Opinión

Un gueto de 15 minutos

La vida idealizada de un pueblo en la ciudad, pero con el objetivo de eliminar los trayectos, la necesidad de desplazarse a otra zona en busca de servicios

  • Imagen de una autovía en una jornada con altos niveles de contaminación. -

Se acercan las elecciones municipales, y a pesar de los escándalos del PSOE, todo indica que en la campaña electoral será protagonista el programa verde. Una carrera climática calentada por candidatos en la inopia ecosostenible que defienden la "ciudad de los 15 minutos". Parece un concepto bucólico, lleno de bondad y paz que otorga al político un aura verde con la que por fin será portador de la eterna e inquietante promesa electoral de hacernos felices, aunque para ello tenga que arruinarnos la vida. Todos los servicios estarán al alcance de la mano sin necesidad de coger el coche. Plazas, parques, polideportivos, teatros… La vida de cualquier barrio no marginal.

La vida idealizada de un pueblo en la ciudad, pero con el objetivo de eliminar los trayectos, la necesidad de desplazarse a otra zona en busca de servicios. Reducir el CO2 y acabar con la propiedad del coche. Todo son ventajas para los alienados climáticos, que no pueden entender que alguien tenga dudas ni plantee objeciones a los siniestros problemas de una idea tan cuqui, verde y feminista. 

Denunciar el control, la pérdida de libertad y movilidad de los ciudadanos a merced de una decisión política que sólo ha de invocar una eco-emergencia o una supuesta causa mayor, como el clima, es de negacionistas climáticos. Tras la implantación de este concepto de ciudad de los 15 minutos en Oxfordshire, la revista Forbes describió a quienes señalaron sus funestas consecuencias como una exageración propia de conspiranoicos de ultra derecha, bebelejías, antivacunas, pro-brexit y ´negacionistas´ que ven fantasmas en todas partes. Así se perfila el mapa para señalar al conspiracionista, la forma más eficaz de silenciamiento y sumisión ante un proyecto vestido de clima que no admite debate por su absoluta bondad. "El mayor logro del diablo es convencernos de que no existe» es el perfecto resumen de la «ciudad de los 15 minutos". Resulta poético que la pronunciase Baudelaire, cuya vida fue consumida por los excesos de la modernidad mientras la despreciaba en París, en una urbe que se deshumanizaba, pero donde buscaba el destello de luz entre la oscuridad del mal y el absurdo.

Así se perfila el mapa para señalar al conspiracionista, la forma más eficaz de silenciamiento y sumisión ante un proyecto vestido de clima que no admite debate por su absoluta bondad

Se empieza ofreciendo todos los servicios a 15 minutos sin coche, un oasis climático, barrios «animados y acogedores» reza la propaganda del nuevo Urbanismo feliz, de Huxley. Que vaya entrando. Que trague. Pero la finalidad de zero emisiones delata la única forma de hacer realidad esa Arcadia: a través del control tecnológico de nuestros movimientos. Códigos QR, cámaras como las de Madrid Central o las de Oxford, que no servirán para atrapar delincuentes, sino que usted se convertirá en uno si quiere salir del gueto cuando el índice de contaminación suba.

El paraíso verde de la movilidad es acabar con ella. El fin del coche particular, que puede llevarle algo más lejos de su marginal barrio a otro con mejores restaurantes, tiendas y canchas de baloncesto sin 50 menas en el mejor de los casos. La ciudad de los 15 minutos es la ruptura social absoluta que crea castas con barreras de entrada tecnológicas a los barrios ricos. Pertenece al gueto según la vivienda que pueda pagar, del que no podrá salir para que no tengan que compartir parque con usted los del área acaudalada. Ya no necesitan hacer urbanizaciones privadas gracias al control de la movilidad en nombre del clima. A usted le pondrán un centro cívico o un parque tomado por pandilleros para que no vaya al Retiro. La ciudad de los 15 minutos convierte la movilidad en excepcional, costosa y laboriosa, como lo era antaño sin el verdadero progreso que ha supuesto el transporte para la Humanidad.

La ciudad de los 15 minutos convierte la movilidad en excepcional, costosa y laboriosa, como lo era antaño sin el verdadero progreso que ha supuesto el transporte para la Humanidad

Carlos Moreno, el creador del concepto de "ciudad de 15 minutos", es un urbanista que se exilió a Francia cuando el ejército colombiano lo perseguía por su pertenencia a la guerrilla terrorista del M-19. Alguien de izquierdas siempre tiene futuro en París. Allí se dedicó a desarrollar sistemas de control digital para los reactores nucleares franceses y más tarde se pasó al diseño de "ciudades inteligentes". En 2016 fue la estrella en la Cumbre del Clima de París, la COP´ 21, donde presentó el proyecto de "ciudad de 15 minutos". Desde entonces se dedica a viajar por el mundo recibiendo lucrativos premios y es el principal asesor de la peor alcaldesa de París, Anne Hidalgo, que empieza a implantar su proyecto. Y por supuesto, reconoce abiertamente y con orgullo que la pandemia COVID-19 fue esencial para que este proyecto climático se percibiese positivo y tuviese un impulso mundial como solución a los problemas.

No entiendo que alguien lo relacione con el comunismo tiránico sólo porque fuese guerrillero del M-19 en Colombia ¿Qué clase de conspiranoico puede creer que la ciudad de 15 minutos se debe a un plan de las élites globales sólo porque naciese en la COP´21, sea promovido por el Foro Económico Mundial y lo apoye con ilimitados fondos ONU-Hábitat? Las teorías de la conspiración son una locura, afirma Moreno. Es mejor que confíen en la bondad de quien quiere acabar con la propiedad del automóvil y crear barreras sociales por nivel de renta. El caramelo para que trague es una cómoda ciudad-cárcel, el gueto y urbes "liberadas" de coches para reducir el uso de combustibles fósiles, donde los únicos liberados serán los de mayores niveles de renta.

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