Como muchos saben, aunque se pretenda ocultar, el Clan Pujol está procesado, siendo calificado por el ministerio fiscal como organización criminal. Los presuntos delitos son todos relacionados con el dinero. No verán ningún informativo catalán – ni tampoco que no sea catalán, si a eso vamos – que hable de este asunto, ni tampoco especiales que describan como una familia se lucró, presuntamente, de su posición de poder. Ningún periodista habla de esto porque aquí se cobra más por lo que se calla que por lo que se dice. Tampoco se producirá una editorial conjunta de todos los diarios exigiendo rapidez a la justicia en un asunto que huele a podrido hace décadas. Y es que desde Banca Catalana a Laura Borrás el separatismo ha podido pasar por fases diferentes, siempre tacticistas y aprovechateguis, pero sabiendo mantener sólidamente una idea: el derecho de pernada económica.
Así las cosas, Jordi Pujol Ferrusola, Júnior para los amigos, solicita que, al tener todas sus cuentas bloqueadas por hallarse encausado por diversos presuntos ilícitos, que le permitan disponer al menos de 965 euros mensuales, lo que viene a ser el salario mínimo. El hombre, de natural considerado, dice
que de esta manera no tendría que andar pidiendo a sus amigos y familiares. Y es normal. Alguien que disponía de una colección de automóviles deportivos de altísima gama, de varias mansiones suntuosas o de numerosas cuentas que rebosaban dinero no está bien que se acerque al primer colega que se encuentre por la calle y le pida para un café. Hasta ahí podríamos llegar. Y añade el hijo del patriarca nacionalista que quisiera poderse pagar por sus propio medios los gastos cotidianos. Que no tiene liquidez. Vamos, que anda canino.
Es meritoria esta actitud porque es más triste pedir, pero más triste robar. O al revés. Lo que nos sorprende, y esperamos que la justicia le permita disponer de esos euros, es saber cómo alguien acostumbrado a comer en los restaurantes más lujosos de Barcelona – y del mundo -, a correr en bólidos poderosos, a vivir en primera clase se las va a apañar con menos de mil pavos mensuales. Porque a los hijos del confeso evasor Jordi Pujol se les puede pedir muchas cosas, pero no que dejen de ser lo que han sido toda su vida. Y Junior era el príncipe del reino, el intocable, el que se metía la mano en el bolsillo, en cualquier bolsillo, y sacaba un taco de billetes que dejaba sin respiración a la concurrencia. Junior era quien levantaba el teléfono y se le ponía todo Dios. Jordi era quien te daba una tarjeta con su firma, te decía que fueras a hablar con este o con aquel y se te arreglaban todos los problemas del mundo. Junior
era la encarnación viva de todo el pujolismo en el que tantas miserias actuales se incubaron. Por eso no acabo de creerme lo del salario mínimo. Tengo para mí que acaso sea una maniobra para, si se lo conceden, ir a por lo que le interesa, el desbloqueo total de sus activos bancarios. Porque lo que se juega este hombre son 29 años de trullo por delitos de asociación ilícita, blanqueo, falsedad en documento mercantil, alzamiento de bienes y no menos de cinco delitos fiscales. Alguien podrá decir que estas cosas las acaba arreglando Sánchez con los oportunos indultos y no niego esa posibilidad. Ahora, la moto sería en este caso tan gorda, tan monumental, tan monstruosa, que dudo mucho que Su Pedridad se arriesgase.
Santos varones, que diría mi queridísimo Tip, que se han pasado la vida diciéndonos que Madrid nos robaba para terminar pagando fianzas de siete millones y medio de euros como quien lava y, encima, pedir el salario mínimo porque, ¡ay!, no tienen suelto para tomarse una caña. Así es Cataluña, que cuando Pujol padre va por la calle la gente todavía lo saluda con un reverencial respeto. Lo diré las veces que haga falta, esto no tiene remedio.