El parón impuesto por la pandemia que nos asola ha tenido un efecto contundente en los precios del petróleo, algo que, en principio, sería positivo pero, al revisar la experiencia y los datos, el sector empieza a mostrar una cara distinta, sobre todo por las consecuencias de la guerra de precios iniciada por Arabia Saudí, una guerra que incluso ha forzado a Donald Trump a amenazarles con cortarles la asistencia militar si continuaban con su empeño.
Cualquiera que haya estudiado un poco de microeconomía sabrá que las guerras de precios terminan perjudicando a consumidores y productores, pues lo normal es que, establecido el monopolio u oligopolio, éste sea intervenido por un estado que, como en nuestro caso, suele estar gobernado por una partitocracia. En España, importadora neta de esta materia prima, odiada por su extrema necesidad, donde además su partitocracia parasitaria ha montado una transición energética matapobres, no se notarán los beneficios de la bajada de precios; adicionalmente, como en condiciones normales "solo" se importan un 40.000 millones de euros, pero, gracias a un enorme sector industrial, exportamos unos 20.000 millones de euros, asunto tratado en Corrupción política y encarecimiento del petróleo, tenemos que el efecto directo sobre el PIB no será tan importante. Nada que ver pues con un reverso de antiguas crisis.
Como se ve, el tema no suele ser lo que parece y en este blog, desde el ya lejano Peak oil for ever, intentamos aclararlo según iban apareciendo novedades relevantes, como ahora; así que lo que haremos será actualizar el trabajo sobre Ciclo de precios y espejismos petroleros, para luego entrar en las calamidades de segunda vuelta de lo que parecería un hecho afortunado.
Precios negativos
Antes de que el médico me prohibiera seguir especulando en los mercados cotizados, ya tenía apartado al petróleo de mis transacciones, pues, entre otras razones, solía ocurrir que a ellos acudía algún desesperado que te hacía saltar las posiciones; como saben, el petróleo, almacenado o en tránsito, puede ser sujeto de transacciones en el mercado de futuros y siempre hay alguno que necesita deshacerse o proveerse urgentemente de la commodity. Por ello, cuando el 20 de abril pasado Cushing informó de un precio negativo, -38,98, no le di importancia, pero la tiene.
Que este abril de 2020 el precio del West Texas Intermediate se fuera se fuera a formar un suelo a la franja entre los 10 y 20 dólares el barril -ha promediado cerca de los 18-, como entre los años 1986 y 2000 (gráfica anterior), lo veía del todo posible ya que, en momentos de sobre oferta, es lo que suele hacer y, dadas las circunstancias, que se acerque al valor real (descontada la inflación) de 1946-1973 es lo normal. ¿Cierto, pero, dónde está la novedad? En cómo se está destruyendo la oferta.
Destrucción de oferta
La economía tiene pocas leyes y las que hay, como la de oferta-demanda, siempre son olvidadas por los analistas del establishment. Si nos fijamos en los demandantes, ya sabemos lo que hay, un parón obligado que ha derribado el consumo casi un 30% o unos 30 MM de barriles diarios. En cuando a los oferentes, interesa analizarles según cuatro agrupaciones con aspectos técnicos de interés, que, muy resumidamente, son las siguientes:
El destructor de oferta, que es Arabia Saudita, quien inició la guerra de precios al no aceptar Putin su proposición de recorte de la producción, pues éste aún cree que, una vez más, la OPEP se sacrificaría permitiendo la rentabilidad de sus explotaciones árticas. Lo relevante de los saudíes es que, como saben, buena parte de su producción se hace mediante la inyección de agua, algo que exige toda una planificación y, lo más importante, una vez iniciada la acción no se puede parar de golpe. Además, y consecuentemente, se han ido a una guerra por la adquisición de almacenamiento (tanqueros, etc.), cruceros incluidos, algo que Goldman Sachs espera colme los depósitos disponibles en las próximas dos semanas.
El segundo grupo son los frackers, donde ocurre algo peculiar. Al inicio de su actividad producían gas como subproducto inherente al proceso de fracking, residuo que quemaban hasta que desarrollaron su mercado. ¿Y ahora qué hacen, dejan sin gas a los clientes? Tendrán que aducir force majeure en algún momento, supongo; además, estos oferentes, mayoritariamente estadounidenses, están afectado por el siguiente grupo, que tampoco tiene fácil parar de producir.
El tercer grupo son 'los árticos', de Alaska, Canadá y Rusia, cuyas instalaciones en zonas de permafrost, un fenómeno geológico que puede llegar hasta los 600 metros, tampoco pueden parar la producción de golpe. Estas explotaciones, normalmente, exigen enfriar la tubería (han leído bien, el petróleo puede ir a 80ºC; ver US patent 884,282) para garantizar la viabilidad de la infraestructura, evitando el embarramiento de la sustentación de sus cimientos, interesando a su vez un fluido constante, no sea que, por detener el caudal, el petróleo se congele, inhabilitando también la tubería y el pozo. Como se ve, esta explotación exige una técnica y un know how extraordinariamente complejos para que no se malogren enormes inversiones, algo que Putin debería conocer, pues la URSS, según su orden iba degenerando, fue destruyendo su capacidad de producción, hasta que el experimento 'sociolisto' colapsó (siguiente gráfica), perdiéndose casi la mitad de la producción.
El cuarto grupo serían 'los públicos', la mayoría gestionados por dogmáticos, corruptos, amateurs y chapuzas, según niveles, y, como su estructura de poder depende de los ingresos petroleros, van produciendo de forma menguante, siendo el caso más extremo el de Venezuela, para quien en 2018, cuando producían 1,7 MM bd dijimos que se irían a la mitad por estas fechas, como así ha sido, abocándoles a una nueva tragedia humanitaria si nadie lo remedia. Esto le ha venido a Putin fábula y es parte de su estrategia, como vimos en Choque de civilizaciones: Rusia contra América Latina; estrategia que preveo se refuerce tras el quebranto actual, con lo que dudo que ayude a resolver las guerra de Siria, Libia e Irán, al contrario, que igual monta otra en algún sitio del que no quiero acordarme.
Mobilis in mobili
Así vamos, transitando según el signo de los tiempos y en Occidente, como probablemente hayan padecido, el establishment vende que cualquiera puede hacer cualquier cosa. En España, donde ser nacionalista implica saber de petróleo y de gestión empresarial y donde el 'casting socialdemócrata', incapaz de hacer mascarillas pero dispuesto, si lo dejan, a nacionalizar (en realidad estatalizar más) todo lo posible, que menudas 'productoras' y empresas sin domicilio, u holandesas, nos podrían montar los comunistas millonarios. Es la fase terminal del globalismo de amiguetes.
Así las cosas, ¿podrían considerarse las acciones de Arabia Saudita y su nuevo rey una chapuza de ese proceso degenerativo? Para nada, solo hay que situarse en Riad y mirar al norte, con esa coalición de Rusia, Turquía, Irán y China, metida en Yemen, que se quiere comer Iraq y Siria, mientras Estados Unidos, al que la Pax Americana no le sale a cuenta, duda si se va del Kurdistán, piedra angular del Gran Juego y gran fragilidad de la UE, siempre depredando a los estadunidenses.
¿Volverán los bombardeos sobre Arabia Saudí, como los que pararon casi la mitad de su producción? Puede ser, también podría operar Isis en Rusia, pero lo que está claro es que, según se acumulan tanqueros en las costas estadounidenses, en Holanda o Singapur, iremos sabiendo el grado de disrupción sistémica que se puede producir y el daño a la oferta futura que determinará el nuevo ciclo de precios del petróleo, uno que volverá a castigar a los consumidores tras arruinar a los productores y con el que nuestra partitocracia justificará, de nuevo, su parasistismo endémico que ha destrozado nuestra demografía. Mobilis in mobili.