Frente a una cuasi-unanimidad en la prensa y políticos patrios, mantengo que lo que está sucediendo en Venezuela no tiene nada que ver con esas palabras tan manoseadas, democracia y/o libertad. Constituye la enésima pieza de ajedrez en el tablero geopolítico, equivalente a esas otras ya utilizadas, y en su mayoría fallidas y rotas, como Irak, Libia, Egipto, Ucrania, o Siria… Ello no quiere decir que desde estas líneas me posicione a favor de Maduro. En absoluto. Simplemente que nadie tiene autoridad moral para colocar o poner presidentes en naciones soberanas, menos por intereses económicos o ideológicos, y, sobretodo, cuando nos encontramos ante un país partido en dos. Llegado a un punto crítico, la probabilidad de conflicto civil armado es muy alta. Y al igual de lo acontecido en Siria, todos los políticos irresponsables que han estado echando leña al fuego no asumirán sus responsabilidades. Para confirmar que lo que está aconteciendo en Venezuela es así basta echar una ojeada a las noticias de este fin de semana sobre como Trump montó la operación para derribar a Maduro.
Permítanme extenderme en el concepto de autoridad moral. La probabilidad de guerra civil u otra forma más sibilina de intervención armada en Venezuela no es nada desdeñable. Y con eso no se juega. No tiene sentido que uno se declare pacifista pero que se reserve sus objeciones únicamente para las formas más abiertas de guerra. Una mirada a lo que Occidente hizo a Libia y Siria muestra que cientos de miles de personas pueden ser asesinadas, millones desplazadas, y desencadenarse desastres humanitarios más allá de lo que nuestra capacidad pueda imaginar, sin ninguna invasión convencional abierta. No entiendo para nada la narrativa de la inmensa mayoría de los políticos europeos, correveidiles de los Estados Unidos.
Con la Gran Recesión, Europa tuvo la oportunidad de cambiar la hoja de ruta, de impulsar un modelo cooperativo global, lo que pasaba sin duda por desligarse definitivamente del yugo anglosajón. Pero no lo hizo. En consecuencia entramos en un escenario alternativo de conflicto. Recomiendo encarecidamente la lectura atenta de un libro visionario, del gran Franck Biancheri, uno de los impulsores de las becas Erasmus: “The World Crisis: The Path to the World Afterwards”. Biancheri detallaba estos dos escenarios. Al final, la senda seguida por Europa nos encaminó a un mundo en conflicto, que Franck, con más de 10 años de antelación predijo (Ucrania, Libia, Egipto, Siria o lo que ahora puede acontecer en Venezuela).
Detrás del caso venezolano se esconde la certeza de que a no mucho tardar Estados Unidos va a perder su hegemonía en favor de China
El problema de fondo es que el imperio dominante, el estadounidense, se encuentra bajo la certeza de que en poco tiempo va a perder su hegemonía en favor de otro, el chino. Detrás de todo, una realidad: nadie puede competir con China, que aprovechó el hueco y la oportunidad que le dio Occidente. Va a recuperar el trono mundial que ejerció durante milenios. Los últimos 150 años son, en la interpretación china, un paréntesis de cuyos errores han aprendido. Estados Unidos lo sabe y trata de ganar tiempo e influencia para, llegado el momento, no quedarse descolocado. De Europa, olvídense; líderes menguantes, carentes en su inmensa mayoría de nociones históricas básicas. Tampoco me olvido del papel de Rusia, enorme potencia militar, pero insignificante económicamente, que se posicionará al lado de China. Lo que estamos viendo se puede resumir en una frase "China is not emerging. It is re-emerging."
Este razonamiento lo mantengo desde que empecé a analizar las derivadas políticas del sistema de gobernanza actual, el neoliberalismo, del Totalitarismo Invertido Actual al Fascismo. El impulso tecnológico y educativo de China es tan potente que es imparable. Nadie puede competir con un país con un desarrollo tecnológico como es el caso de China que además tiene un control estatal de la tierra, de la banca y una planificación estratégica de largo plazo. Solo un conflicto de orden militar puede frenar aquello que es inevitable. El peligro es que desde los Estados Unidos se haga esta interpretación, como creo que ya está ocurriendo.
Ello me permite introducir la Teoría de Conflictos del sociólogo y matemático noruego Johan Galtung, quien predijo, entre otras cosas, el colapso de la Unión Soviética, y advirtió que el poder global de Estados Unidos colapsará bajo la administración de Donald Trump. Le puso fecha, 2020. Galtung hace algunas décadas desarrolló una teoría del conflicto, basada en la idea de sincronizar y reforzar mutuamente las contradicciones, y que utiliza para hacer sus pronósticos. El modelo se fundamenta en comparar el ascenso y la caída de 10 imperios históricos. En 1996, escribió un artículo científico publicado por el Instituto de Análisis y Resolución de Conflictos de la Universidad George Mason advirtiendo que los Estados Unidos pronto seguirían el mismo camino que las construcciones imperiales anteriores: declinan y caen. Pero el libro principal que establece el pronóstico de Galtung lo publicó en 2009, “The Fall of the American Empire”. En él presenta las 15 contradicciones que se sincronizan y refuerzan mutuamente, y que afligen al país norteamericano y que, según él, conducirán a que el poder global de Estados Unidos termine en 2020.
El problema es que durante esta fase de decadencia es probable que Estados Unidos pase por una fase de "fascismo" reaccionario que provendría de la capacidad de una tremenda violencia global; una visión de la excepción estadounidense como la "nación más apta"; una creencia en una próxima guerra final entre el bien y el mal. Pero si sus aliados dejan de comportarse como tales, tendrán que valerse por sí mismos. Lo que predice Galtung es que el apoyo de sus otrora aliados no continuará más allá de 2020. ¿Será Venezuela la piedra de toque? Veremos.