Opinión

Sánchez en alpargatas y España, desnuda

El inclemente verano -el tarifazo, los mena y la caída de Afganistán- ha demostrado en 41 días que la crisis de Gobierno del 10 de julio no ha servido para nada. Sánchez está en alpargatas y España, desnuda ante el frío otoño que se avecina

Sánchez en alpargatas y España, desnuda
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.

"Desde hoy comienza el Gobierno de la recuperación, un Gobierno de mujeres y de hombres para superar por completo la peor calamidad vivida por la humanidad en décadas y aprovechar una oportunidad excepcional de poner en pie una España mejor".

Así vendía el 10 de julio el presidente del Gobierno la mayor remodelación de su Ejecutivo. Poco más de un mes después, se ha visto que todo era humo, y agosto y una foto en alpargatas han dejado claro que Sánchez está descalzo políticamente, sin un plan para España y con un Consejo de Ministros donde sobran la mitad y en la que muchos, no se soportan.

“Necesitábamos cargar las pilas y rejuvenecer”, aseguró ufano Sánchez hace sólo 41 días. En ese tiempo, tres crisis consecutivas han dejado claro que este Gobierno de dos almas no funciona, que hay ministros como Marlaska que son un constante problema y otros, como Garzón, un florero intocable cargado de asesores y gasto inútil.

Y además, como el mal endémico que afecta a todos los gobiernos en España sean azules o rojos, la comunicación es un auténtico desastre que amplifica y alimenta los problemas.

Poco después de la remodelación del Ejecutivo que iba a permitir encarar a Sánchez el resto de legislatura sin más preocupación que gestionar el maná de los fondos europeos como principal arma para remontar unas encuestas que le alejan hoy del sueño de repetir en Moncloa, el tarifazo eléctrico vino a sacudir el ferragosto español.

Mientras los españoles sufrían la concatenación de récords históricos en el precio de la tarifa eléctrica en plena ola de calor y las eléctricas vaciaban los pantanos para poner a tope las turbinas con pólvora del rey –el agua desembalsada- y producir energía en el momento en que más cara se pagaba, el Ejecutivo mareaba la perdiz con una intervención de la ministra del ramo que debía calmar los ánimos.

La inefable Teresa Ribera –ascendida a vicepresidenta en la remodelación ‘salvadora’ de julio- tardó varios días en hablar y, cuando lo hizo en la SER, la lió. En el PSOE se llevaron las manos a la cabeza: tras varios días preparando la intervención, acabó apoyando una eléctrica pública –reivindicación de sus socios de Podemos-, una idea que apenas unas horas después era descalificada por la vicepresidenta Nadia Calviño.

Alberto Garzón, ese ministro que cuando habla sube la carne –aún resuenan los gritos de su compañero Luis Planas en el Ministerio de Agricultura cuando el de IU pidió poner coto al chuletón, él que en su boda puso solomillo a la brasa para 270 invitados- decidía que mejor no decir nada sobre la luz y hacer mutis por el foro. Total, solo es el ministro de Consumo y bastante tiene con haber salvado su cabeza y la de los 579 empleados de su ministerio en la remodelación de julio.

“Si no estuvieran en el Gobierno, estoy seguro de que Podemos estaría ya protestando en la calle", aseguraban fuentes socialistas a Vozpópuli. La factura de la luz no para de aumentar, y este mismo viernes alcanzó el segundo mayor registro de la historia al marcar los 117,14 euros por megavatio hora. La subida disparada de estas semanas se ha comido ya la única medida real tomada por Sánchez: bajar el IVA del 21% al 10% hasta diciembre y suspender temporalmente el impuesto sobre la generación. Y las previsiones es que siga subiendo por lo menos hasta los 125 euros de pico en noviembre, según el mercado de futuros financieros. Casi nada.

Con la luz disparada y Calviño enmendando a Ribera por apoyar una eléctrica pública; con Podemos enfrentado a Marlaska por escrito con los Mena, le estalló Kabul al único ministro que parecía mejorar la nefasta gestión de González Laya"

Con la luz disparada y sin perspectiva de bajar, otro asunto ha puesto en solfa la bronca interna en el Gobierno de coalición entre el PSOE y los ‘intocables’ de Podemos: los mena marroquíes. El ministro de Interior, Grande Marlaska, devuelve a los menores e intenta escurrir el bulto culpando a Ceuta. La Justicia le descubre un mail que deja clara su responsabilidad y la parte morada del Ejecutivo, por escrito y con la ministra Belarra, le saca los colores y pide detener las devoluciones.

El ministro ha acumulado desde su nombramiento un reguero de polémicas, desde la destitución de Pérez de los Cobos y su marginación cuando la justicia le ha dado la razón, al ascenso del polémico comisario Lenín, el constante acercamiento de presos de ETA de cada viernes, la incapacidad de frenar la incesante llegada de pateras, el fiasco del cierre de la investigación sin avance alguno de los sobres con balas el 4-M o la compra de una cinta de correr por 2.800 euros para la vivienda del ministro… Tampoco fue removido en la crisis de julio y hoy, solo seis semanas después, parece más abrasado que nunca.

Y para rematar este verano inclemente para Sánchez y su Gobierno –y para España-, Afganistán. Al único ministro que parecía haber traído energía nueva, José Manuel Albares, vetado y enviado a París por Iván Redondo en su día, que estaba arreglando el desaguisado montado por la nefasta González Laya y su negligente equipo –su mano derecha ya está imputada por la entrada ilegal de Ghali, el líder Polisario, en España- le ha estallado la crisis de los Talibán.

Hemos llegado tarde, como siempre y con la imprevisión que ahora denuncia el mayor sindicato en Exteriores, pero al menos, hay servidores públicos que saben lo que significa eso: servir. El embajador Gabriel Ferrán, cesado el 3 de agosto un mes antes de concluir su mandato y en funciones, se ha quedado allí con su segunda de la legación, Paula Sánchez, y 17 miembros de los GEO y la UIP para intentar sacar a todos los colaboradores que en algún momento trabajaron con España.

Sánchez, mientras España pasaba sin solucion de continuidad del tarifazo a la bronca por los mena y a la histórica caída de Afganistán en este verano que vivimos peligrosamente, hacía oídos sordos a las peticiones no solo de la oposición –también en las propias filas socialistas- para que imitara a otros líderes mundiales –de Macron a Trudeau pasando por el decepcionante Biden- e interrumpiera sus vacaciones en La Mareta, un regalo de Hussein de Jordania al hoy ‘exiliado’ rey emérito al que no le hacen ascos en Moncloa…

Sánchez ha preferido permanecer impertérrito en el palacete. Y en el equipo de comunicación del presidente sólo tuvieron a bien difundir por Twitter una imagen en su improvisado despacho donde destacaban unos zapatos de verano o alpargatas igual de chocantes. “Una vergüenza que los medios hablen de las alpargatas”, decían en el Gobierno, pero los pies del presidente eran convenientemente censurados en las fotos oficiales que luego difundió Moncloa. A ellos también les pareció chocante a posteriori. Los pies (y las alpargatas) desaparecieron.

Iván Redondo y las alpargatas

Como bien apuntaba la consejera madrileña ex de Cs y hoy independiente, Marta Rivera, “si el presidente del gobierno hubiese interrumpido sus vacaciones ante la peor crisis internacional de los últimos tiempos y estuviese trabajando en su despacho, nadie se habría fijado en su calzado”. Pero hasta para eso, la crisis de julio no solo no ha servido para nada sino que ha empeorado la situación: no pocos de los que rodeaban a Iván Redondo dicen hoy por las esquinas que “con Iván, esto nunca hubiera pasado”.

La crisis de Gobierno del 10 de julio no sirvió para nada salvo para demostrar que hay una parte ‘intocable’ y enfrentada a muchos de los ministros del PSOE –Calviño, Marlaska, Escrivá-; que otros han salvado el cuello pese a su mala gestión –Ribera o el propio Marlaska- y que hasta la comunicación y la coordinación ha empeorado tras la defenestración de Redondo. Y además, el presidente no está dispuesto a ningún sacrificio personal. La imagen de las 'alpargatas' de Sánchez resume lo que ha sido este verano: el rey está descalzo y España, desnuda y a la intemperie. Y en otoño, con el final de los ERTE, va a hacer mucho frío...

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