Se vuelve a hablar de la revolución de una y otra parte, podemitas y abascales. En otro plano lo ha hecho, por ejemplo, Emilio Lledó al decir recibiendo un premio que, a su entender, “tenemos que hacer de la educación algo esencial y vivo y organizar la vida cultural desde una revolución, en el sentido más profundo”. Por esa ruta, pudiéramos estar incubando el antagonismo cainita y reencontrarnos con la revolución pendiente que iban aplazando los camaradas falangistas del León de Fuengirola, capaces de hacer de sus camisas viejas un sostén para toda la vida sin dejar de lucrarse como botín de guerra con el "¡urbaniza, que algo queda!". Mientras, enfrente, como nos cuenta Ken Loach en Tierra y Libertad, se ensayaba otro modelo siguiendo las directrices del Poum en el frente de Aragón.
El último parte de guerra tiene fecha del 1º de abril de 1939, Tercer Año Triunfal, pero la Constitución que permitió terminar con la división de vencedores y vencidos e inaugurar la paz reconciliadora no la conseguimos hasta diciembre de 1978. En ese interregno de casi ocho lustros, las balconadas de las casas consistoriales fungían también como arengarios a los que se encaramaba el Caudillo para dirigirse los congregados en las plazas de los ayuntamientos de los municipios que visitaba. Los periódicos del día siguiente referían el entusiasmo de la multitud e incorporaban para mayor animación interrupciones anónimas atribuidas a “una voz” temeraria que tuteaba a Su Excelencia diciendo: “Franco, haz la revolución”. Propuesta que daba pie el orador para simulando un diálogo espontáneo replicar: “La estamos haciendo”.
La espada de Franco
Aquí, vienen como de molde las palabras de Franco el sábado 20 de mayo de 1939, después de la ceremonia religiosa de acción de gracias que se celebró a partir de las 10 de la mañana en la madrileña iglesia de Santa Bárbara con acopio de toda suerte de imágenes, reliquias y símbolos. Así, el Santo Cristo de Lepanto, traído de la catedral de Barcelona; la imagen de Nuestra Señora de Atocha, con el manto regalado por la reina Isabel II; el Arca Santa de Oviedo; y las Cadenas de Navarra, ganadas en las Navas de Tolosa aportadas por la colegiata de Roncesvalles. La misa fue de pontifical y estuvo oficiada por 19 obispos encabezados por el cardenal Isidro Gomá, titular de Toledo y primado de España quien atribuyó a la espada de Franco haber terminado para siempre en España con el pensamiento de Kant.
Quienes venían de las más duras batallas de tres años de guerra, quedaban emplazadas a otras más decisivas contra el espíritu de la Enciclopedia
Cuentan las crónicas que, terminada la liturgia, el cortejo salió de la iglesia, bajó por la calle de Bárbara de Braganza, giró a la derecha por el paseo de Recoletos, cruzó Cibeles y accedió al patio central del Banco de España, donde el general Andrés Saliquet, jefe del Ejército del Centro, iba a ofrecer un Vino de Honor al Generalísimo y a los generales, jefes y oficiales que la víspera habían desfilado al mando de 120.000 hombres por el paseo de la Castellana. En breve y encendida arenga Franco hizo el elogio del soldado español, para el que no fueron obstáculos ni las nieves de Teruel ni los riscos terribles del Pirineo. Luego marcó nuevos y más ambiciosos horizontes y tuvo el atrevimiento de hablar de revolución, precisando que esa palabra no debiera asustar (momento en que estalló una enorme ovación con gritos de Franco, Franco, Franco coreados por los de uniforme).
Entonces, para definir el objetivo a alcanzar, añadió: “Nosotros tenemos ahora que derribar la frivolidad de un siglo, que desterrar hasta los últimos vestigios del fatal espíritu de la Enciclopedia”. Así que, quienes venían de las más duras batallas de tres años de guerra, quedaban emplazadas a otras más decisivas contra el espíritu de la Enciclopedia. Soldados valerosos, apenas instruidos, quedaban convocados para esa arremetida anunciada contra la Enciclopedia y podemos imaginarlos de vuelta a casa tirando el Espasa por la ventana.
En todo caso, Señoras y Señores, apresúrense a leer y subrayar la columna titulada Delitos contra la Constitución: rebelión y sedición, que firmaba el lunes 28 de noviembre en diario El País el catedrático y exministro de Justicia Tomás de la Quadra, donde expresa su discrepancia con el Gobierno y con la línea editorial del periódico. Que Dios se lo pague.
S.Johnson
Pero es que, Don Miguel Ángel, y una vez leído el artículo que recomienda, el problema es que aquí NADIE ha pretendido ni pretende defender la Constitución, el Estado ni mucho menos España, sino precisamente TODO LO CONTRARIO. ¿Cómo pretende que los traidores que tienen como objetivo primordial traicionar mas pronto que tarde hagan leyes para castigar la, alta o baja, traición? Como encargar a un vegano de la carnicería.
Pontevedresa
Mejor hablar de Franco, que de las leyes infames que nos mete la que gobierna España la sra. Montero, mientras que el fatuo de la Moncloa reina como el Capitan Tan, a lo largo y ancho de este mundo, usurpándole al Rey nuestra representación en el extranjero. Vd. siempre evitando entrar a fondo a la actualidad.