La antigua religión fundada por el iranio Mani en el siglo III d.C., el maniqueísmo, concebía la realidad como la confrontación entre la Luz y la Oscuridad, entre el Bien absoluto y el Mal ilimitado, y la salvación de los seres humanos consistiría en situarse en el lado correcto, el luminoso, apartándose del sombrío y maligno, mediante la oración y las prácticas ascéticas. En otro orden de cosas, dando un considerable salto en el tiempo, también se basa en una concepción dualista de enfrentamiento de dos elementos irreductibles la dialéctica amigo-enemigo, que el pensador pronazi Carl Schmitt propuso como base de la dinámica política. El objetivo de la vida pública no sería el equilibrio o el entendimiento, sino la liquidación y la derrota total del oponente.
Desde esta perspectiva, podemos clasificar las democracias como de consenso o de confrontación. Las primeras huirían de las dicotomías inflexibles y excluyentes y se centrarían en la búsqueda de espacios de mutuo reconocimiento y de acuerdos constructivos mientras las segundas pondrían el acento en el descabalgamiento del adversario y su completa eliminación. Cuando yo llegué al Parlamento Europeo en 1999 mi experiencia previa de once años en el Parlamento de Cataluña me había entrenado para el combate directo con un gobierno totalitario y supremacista, el encabezado por el nacionalista Jordi Pujol, que pugnaba por imponer mediante la coacción un modelo cultural y lingüístico homogéneo en una sociedad plural, con las consiguientes tensiones sociales que ya entonces dividieron dolorosamente a los catalanes en buenos y malos, en ortodoxos y herejes, en elegidos y réprobos. Pronto comprobé, para mi sorpresa, que en Bruselas y Estrasburgo la dinámica de la Cámara comunitaria era muy distinta. El entramado europeo formado por el Consejo, la Comisión, el Parlamento y el Tribunal, fueron definidos por los padres fundadores, tras la devastación de la Segunda Gran Guerra, como un conjunto de instituciones, procedimientos y principios diseñados para alcanzar pactos y puntos de coincidencia construidos mediante la argumentación racional y la aceptación parcial de las tesis del contrario. Confieso que me costó adaptarme a este escenario hasta entonces inédito para mí, pero una vez sumergido en sus calmadas aguas, llegué a moverme dentro de su perímetro sin mayores dificultades. Baste decir que, como uno de los vicepresidentes encargados de la conciliación o tercera lectura de las piezas legislativas, jamás fallé una y todas las que me fueron encomendadas se culminaron sin excepción con éxito.
Estos tropiezos se resolvían sin grandes alharacas sobre la marcha sin que nadie se empeñase en hacer sangre y la solución era que el Estado Miembro concernido cambiase su propuesta o que al controvertido se le asignase otra área de responsabilidad más afín a su perfil
Aquel espíritu originario, orientado precisamente a evitar conflictos violentos entre europeos, presenta hoy síntomas preocupantes de deterioro. La designación de Comisarios siempre había sido fruto de negociaciones, arduas y complejas sin duda, por la dificultad de armonizar intereses nacionales, posiciones de partido, preferencias personales y opciones ideológicas, pero todo ello se discutía previamente tras los bastidores y llegaba al Parlamento debidamente hilvanado. Si surgía algún problema de última hora, una candidata sospechosa de corrupción, un candidato culpable de comentarios inadecuados sobre el matrimonio homosexual, un aspirante notoriamente incompetente para la cartera asignada, estos tropiezos se resolvían sin grandes alharacas sobre la marcha sin que nadie se empeñase en hacer sangre y la solución era que el Estado Miembro concernido cambiase su propuesta o que al controvertido se le asignase otra área de responsabilidad más afín a su perfil.
Esta forma de proceder tan civilizada brilla en estos días por su ausencia en las audiciones de los candidatos a Comisario. El empecinamiento de los socialistas en mantener a toda costa a Teresa Ribera pese al rechazo frontal del primer grupo del Parlamento, el Popular, y su amenaza de bloquear a los demás candidatos de la derecha, con especial hostilidad hacia el húngaro y el italiano, hace balancear en la cuerda floja al conjunto del Colegio de Comisarios e incluso a la propia Ursula von der Leyen. Si el resultado de esta salvaje trifulca fuese que la aprobación de la Comisión en ciernes saltase por los aires, el daño al proyecto de integración y al prestigio de la Unión Europea en el plano internacional sería tremendo.
En el vasto campo geopolítico global se van consolidando dos bloques antagónicos sentados sobre los volcanes de Ucrania y de Gaza, crecientemente sometidos al riesgo de una colisión catastrófica como en los aciagos tiempos de la Guerra Fría
Este panorama inquietante parece ser una peligrosa característica del mundo actual. Estados Unidos está escindido en dos, en no pocos países occidentales gobierno y oposición chocan a cara de perro en una lucha sin prisioneros, en particular en España la mayoría gubernamental apoya su estrategia electoral y política en la demonización inmisericorde de la alternativa sin darle cuartel ni respiro y en el vasto campo geopolítico global se van consolidando dos bloques antagónicos sentados sobre los volcanes de Ucrania y de Gaza, crecientemente sometidos al riesgo de una colisión catastrófica como en los aciagos tiempos de la Guerra Fría.
Es urgente dejar de alimentar este fuego potencialmente arrasador, recuperar la sensatez y volver al lúcido enfoque que permitió a los esclarecidos artífices de la Unión Europea trazar un camino que pusiese a la humanidad a salvo de sus ancestrales pulsiones maniqueas.