Opinión

Paro e inflación: balas de fogueo contra una guerra de verdad

La fragilidad de la coalición y el chantaje permanente de los socios parlamentarios están impidiendo una actuación más rápida y contundente contra los efectos económicos del conflicto bélico

  • Pedro Sánchez, en presencia de Nadia Calviño y Yolanda Díaz. -

La fragilidad de la coalición de Gobierno ha impedido sacar adelante reformas contundentes durante la legislatura. Esa misma endeblez, con sus grietas galopantes, condena a Pedro Sánchez a combatir ahora con balas de fogueo la crisis derivada de una guerra de verdad. Las estadísticas publicadas este jueves por el INE -paro e inflación- son un buen reflejo de esa realidad, cada vez más insostenible. 

Vayamos por partes. Al Ejecutivo le costó un esfuerzo ingente sacar adelante el plan de choque contra los efectos de la guerra, orientado básicamente a atajar la escalada del IPC. La razón del retraso hay que buscarla en la obligación de hacer malabarismos para mantener la coalición. Esos juegos malabares son los mismos que ha tenido que hacer Sánchez para lograr apoyos parlamentarios suficientes, tragándose el chantaje permanente de sus socios.

Finalmente, del Parlamento saldrá, por los pelos, un paquete de medidas que incluye exigencias de Unidas Podemos (no tocar los impuestos y apostar por las ayudas directas) y desdeña lo que proponía el PP de Alberto Núñez Feijóo (bajadas fiscales a las rentas más castigadas). El resultado es un plan descafeinado, cojo porque aún no recoge los topes en el precio del gas, pactados con Bruselas con un mes de retraso y con importantes cesiones respecto a las aspiraciones iniciales (lo ha contado en Vozpópuli Alberto Sanz). 

Empezamos ya a conocer los efectos. Según ha desvelado el INE, el Gobierno sólo ha logrado hasta ahora una rebaja mínima de la inflación. El Índice de Precios al Consumo retrocedió en abril hasta el 8,4% (frente al 9,8%). Es cierto que se aleja de la barrera simbólica del 10%, pero se mantiene en niveles insoportables para millones de hogares y sigue añadiendo enorme presión a la negociación salarial. Pese a los descuentos aplicados a los carburantes y la limitación de las subidas al alquiler, en marzo había ya 35 provincias que soportaban ya una inflación de dos dígitos (lo publicó aquí Beatriz Triguero).

Lo único que puede frenar, de verdad, la inflación a estas alturas es el final de la guerra en Ucrania. Y eso es algo que depende del Kremlin, no de Moncloa. A Sánchez, por tanto, sólo le queda encomendarse a que Vladimir Putin tire la toalla. Y asumir que vivirá en los próximos meses en un estado de ‘deja vu’ permanente. Queda por negociar el segundo tramo de la reforma de las pensiones (el más complicado) y la reforma fiscal. 

Sánchez está condenado a hacer constantes juegos malabares para lograr apoyos parlamentarios, tragándose el chantaje permanente de sus socios

El presidente está condenado a hallar de nuevo equilibrios poco menos que imposibles: dentro del Gobierno, en el Parlamento y con los agentes sociales. Los logró a duras penas con la reforma laboral, gracias al pacto entre patronal y sindicatos (alabado por unos y criticado por otros); y, sobre todo, a la metedura de pata histórica del diputado popular Alberto Casero.

Por ahora, las nuevas reglas del mercado de trabajo no han influido en la mejora del empleo. De nuevo según el INE, entre enero y marzo se destruyeron 100.000 empleos en España. El primero trimestre no suele ser halagüeño, por el fin de la temporada navideña. Sin embargo, hay quien esperaba un efecto rebote, por el retroceso definitivo de la pandemia. 

Lo único que puede frenar, de verdad, la inflación a estas alturas es el final de la guerra en Ucrania. Y eso es algo que depende del Kremlin, no de Moncloa

Falta confianza entre los empresarios y los fondos Europeos no fluyen. Ambas razones han conducido a un incremento del paro (70.200 personas) que duele en el seno del Gobierno. Sobre todo, a la ministra del ramo, Yolanda Díaz. Desde su ministerio se venía ya vendiendo la piel del oso, antes incluso de conocer la Encuesta de Población Activa (EPA). "No solo hemos recuperado todo el tejido productivo y hemos recuperado todo el empleo previo a la pandemia, sino que lo hemos mejorado", aseguraba hace unos días el secretario de Estado de Empleo y Economía Social, Joaquín Pérez Rey.

Los empresarios no ven alicientes aún para invertir con más decisión, con la guerra de por medio; y, por tanto, para contratar con menos miramientos. Y la reforma laboral, por ahora, ha contribuido básicamente a blanquear como indefinidos fijos contratos que llevaban el sello de temporal. La semana en que Nadia Calviño modificará, al fin, el cuadro macroeconómico concluye con la primera subida del paro tras cinco trimestre consecutivos a la baja. No hay mucho más que añadir, por mucho que Sánchez se empeñe en afirmar que la botella está más llena que vacía.

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