Cuando Aznar y Rajoy, ella formaba parte del club de los imprescindibles. Siempre en la cumbre. Dos veces ministra, de Fomento y Sanidad, y presidenta de las Cortes. Ahora con Casado es la número tres del Congreso y está de nuevo en la cúspide del PP. 'Si me necesitas, silba'. Ana Pastor (62 años, zamorana, licenciada en Medicina) no es Lauran Bacall, pero la frase le encaja como un guante. Se ha convertido en la 'Mrs. Lobo' de Génova. Cuando se precisa a alguien para desfacer entuertos, reparar averías o componer desgracias, allí está Pastor.
Algunos pensaban que tras la defenestración de Mariano, su padrino y mentor, compañero de correrías (deportivas) de su esposo José Benito Suárez, y miembros ambos del clan de los gallegos, Pastor pasaría a una discreta tercera fila y de ahí, a la jubilación. Gracias nena, no eres del equipo, llegó tu hora, a casita. Si se fueron Soraya y Cospedal, ¿porqué no se va a ir ella, que ni siquiera forma parte de la generación premillennial de la derecha pop?
Pues no. Todo lo contrario. Pastor es ahora un referente en este PP de Casado que se quiere tranquilo, suave, de dulces gestos y maneras apacibles. Más Rajoy que Aznar, para entendernos. "Sánchez está crispado", le arreaba Casado al presidente del Gobierno este fin de semana. Jarabe de palo de su propia medicina. Este PP ya no crispa, ahora pacta, negocia y acuerda.
Pastor es como el barómetro del PP. Si ella sube en el escalafón de las responsabilides significa que en Génova han sustituido la espada flamígera por la pipa de la paz. Si ella cae y, por ejemplo, asciende la cotización de Cayetana Álvarez de Toledo, es que toca desenterrar el hacha de la batalla ideológica y mostrarle los dientes al enemigo.
A Feijóo, en plena campaña de lo suyo, le conviene un PP que no arme ruido, que no le sacuda a Sánchez en el Congreso o a Iglesias en las teles. Todo sea por una nueva mayoría absoluta en Galicia
El PP se encuentra en plena fase de templanza. Hay quien lo juzga un error. Una marcha atrás. El partido en manos de Pastor, Cuca Gamarra, Ana Beltrán, Elvira Rodríguez. Retorno al pasado. Génova se la juega. Casado quiere apostar por transmitir imagen de oposición solvente, de partido de Estado. Se afana en ofrecer manos tendidas, arrimar hombros, construir puentes. Que nadie le tache de golpista o de ultramontano. A Núñez Feijóo, en plena campaña de lo suyo, le conviene un PP que no arme ruido, que evite las declaraciones gruesas y las palabras erizadas de estruendo. Que Madrid no monte ruido. Casado pone voz de querubín y Cayetana se muerde la lengua.
Esta modulación en la estrategia va más allá de Galicia. Ahora es el turno de Ana Pastor, taimada y tranquila. De camuflada astucia, de perfidia sonriente. Casado la ha colado en todas las citas negociadoras, desde la 'nueva normalidad' a la comisión de reconstrucción y demás. Está cumpliendo con tino el encargo. Ha seducido a Salvador Illa, personaje obtuso que ahora cotiza al alza, y ambos han apañado una entente sanitaria de vuelo corto y foto larga, que es de lo que se trata.
El tono ha cambiado. Hace sólo unos días, el líder del PP le reprochaba a Sánchez en sede parlamentaria: "¿Le parece decente ocultar a los muertos para esconder su incompetencia?"
"Le agradezcoo el trabajo que ha hecho, no ha sido por mala fe pero puedo decir que en buena parte no ha acertado", le dijo Pastor a Illa en su comparecencia parlamentaria. Un tono muy amigable aunque sin profusión de violines. El ministrado de Sanidad, en su respuesta, le lanzó unos cuantos cumplidos, y comieron perdices.. La música ha cambiado. Hace sólo unos días, el líder del PP le reprochaba a Sánchez en sede parlamentaria: "¿Le parece decente ocultar a los muertos para esconder su incompetencia?". Este mismo domingo, el líder socialista insistía en su reproche favorito al PP: "Se aprovechan de la pandemia para derrocar al Gobierno". Este es el juego.
Marianismo millitante
Casado está cumpliendo con su papel de jefe de la oposición razonable y sin aristas. Ha apoyado la absurda 'normalidad', la candidatura de Calviño, el trampantojo de la reconstrucción, las peticiones a Europa... Todo ello, sin que Sánchez se haya dignado a telefonearle en dos meses. Ahora la pelota está en el tejado de la Moncloa. El presidente del Gobierno tiene en su horizonte algunos problemas candentes. El caso Dina, que no le compete pero algo le salpica. Ese revoltijo de móviles calientes afecta a su vicepresidente e irá a más. Tendrá que sacar adelante unos presupuestos ya sin ERC y quizás con Cs. Deberá también bajarse de su peana prepotente para conseguir los fondos europeos. Y, finalmente, habrá de hacer frente a la ira callejera de ocho millones de desempleados.
En ese horizonte endiablado, aparece Pastor, la bandera blanca del PP, virtuosa de las componendas, hábil en el diálogo. Ni un político se le resiste, ni un periodista le rechista, ni una tele le incomoda. Es una de las diputadas con mejor imagen del Congreso. Su trabajo y esfuerzo le cuesta. Tiene el camino expedito en los territorios infranqueables de Iván Redondo, cada día más huraño e irascible. Ni siquiera su acendrado marianismo le ha pasado factura.
Irene pierde el control
Casado cuenta con ella para consolidar su imagen de centro frente a este nuevo Ciudadanos de Inés Arrimadas, tan complaciente con el sanchismo. Ana hace honor a su apellido y como dice un alto cargo en Génova, "esta Pastor pastorea a los socialistas con habilidad, los arrea como a un rebaño, los conduce hasta el lugar preciso y luego sella el acuerdo sin ápice de afectación". En su tiempo toreó a Rufián como a un becerro y lo redujo a un exotismo ornamental y pintoresco. Hasta se entendía con Irene Montero antes de que la pareja del 'macho alfa' ganara una cartera y perdiera el control.
La crispación y los nervios cambian de bando. Es Sánchez quien deberá ahora hacer frente al vendaval que que ya asoma y quien seguramente se abrasará en el intento. Pastor, entre tanto, cumple con sus encargos. Negocia, acuerda y sonríe. Estricta gobernanta con guante de seda. Ejecuta con habilidad los planes de Casado. Tan lejos de Vox y tan cerca de la Moncloa.