. Carece de proyecto, de programa y de idea sobre qué hacer con España. Por eso cuela otras cuestiones de las que ocuparse. "Hay que hacer país con propuestas de izquierda socialdemócrata". Y ha enumerado Sánchez un racimo de problemas perentorios, como pensiones, la educación, el salario mínimo, la financiación autonómica. Vaya novedad. Y ha añadido otra vuelta de tuerca a la Memoria Histórica, con la puesta en marcha de una 'comisión de la verdad', que con sólo escuchar tal nombre, vienen recuerdos de checas y sacas. Este es 'el nuevo PSOE', al parecer. Tomemos nota.
Los críticos con la decisión de Ferraz alertan del riesgo de que el PSOE haga el ridículo y se oponga a una candidatura que respaldan los socialistas de varios países de la Unión"
Como primera providencia, para arrancar, se rechaza frontalmente la candidatura de Luis de Guindos al BCE porque 'supone un desprecio a las mujeres". Una mala defensa de la paridad que suena a otra ocurrencia de última hora, a una parida superlativa ante la candidatura española a la vicepresidencia del supervisor bancario, más cuando ante la petición de un ‘alter ego’ femenino al ministro de Economía no sólo no se asocia nombre alguno ni siquiera se barrunta qué tipo de perfil debe tener. Más allá de que no figure un cargo político en su hoja de servicios. "En Europa las cosas funcionan de otra manera, no va por ideología ni por cuestiones paritarias sino por intereses nacionales", se lamentaba estos días un exdirigente socialista en alusión a que los lusos estaban devolviendo el favor del Gobierno español cuando apoyó al antecesor de Guindos, el portugués Vítor Constâncio. Ahora Sánchez exige una mujer independiente y técnica. Sin embargo Constancio era un hombre y había sido secretario general de los socialistas portugueses.
Los críticos con la decisión de Ferraz alertan del riesgo de que el PSOE haga el ridículo y se oponga a una candidatura que respaldan los socialistas de varios países de la Unión. Uno de los que ya ha sacado los colores a Sánchez ha sido el dirigente del partido socialista eslovaco SMER, Peter Kázimir, a la sazón ministro de Economía de aquel país. “Felicidades a Luis de Guindos, gran candidato con las habilidades y la experiencia necesarias para el puesto de vicepresidente. Mi voto es para Luis”, ha escrito en su cuenta de Twitter. No sólo son los socialistas eslovacos los que han confirmado su apoyo a Guindos. Lo han hecho públicamente los portugueses de Antonio Costa y, por los canales habituales, los socialdemócratas alemanes de Schulz, que acaban de suscribir el pacto de coalición con Merkel. Este apoyo garantizaría el voto de los países en la órbita de Berlín.
Un interlocutor con ese necesario acento de Cervantes cuando el Gobierno de estas lides tenga que viajar a Francfort a pedir árnica sobre tal o cual cuestión"
“Tácticamente nos hemos equivocado -señala una fuente en privado- porque si sale, quedamos mal. Y si no sale, nos echarán la culpa”, señalando al PSOE de atentar contra los intereses de España. En público solo el exministro de Industria del gobierno Zapatero, Miguel Sebastián, se ha atrevido a criticar a Sánchez por su "no" al actual ministro de Economía español. Otra fuente consultada señala: "Es un no sin argumentos. O dices que no y pones sobre la mesa un nombre alternativo, o apoyas a Guindos" porque, si no, “corres el riesgo de que se te acuse de antiespañol”.
Demuestra Sánchez poco espectro de miras al no apoyar a Guindos. Síntoma inequívoco de no entender (o entender poco) el peso en oro que implica el sillón de la vicepresidencia del Banco Central Europeo. Un puesto con botón nuclear para un sinfín de decisiones que afectan a la economía y banca española. Un interlocutor con ese necesario acento de Cervantes cuando el Gobierno de estas lides tenga que viajar a Francfort a pedir árnica sobre tal o cual cuestión. Guindos es el candidato porque sabe manejar los pasillos económicos de Bruselas, allí donde los juegos de poder condenan o salvan de un rescate. No castiguemos a Guindos por llamarse Luis en vez de Luisa. Como lamentaba estos días un destacado diplomático, “no preparamos a la gente para esos puestos de peso internacional y eso es un defecto como país”. “Por eso, en la mayoría de los casos”, proseguía, “los candidatos que presentamos son políticos. Y eso no es ni bueno ni malo, sino lamentablemente la única opción que existe en estos momentos”. La cosa va de talento, amigo Sánchez. No de paridad.