Nuestros vecinos llevan 25 años intentando eliminar de la vida pública a los Le Pen. Primero al padre, Jean Marie, y luego a su hija, Marine, pero en las elecciones presidenciales francesas de 2017 tuvieron que inventarse aprisa y corriendo un Emmanuel Macron que pusiera el país En Marche, previa desaparición del Partido Socialista (PSF) de Francois Hollande y Manuel Valls y la reducción a la nada de los gaullistas del Rassemblement pour la République (RPR) de Nicolás Sarkozy.
Toda una 'operación de Estado', a la desesperada, para evitar que la ultraderecha alcanzara nada menos que la presidencia de una de las cinco potencias nucleares del mundo, con derecho a veto en el Consejo de Seguridad de la ONU.
Aún así, en las elecciones europeas del 26 de mayo, tras la dura protesta de los 'chalecos amarillos' con su explosión de ira y desafección, el Frente Nacional superó en eurodiputados a un Macron que ha quedado fuertemente debilitado para lo que le resta de mandato presidencial.
Con estos antecedentes, y desde mi profundo rechazo a lo que representa Vox y, sobre todo, un Javier Ortega Smith que el martes demostró una incalificable falta de empatía por el dolor ajeno, albergo, sin embargo, serias dudas de que aplicarles un cordón sanitario vaya a tener los poderes taumatúrgicos que se le quieren conferir.
Quienes lo plantean deberían reflexionar sobre lo siguiente: en esa Francia con sistema mayoritario de voto directo al candidato, donde el vuelco del voto en las segundas vueltas al candidato más votado en la primera es poco menos que una religión destinada a garantizar la estabilidad, Marine Le Pen sigue 25 años después. Así que es legítimo preguntarse ¿cuáles serían los efectos en esta España con un sistema electoral proporcional y de elección indirecta, parlamentaria, desde el presidente del Gobierno al último alcalde del municipio más pequeño?
¿Vamos a establecer como norma de gobierno la concentración PSOE/PP? ¿No es eso ceder gratis a los de Santiago Abascal la alternativa en próximas elecciones?
De los 8.100 municipios españoles, el PP gobierna 3.600, alrededor del 44,4%, y el PSOE unos 2.500, el 30,8%. En muchos de ellos, sobre todo en la España interior, Vox sacó representación. De hecho, fue el más votado en 278. El más grande, Cartagena (Murcia, 153.000 habitantes), seguido de Algeciras (Cádiz, 89.900), Ceuta (59.800), Roquetas de Mar (Almería, 54.600) y Valdemoro (Madrid, 52.000).
¿Vamos a establecer como norma de gobierno en esas instituciones la concentración PSOE/PP? ¿No es eso, en realidad, ceder gratis a los de Santiago Abascal la oposición, es decir, la alternativa en elecciones sucesivas?
'Moratón patriótico'
Estoy persuadido de que nuestro país, que ha acreditado en otras ocasiones resistencia o tragaderas, según quien opine, ante los fenómenos más alejados de la centralidad que quepa imaginar -recordemos que en el Congreso donde ahora se sientan 52 diputados, se sentaron hace 30 años seis de Batasuna con ETA todavía matando-, tiene capacidad más que suficiente para reabsorber el 'moratón patriótico'.
Sí, han leído bien. 'Moratón patriótico' es lo que, creo, es Vox. Una suerte de hiperventilación electoral de esa parte del cuerpo electoral -3,6 millones- que percibe lo que está ocurriendo en Cataluña como una amenaza a lo que es y a lo que siente. Cuando todo acabe, y acabará, no tengan duda, volverá la normalidad política... Así que no tomemos decisiones poco meditadas que prolonguen artificialmente la excepcionalidad.