Varias son las cuestiones que han motivado críticas generalizadas al proyecto de los Presupuestos Generales. Entre ellas, el subidón de impuestos que incorpora (en el IRPF, en el IVA, en los Impuestos Especiales, en el Impuesto sobre Sociedades, con nuevos impuestos…). También el injustificado aumento de algunas partidas de gastos (25% en RTVE, 50% en el extraño y atípico Ministerio de Igualdad, 70% en el Ministerio sin competencias de Educación…). Aquí y ahora vamos a demostrar que, además, la previsión de ingresos tributarios que incorpora es más que irreal. Es auténticamente onírica.
En efecto, según las cifras presupuestadas, el Gobierno prevé que la recaudación tributaria alcance en 2021 el importe de 222.000 millones de euros, lo que supondría crecer un 11% sobre la previsión de cierre para 2020 (196.000 millones de euros). Ahí están las dos fallas de la previsión gubernamental. No parecen factibles ni el cierre previsto para el actual ejercicio (196.000 millones), ni el crecimiento esperado en el próximo (11%).
A la fecha del último Informe Mensual de la Agencia Tributaria -31 de octubre-, la recaudación fiscal asciende a 164.600 millones, un 10% menos que en el mismo periodo de 2019. Para que se llegara al objetivo de cierre antes reseñado (196.000 millones), en los dos últimos meses de este año tendrían que ingresarse 34.400 millones, un 16% más que lo ingresado en noviembre y diciembre de 2019.
El panorama de la pandemia
Confiar en semejante reversión de la tendencia recaudatoria (cambiar la actual reducción del 10% por un aumento del 16%) es tanto como creer en Papá Noel y en los Reyes Magos. Así es si se tiene en cuenta que desde la llegada de la pandemia todos los meses de 2020 (salvo la excepción no significativa de agosto) se han cerrado con menores ingresos que los habidos en 2019. En este escenario, pensar que en los dos últimos meses del actual ejercicio se va a superar lo recaudado en el precedente es difícil de creer.
Por lo expuesto, los ingresos tributarios de 2020 no responderán, lamentablemente, a la previsión de cierre del Gobierno. Y, así, la base sobre la que se aplica su aumento previsto en 2021 será menor que la utilizada. Pero a lo anterior debe añadirse que prever un crecimiento interanual (2021/2020) del 11% en los ingresos tributarios suena también a inalcanzable dadas las previsiones existentes sobre el aumento del PIB. Veamos, el propio Gobierno estima que éste crecerá un 7,2%, estimación que convierte en muy optimista la previsión relativa al porcentaje de aumento de la recaudación tributaria (el citado 11%).
Ahora bien, si consideramos que, según el consenso generalizado (Fondo Monetario Internacional, OCDE, Banco de España…), en 2021 nuestro PIB solo crecerá en torno al 5%, estimar que los ingresos tributarios lo harán al 11% constituye un ejercicio de puro voluntarismo.
Irrealidad sobre irrealidad, todo indica que ni en 2.020 se cumplirá la estimación del Gobierno sobre la recaudación tributaria, ni ésta crecerá en 2.021 como aquél ha presupuestado
En consecuencia, la cifra de ingresos tributarios presupuestada para 2021 parte de una base irreal (los que finalmente se van a obtener en 2020), a la que se le aplica un aumento (11%) también irreal. Irrealidad sobre irrealidad, todo indica que ni en 2020 se cumplirá la estimación del Gobierno sobre la recaudación tributaria, ni ésta crecerá en 2021 como aquél ha presupuestado.
En el escenario descrito, y toda vez que la recaudación tributaria constituye más del 80% de los ingresos no financieros del Estado, es inevitable que ceteris paribus (sin tener en cuenta lo que pueda pasar con el Gasto Público), nuestro déficit sea mayor que el 7,7% estimado por el Gobierno. Ergo, nuestra Deuda Pública seguirá aumentando, alejándose más y más del anterior récord histórico del 100% sobre el PIB que se alcanzó tras los gastos ocasionados por la Guerra de Cuba (1895-1898).
Todo ello aumentará la vulnerabilidad de la economía española. Da pánico imaginar una posible modificación del actual entorno de bajos tipos de interés. Si éstos rebrotaran, nos convertiríamos en un país asfixiado por el volumen de los gastos financieros que habría que satisfacer.