Pedro Sánchez iba para pícaro, pero se pasó tres pueblos, y sin necesidad de subirse al Falcon. El presidente derrapa en la pista de su amor propio escuchando The Killers a toda pastilla mientras pasa revista a su mechón de canas en el retrovisor. Lo que comenzó como un manual de resistencia -algo así como una hagiografía en primera persona- va camino de obras completas encuadernadas en viscoelástica. Que no quede un colchón ni una institución en pie, el PSOE incluido.
Encerrado en su despacho de la Moncloa, Pedro Sánchez ensaya introspección mientras rasga el papel membrete con sus lápices de colores. Da igual que esté ensayando su caligrafía o decorando las iniciales de su nombre con corazones, él se siente, mejor dicho, se cree Churchill. Aunque más versado en el plagio o la cita de 'oídas' que en Cicerone, Sánchez comparte con el premier británico aquello que dijo Roosevelt: "Tiene 100 ideas en un solo día. Cuatro son buenas y las otras 96 son sumamente peligrosas".
Más que ideas, Sánchez tiene pajaritos preñados, el problema es que son siempre los mismos
Las de Sánchez son bastante menos que el centenar que el demócrata atribuyó a Churchill, y de las que quedan, propias, lo que se dice propias, tampoco hay demasiadas. Más que ideas, Sánchez tiene pajaritos preñados, el problema es que son siempre los mismos. Ese es el peligro, porque va camino de convertir las tórtolas que juegan al mus en la oquedad de su cráneo en una bandada a lo Melanie Daniels en el filme de Hitchcock.
“De quantas cosas me cansan/ fácilmente me defiendo,/ pero no puedo guardarme/ de los peligros de un necio”, escribió Lope en La Dorotea. Llevaba razón el fénix de los ingenios. En el bestiario de los entremeses, bastante peor es el necio que el tonto, porque su ignorancia entraña porfía y audacia. El necio, teniendo entendederas, no se molesta en aprender y termina por convertir en temeridad su empresa vanidosa … y de eso Pedro Sánchez va servido, de la una y otra.
'De quantas cosas me cansan/ fácilmente me defiendo,/ pero no puedo guardarme/ de los peligros de un necio', escribió Lope
El presidente de ficción -la invención de Iván Redondo- cultiva más el entremés que el libelo y no como autor, sino como protagonista. Se quedaron cortos el Humillos de Miguel de Cervantes o todos los asnos y las ranas que se inventó Esopo para glosar el engreimiento y la jactancia. Al lado de Sánchez cualquier necio parece cabal. Y aunque la constatación no mejora el asunto, distrae. Entre la tormenta de chascarrillos que levantó la colección de erratas, inexactitudes, boutades, plurales mayestáticos y la omisión de sus propios errores en su Manual de resistencia, hubo quien dijo que Pedro Sánchez acabaría en Sant Jordi. Seguro, lo hará firmando colchones.