Vicente, el cansado y sexagenario superintendente de la T.I.A., se halla tranquilamente en su despacho leyendo la prensa. Al instante, llama su atención una información relacionada con el proyecto de reforma de las pensiones que pretende sacar adelante el Gobierno que le provoca caer estrepitosamente de espaldas sobre su silla.
—Mortadelo, Filemón. ¡Ipso facto a mi despacho! —exclama Vicente.
—Servidor de usted y picapedrero señor Super, —responde Mortadelo.
—¿Dónde está Filemón?,—pregunta el Super.
—Ha ido a la Seguridad Social a preguntar por la jubilación que nos va a quedar con la nueva reforma. Ya tenemos sesenta y tres años y es hora de ir mirando esas cosas, —añade Mortadelo.
—Por eso los he llamado. Acabo de leerlo. Reúnase con Filemón e investiguen cómo están las cuentas de la Seguridad Social y si estas reformas nos garantizarán la pensión. Tenemos un infiltrado en la Seguridad Social, un ujier llamado Rompetechos, él les ayudará a ubicarse por aquellas complicadas dependencias. ¡Ah! y llévese a Bacterio por si necesitan acceder a información clasificada. ¡Rápido! —ordena Vicente.
—Descuide Súper, Bacterio será de gran ayuda, je, je. —responde Mortadelo abandonando las dependencias de la T.I.A tras dejar a Bacterio a buen recaudo encerrado en la trituradora de papel.
Mortadelo marcha al Ministerio de Migraciones y Seguridad Social disfrazado de Escrivá. Allí se reúne con Rompetechos, quien le permite acceder al despacho del ministro y le suministra las claves para acceder a las cuentas de la Seguridad Social. Entretanto, Filemón se encuentra en una acalorada conversación con un amble funcionario.
—¿Cómo que no aparece mi nombre? Pi. ¡Filemón Pi! —explica Filemón.
—Ya le he dicho que no aparece nada. Aquí no hay ninguna organización llamada T.I.A que haya cotizado por usted jamás. Lo siento, pero no tiene derecho a pensión, —responde el funcionario.
—Brrrr. ¿Pero qué dice? ¡Maldito Super! —clama Filemón abalanzándose sobre el funcionario mientras suena el zapatófono.
—Rayos, Mortadelo. Ahora no estoy para nadie. —responde Filemón.
Allí le espera el ministro
—Jefe. El Súper nos ha encargado investigar cómo están las pensiones. Suba a la quinta planta. Allí le espero en el despacho del ministro con nuestro infiltrado. —apremia Mortadelo.
Filemón sube rápidamente y se reúne con Mortadelo y Rompetechos en el despacho ministerial. Acceden al sistema y encuentran la careta “Pensiones - Alto Secreto”. Se miran entre ellos. Filemón toma el ratón, y clica.
La hucha de las pensiones
—Aquí dice que en España los ingresos por cotizaciones sociales son unos 125.000 millones al año, y el gasto total 176.000 millones, —explica Rompetechos.
—O sea, que tenemos un déficit anual de 50.000 millones de euros. ¿Y cómo tapamos ese agujero?,—pregunta Filemón.
—Con 35.000 millones de transferencias desde los PGE y con 15.000 millones de préstamos que nos hace el Tesoro a través de deuda pública. —añade Rompetechos.
—¿Y dónde está la famosa “hucha de las pensiones”? —pregunta Mortadelo.
—Apenas quedan mil millones de euros, que como están invertidos en deuda, no merece la pena rescatarlos porque perdemos valor. —apunta Rompetechos.
—Este agujero… ¿se hace cada año más grande o tiene ciclos? —pregunta Filemón.
—Lamentablemente, no para de crecer desde hace quince años, y así seguirá siendo. —completa Rompetechos.
—Retrasar la edad de jubilación o penalizar la prejubilación ¿ayudará a reducir ese agujero y a hacer sostenibles las pensiones? —pregunta Mortadelo.
—Esas medidas significan que el agujero seguirá creciendo a menor ritmo, pero no dejará de crecer y no garantizarán la sostenibilidad de las pensiones, ya que van orientadas a “pagar menos y no a recaudar más”. Además, este modelo se verá penalizado por la elevada inflación estacional que se ha instalado, porque al ser el referente de revalorización, aumentará considerablemente el gasto, —expone Rompetechos.
—Pero, recaudar más supone incrementar los impuestos, y eso no es positivo, —apunta Filemón.
—Así es, pero recaudar más no debe enfocarse en subir impuestos, sino en cambiar el modelo productivo y que a largo plazo podamos generar bienes y servicios de alto valor añadido para pagar salarios más altos y así obtener cotizaciones más altas. Eso sí haría sostenible el sistema de pensiones, y de eso no he visto nada en el plan del Gobierno, ya que está centrado en el cortoplacismo electoral. —continúa Rompetechos.
—¿A qué “sorpresas” se pueden enfrentar los ciudadanos con esta reforma?, —pregunta Mortadelo.
—Principalmente a dos. La primera es el “factor de equidad intergeneracional”. Un elemento que no está definido aún y que se supone será el que compense las situaciones excepcionales de la economía. La segunda es una subida de las bases de cotización, inevitable si el agujero sigue creciendo. La dimensión de ambos elementos es desconocida y sin duda caerán con toda su furia sobre los ciudadanos si el Gobierno de turno tiene problemas de liquidez para pagar las pensiones. —añade Rompetechos.
—¿Hay otras fórmulas para hacer sostenible el sistema de pensiones sin que seamos los ciudadanos quienes siempre tengamos que sufrir las consecuencias? —pregunta Mortadelo.
—Hay una, pero que ningún político valiente y comprometido con su país está dispuesto a hacer. Hablo de reducir la inmensa industria política, compuesta por centenares de miles de enchufados, familiares, amigos y correligionarios de los partidos políticos que nos cuesta 100.000 millones de euros al año distribuidos en duplicidades, entes, organismos de dudosa utilidad y empresas públicas sobredimensionadas, —sentencia Rompetechos.