Porque soluciones, lo que se dice soluciones, no ha traído ni una de Doñana, pero, ¡ah, amigo!, el presidente áureo y omnisciente ha ligado un bronce que ríete tú de Julito Iglesias. Y, como no podía ser de otra manera, el tal llamado presidente ha desgranado una serie de chuminadas campestres que, resumidas, vienen a decir: allá películas y ya os apañaréis, yo me voy a Moncloa a que me aplaudan. Bueno, tampoco hay que ser injustos con Su Pedridad. Algo ha dicho. De entrada, se ha opuesto a que Pablenin acuda a dar explicaciones en sede parlamentaria, y eso que cuando gobernaba el PP se rasgaban las vestiduras exigiendo a Rajoy que fuese a explicar la financiación irregular de su partido. Pero como lo que importa es el quién y no el qué, lo que se le pedía a grito pelado al seráfico Mariano ahora no es de recibo. La risa va por barrios. El rostro de cemento armado, también.
¿Qué más ha pergeñado ese faro de sabiduría, pasmo del mundo mundial? Pues que, fíjate tú, parece que ya mismo hay que volver a los coles y habrá que hacer algo, o sea, que lo hagan las comunidades autónomas; también se ha fijado, con esa mirada de lince político que hubiesen envidiado Churchill, De Gaulle y Adenauer, conocidos también como popularísimo trío de rumba, en que la tasa de contagios sube y es menester tomar medidas sanitarias, por lo que ha creído bueno que sean las comunidades las que adopten las medidas que estimen; otrosí, ante la insensatez de las gentes que salen sin mascarillas, ante la industria turística, el comercio proximidad, la economía, el paro o el estado de alarma, Su Socialistez se ha pronunciado: las autonomías. Luego ya, si eso, irá mirando cómo se coordina el desastre con eso que denominan cogobernanza y que toda la vida de Dios ha sido una casa de putas sin madame.
Mr. Pandemia vive ajeno a todos estos problemillas que ni a él ni a Bego, su señora, ni a los suyos afectan para nada. La cuestión estriba en mirar de rematar el cadáver de Iglesias cuando se pueda
A sabiendas que hay cosas que una autonomía no puede hacer porque la ley se lo impide, como declarar un estado de alarma por su cuenta y riesgo, verbigracia, Su Persona dice que el responsable como mando único será el presidente de la comunidad que fuera. Es decir, que si por un casual Torra recoge el guante podrá hacer lo que le pase por la punta del Nabucodonosor. En las Vascongadas, en Navarra, en fin, en lugares donde tanto y tan bien se cultiva el amor a la Constitución y a España, que es lo mismo, habrán recibido tamaña novedad con aplausos atronadores. Ante una crisis nacional, el presidente delega en las partes, con perdón, abjurando de todas sus responsabilidades. Como no es capaz ni de coordinar a su Gobierno, hace santamente renunciando a poner algo de cordura en esa ensalada Baudelaire en la que hemos convertido a la antaño nación más poderosa del mundo. En Bruselas, que ya ven de qué palo andan en Moncloa, exigen a Sánchez un ministerio, otro más, para que administre los dinerillos que han de soltarnos. No se fían de que la riada de millones que han de llegar, es de suponer, se diluyan como lágrimas en la lluvia dorada de tantas administraciones y manos que pretenden pillar lo que puedan del viático de Bruselas.
Mr. Pandemia vive ajeno a todos estos problemillas que ni a él ni a Bego, su señora, ni a los suyos afectan para nada. La cuestión estriba en mirar de rematar el cadáver de Iglesias cuando se pueda, acabar de llevarse al huerto a un PP y un Cs domesticados y aprovechar propagandísticamente la pasta que no habrá creado él y el esfuerzo y el trabajo que pondremos los españoles. Lo único que aportará a este holocausto social será su piel bronceada, sus pausas dramáticas cuando habla, sus frases huecas y su brutal, enorme, colosal incapacidad para querer nada que vaya más lejos de su ombligo.
Lo dije en uno de mis sermones, que no vuelva de vacaciones, que al menos en la playa no hace daño. Pero no me han querido hacer caso. Pues nada, Mr. Pandemia ha vuelto a la ciudad.