Opinión

Quince años no es nada

No les quepa duda, la política catalana es lo más parecido a un tango. El compadrito, la morocha, el quilombo, la escupida y una traición. Además, ahora tenemos hasta presos.

  • Quince años no es nada

No les quepa duda, la política catalana es lo más parecido a un tango. El compadrito, la morocha, el quilombo, la escupida y una traición. Además, ahora tenemos hasta presos. Y a Oriol Junqueras como el nuevo Carlos Gardel. Ché, que macana.

Todo irá bien dentro de quince años

Desde su celda, el líder de Esquerra ha dejado bien claro a sus seguidores que esto de la independencia no es cosa de mañana. El hombre lo deja, como mínimo, para dentro de quince años. Uno está tentado de creer que, así como a Jordi Sánchez algún preso maligno financiado por el CNI le canta el pasodoble “Que viva España”, al orondo Junqueras le susurran al oído el tango “Volver”. Ya saben, ese que reza “Que veinte años no es nada, que feliz la mirada que errante en la sombra te busca y te nombra”.

De ahí que el cesado vicepresidente de la Generalitat haya soltado así, como un Discípulo cualquiera, que no viene de quince años, y que bien podrá ser President de la república cuando “las nieves del tiempo plateen sus sienes”. No está mal. Desde luego, la banda sonora del independentismo ha mejorado mucho con la introducción del tango malevo y sensual, mucho mejor que las hasta ahora plúmbeas canciones de Lluís Llach o las decrépitas tonadas de Nuria Feliu aquella patriota de piedra picada, como la definió Jordi Pujol.

El fiar a tan largo plazo esa república no proclamada y sí proclamada, según a quién le preguntes y según lo que se lleve de este negocio, no es mal asunto

El fiar a tan largo plazo esa república no proclamada y sí proclamada, según a quién le preguntes y según lo que se lleve de este negocio, no es mal asunto. De entrada, permite a todos los que vienen abrevando en el pozo de la cosa pública continuar un rato más en eso siempre tan interesante de vivir sin pegar sello. Además, el aplazamiento tiene la ventaja de continuar esperando que Pedro Sánchez acabe llegando a presidente del gobierno y, en alianza con Pablo Iglesias, conceda a los separatistas un referéndum acordado, un estatuto semi independiente, un lifting en la papada de Junqueras o cualquier cosa similar.

En todo este camino, larga marcha que diría el empresario millonario trotskista Jaume Roures, se da por hecho que los medios de intoxicación catalanes seguirían con sus consignas, las entidades subvencionadas para ir difundiendo el odio hacia España no verían mermadas sus subvenciones ni un euro o que la legión de amiguetes, asesores, empresarios del tres por ciento podrían seguir tranquilos, porque el statu quo no se alteraría ni un ápice.

En el fondo, el tango tiene esa función terapéutica que nos hace sentir la catarsis de los sentimientos. Si uno se conmueve escuchando “La cieguita”, “Con su permiso, señor comisario” o “Silencio en la noche” ¿cómo no va sentirse sacudido en sus entrañas al escuchar al payo Junqueras lamentase diciendo que se ve solo, fané y descangayado en los próximos quince años? ¿Se lo imaginan chueco, vestido de pebeta? Yo no, porque me gusta dormir tranquilo, pero todo podría ser.

Muchos de los boyeros que le siguen, entre mate y mate, se habrán dicho que total, si la república no era para ahora, mejor que tarde unos añitos más

De ahí que su mensaje, lejos de desmotivar a los suyos, haya producido un efecto balsámico. Muchos de los boyeros que le siguen, entre mate y mate, se habrán dicho que total, si la república no era para ahora, mejor que tarde unos añitos más. En la Pampa nacionalista con leer el Martín Fierro traducido al catalán y ojear los cielos infinitos crepusculares, cuajados de tonalidades rosáceas, ya está todo hecho y puedes irte a la cama tranquilamente.

Una duda nos asalta, sin embargo. ¿Y si al final la banda sonora de Cataluña no fuese un tango? ¿Y si fuese un bolero?

Querer a dos electorados a la vez y no estar loco

Don Antonio Machín cantaba el bolero más bolero de todos, aquel que dice “¿Cómo se puede querer a dos mujeres a la vez y no estar loco?”. La pregunta es, evidentemente, pertinaz: ¿tienen PDeCAT y PSC el síndrome del bolero? ¿Querer apropiarse de un electorado que no es el tuyo sin dejar de desear mantener el propio es bolero, es tango, es jota navarra, qué coño es? Porque si Esquerra tiene claro que lo suyo va para quince años – bueno, aunque no se aclaren si el number one es Junqueras o la pizpireta Marta Rovira, que eso ya son otros Garcías – los ex convergentes y los sociatas están buscando rebañar esa tierra de nadie denominada votante despistado. Los de Carles Puigdemont pretenden que el botiguer pujolista les siga siendo fiel, entregando su óbolo en forma de papeleta y que, a la par, el radical independentista del “tenim pressa” haga también lo propio.

Difícil cuadratura del círculo, aunque cosas más peregrinas se han visto en Cataluña, tierra propicia para el milagro y los fenómenos paranormales. Aunque mucho más complicado es el sortilegio en el que se ha metido ese aprendiz de brujo conocido en el mundo del baile como Miquel Iceta. Querer abarcar el enorme espectro político de electores que va desde la extinta Unió hasta el podemita desencantado es, como mínimo, tarea ímproba que no sabemos si el primer secretario socialista podrá llevar a buen término.

Tiene Iceta algo que le singulariza dentro del complicado y apasionante mundo de la social democracia catalana: quiere mandar

A lo mejor a los del PSC les va más que los tangos o el bolero cosas más modernas como Pretenders, Jimmy Sommerville o Rick Ashley, vayan ustedes a saber. Que a Iceta le gustaban no tiene duda, porque servidor lo ha visto bailar estas músicas más de una noche. Claro que de eso hace muchos años y la gente cambia de gustos. En lo que no creo que haya cambiado es en sus preferencias a la hora de alcanzar el poder. Tiene Iceta algo que le singulariza dentro del complicado y apasionante mundo de la social democracia catalana: quiere mandar.

Para ello se ha rodeado siempre de un grupo cerrado de amigos, casi de juramentados, que harían cualquier cosa si él se lo mandase. No en menor lugar de ese círculo íntimo está el actual alcalde de Viladecans, Carlos Ruiz Novella que, por cierto, de joven chicoleó con la Esquerra de los primeros tiempos de la transición. Cuenta también Iceta con el consejo de Enric Casas, el hombre que más sabe de publicidad y campañas electorales. Gente inteligente, vamos, y muy bregada. Don Miquel es así, domina el aparato del partido siendo un poderoso protector para sus amigos, así como un encarnizado enemigo para los que no lo somos.

Con tales DJ´s puede que a Iceta le parezca baladí el bolero que dice que no se puede querer a dos mujeres a la vez y no estar loco. Pero pretender abarcar tanto espacio político pudiera muy bien ser, si no locura, si necedad. Ni los ex convergentes parece que vayan a convencer más que a las señoras de Pedralbes de toda la vida y a los irredentos carlistas de comarcas ni tampoco se vislumbra ese frente amplio que habría de darle a los socialistas un número de diputados suficientemente amplio como para poder sentarse junto a Esquerra y los comunes y hablar de igual a igual.

El tango del compadrito Junqueras, guste o no, es el que marca el compás de esta campaña que se nos antoja más esperpéntica e irreal que nunca

El tango del compadrito Junqueras, guste o no, es el que marca el compás de esta campaña que se nos antoja más esperpéntica e irreal que nunca. Cada uno con su partitura, su música y su letra. Ni el PP sabe que hacer con estos asuntos – a Albiol no le dejan hacer por desgracia su campaña, porque Rajoy es muy suyo – y en cuanto a Ciudadanos tiene el problema que Inés Arrimadas, todo y con ser una buena política, recuerda más a la Ana Torroja de Mecano que a la Tina Turner que desearía el votante de centro, constitucionalista, harto y enérgico.

Claro que si Josep Borrell se hubiese presentado como cabeza de lista de una candidatura integrada por los partidos constitucionalistas otro gallo cantaría, ya que de músicas hablamos. Pero a nadie le interesaba que este hombre volviera a la palestra del escaño. Si me lo preguntase, a mí, que soy naides que diría en lunfardo Borges, le sugeriría que el socialista leridano adoptase como canción de batalla el tango “Cambalache”, amargo y con una verdad tremenda en la letra que contiene perlas tales como “los inmorales nos han igualao” o “todo es igual, nada es mejor, lo mismo un burro que un gran profesor”.

Sí, querido elector, no pienses más, sentáte a un lao que a nadie importa si naciste honrao. Y dentro de quince años volvemos a hablar.

Miquel Giménez

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