El PSOE desentierra un clásico, la crispación. La derecha crispa, ya es sabido. También El País exhuma el 'No a la guerra' como título de su editorial. Con tanto progresismo no paramos de avanzar. A falta de política, buenos sean los eslóganes. A falta de gestión, tiremos de mamporros. En ausencia de neuronas, espléndido el estacazo. Adriana Lastra, con esa dialéctica de lija del nueve, es la voz más sublime en lo juegos florales del bombardeo. Nadie como ella sabe llamar "fascistas" al centroderecha. Nadie escupe con tanto brío a Vox. Nadie abofetea con tanta inquina a Casado. Nadie injuria con tanta rabia a Arrimadas.
Está clara la estrategia de Sánchez. Tapar una infamia con manto de calumnias. Para ocultar sus pactos de la vergüenza, sus acuerdos ocultos, sus negocios fuera de la Constitución, nada mejor que arremeter contra la desnortada familia de enfrente. Una tradición de la izquierda. Primero fue la foto de las Azores. Luego la foto de Colón. Ahora el bloque del Apocalipsis. Tan elemental y básico es el mecanismo que funciona a la perfección. Lucrecio pensaba que "los necios admiran más todo aquello que ven disimulado bajo palabras torcidas". Eran otros tiempos. En la era milenial, mejor servir los platos muy masticaditos. Frases cortas y argumentos ramplones. Así dijo Sánchez en el debate: "Qué le coy a contar a usted, señor Rufián, que sufre como yo los ataques de la derecha y de la ultraderecha".
Derechona, ultraderecha, ultra-ultra-ultraderecha, fachas, fascistas, franquistas... El laboratorio propagandístico de La Moncloa, que funciona con la precisión de los tuits de Trump, ha puesto en marcha una reedición del cordón sanitario para acabar de una vez por todas con la derecha. El procedimiento es elemental. Basta con empujar hacia un extremo del tablero a la otra parte para que, ella sola, se precipite hacia el abismo de lo inservible. Bye, derecha, bye. Forever.
Este es el guión que le conviene a Sánchez. Mantener ese bulla de la 'crispación' todo el tiempo posible. Que la derecha, en lugar de reagrupar sus filas, se abone al berrido
La sesión de investidura fue la sala de pruebas de lo que está por llegar. Sánchez obvió responder las afrentas de los tres tenores del odio, doña fioletarra Aizpurua, ese Rufián y el vicepresidente Iglesias, y se centró en aporrear al sector constitucionalista del Hemiciclo. Los agredidos respondieron con firmeza no exenta de rotundidad. El ocioso cantar de un día vacío. Este es el guión que le conviene a Sánchez, mantener esa bulla de la 'crispación' todo el tiempo posible. Que la derecha, en lugar de reagrupar sus filas, se abone al berrido permamente. "La queja solo trae descrédito", decía Gracián. ¿Veis? La derecha ultramontana, el franquismo redivivo, Millán Astray y los últimos de Filipinas.
El estruendo verbal
Casado parece haberlo visto claro. En la primera jornada de investidura respondió con dureza a los embustes de Sánchez en tanto que en la de clausura optó por buscar 'la inmensa suma del todo', única vía para que la derecha sueñe siquiera con volver a gobernar. El ya presidente del Gobierno no lo tiene demasiado fácil. Debe ahora recorrer las estaciones de su particular calvario. Lidiar cotidianamente con Pablo Iglesias, esquivar las ínfulas de los ministrillos podemitas, apechugar con las reclamaciones de sus cofrades independentistas... Demasiadas hipotecas por pagar. Por eso anima el estruendo verbal y estropicio dialéctico de la derechona, ese ámbito de descalificación que ya abarca incluso a jueces y hasta a la Corona. Véase el último desprecio de Sánchez al Rey con motivo del nombramiento del nuevo Gobierno. Nunca vióse cosa igual.
Temen a Vox. En Génova padecen el síndrome Abascal. Yerran. Casado debería centrarse, cual parece, en el 'reagrupamiento' de su voto perdido y en cederle a Cayetana Álvarez de Toledo ese cometido que borda con tanta brillantez. El de recordarle a Sánchez que "el ultra eres tú", como el cantable de las feministas. En sus palabras, que este 'Gobierno progresista' no es tal como lo pinta Iván Redondo, sino "una coalición ultra" que reúne y adocena a "las fuerzas reaccionarias que han dado un golpe de Estado y que no condenan los asesinatos". Hay un "frente ultra" contra los consensos constitucionales, dice Cayetana. Cierto. Pero lo urgente ahora es fortalecer los consensos. En Galicia, elecciones este año, se verá si la derecha ha aprendido la lección o se queda colgada de furia de brocha gorda.