Amor, si tu dolor fuera mío y el mío tuyo, qué bonito sería, cantaba el desaparecido Camilo Sesto, que sin querer nos regala un momento de unas sus canciones para que pensemos en el destrozo institucional que el PSOE y Unidas Podemos están haciendo a este país. He escrito destrozo, pero hay aún unas cuantas palabras más que valdrían para definir el poco rigor y la nula decencia política que gastan estos dos partidos ante la desesperación de los ciudadanos, que o bien no salen de su asombro o simplemente pasan de semejante compañía.
Por un momento, en la madrugada del lunes, mientras veíamos la última gesta de Nadal, muchos pensamos que no era posible que este fuera el mismo país que alberga la grandeza y el honor de un deportista como Rafa Nadal y la miseria y falta de templanza de la que hacen gala Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. Lo único que nos anima ante semejante circunstancia es comprobar que España es desde hace muchos siglos un país inmune a la estulticia política, que soporta la mediocridad, el arribismo y la falta de patriotismo de sus líderes con verdadera admiración. Si algo entendieran acerca de esto no estaríamos así desde hace años, sin presupuestos -Montoro, ¡qué grande, jubilado y con tus cuentas del Reino en activo!-, con un Poder Judicial caducado y atado de manos, un Congreso inactivo con una presidenta inane que va y viene a La Zarzuela con la misma diligencia y dignidad que podría hacerlo un bedel, con una crisis que llama a la puerta, con Cataluña patas arriba y Rufián de árbitro del partido. Y el desempleo campando a sus anchas otra vez. España instalada en la anomia, que con razón declara Felipe González.
El único responsable, aunque que se esconda en el burladero de Carmen Calvo y sus barrocas explicaciones, es el presidente en funciones
Las cuadernas de España han de ser muy sólidas para aguantar la erosión que llega de unos partidos alejados de la calle con la misma insistencia con que dejaron sus principios, cuando los tuvieron. Ahora todo es cálculo, demoscopia, relato, mentira, pose, teatrillo... Cualquier cosa menos que mi electorado -el de izquierdas en general-, entienda que soy yo el que lleva a este país a unas nuevas elecciones, las cuartas en cuatro años. Ay, Camilo, pobre Camilo Sesto, viejo, desfigurado y abandonado, qué bien te quiere España y qué bien te entierra, y cómo lo recuerdas un día como hoy sin necesidad alguna de pensar en Pedro y Pablo: La distancia fue creciendo y nuestro amor disminuyendo, sin esperanza.
El único culpable
Pero no nos perdamos en la maleza. El único responsable, por mucho que se tape y esconda en el burladero de Carmen Calvo y sus barrocas explicaciones es el presidente en funciones; Sánchez es el único, el principal responsable. Él, un presidente con casa y colchón nuevo en La Moncloa pero que todavía no ha sido elegido por el pueblo español. Habrá que recordar que es presidente por una moción de censura en aquellos tiempos en los que ni siquiera era diputado. Él, que aún no se ha enterado que parte de la palabra imposible no entiende cuando piensa lo que dan de sí 123 diputados; él, que calla cuando su vicepresidenta asegura que la situación es tal que esto empieza a no depender de ellos. ¿Pues de quién depende señora Calvo? Ni siquiera les sirve un voto en la investidura gratis et amore por parte de Podemos porque les da miedo el escenario posterior. ¿Entonces qué? Qué juego es este, qué manera de perder el tiempo están gastando para demostrarnos que el malo es el otro.
El relato, la tontería esa del relato, palabro indecente que se utiliza para no decir ausencia de vergüenza, cobardía, ignominia y deslealtad con España. Estamos atados por la cobardía del lenguaje, que dice Gregorio Morán. Igual ha llegado el momento de que dejen de jugar con nosotros ¿no le parece a usted señor del PSOE, señor de Podemos?
Nos han colocado en el mismo escenario que estaba Mariano Rajoy en 2016, pero con una diferencia. El entonces presidente tuvo la idea de no aceptar un encargo para la investidura porque no la tenía asegurada. Y fuimos muchos los que criticamos duramente su pasividad e inacción. Hoy se comprende mejor aquello. Sin apoyos no se puede, no se debe ir al Parlamento a hacer el ridículo, o el panoli como en este caso. Es lo que va de la decencia a la frivolidad.
De cómo se las gastan y aprovechan las oportunidades estos días PP y Ciudadanos hablaremos en otro momento. Es glorioso el lamento del Pablo Casado a Albert Rivera a propósito de las listas conjuntas: "¿Queremos que gobierne Sánchez o no?". Quieren.
Mientras tanto recordemos a Casado y a Rivera lo que cantaba Camilo: Tarde o temprano, algún sueño se cumple, y pasan los días sin que el cielo se nuble. No es Benedetti, pero para lo que aquí nos trae, vale.