Veinte días puede parecer poco tiempo, pero ha sido suficiente para que Podemos haya pasado de ocupar una vicepresidencia y varios ministerios a la más absoluta irrelevancia. De decir que Yolanda Díaz iría "a Podemos con respeto" tras las elecciones del 28-M a aceptar sin condiciones los requisitos que la líder de Sumar ha impuesto para que hubiese lugar para la coalición y así prolongar la vida de un partido agonizante.
Podemos ha anunciado su muerte política de manera televisada y en directo, con un Consejo Ciudadano Estatal en el que Ione Belarra, lejos de admitir error alguno, ha limitado su diagnóstico a señalar como culpables al "tsunami reaccionario" que vive Europa y al castigo de aquellos "que mandan sin presentarse a las elecciones". Todo ello con una escenografía de auténtico funeral: tan solo había que fijarse durante más de un segundo en las caras de la cúpula de Podemos, todos ellos sentados tras el puesto de orador.
La incredulidad se ha asentado en Podemos y es algo absolutamente lógico: hace un mes quería discutir el liderazgo de Yolanda Díaz en la izquierda mediante la celebración de unas primarias abiertas. Hoy han anunciado que asumirán "un papel modesto" y que se colocarán "detrás de Yolanda Díaz" para hacer lo que se les pida sin condición alguna: los dos vetos impuestos desde Sumar -a Pablo Echenique y a Irene Montero- son la mejor muestra de ello.
La muerte de Podemos comenzó a escenificarse en la madrugada del 28 de mayo. La formación morada solo consiguió escaños en seis comunidades autónomas y para más inri, casi ninguno de ellos -tan solo en Navarra- les permitía ser decisivos en la constitución de algún gobierno. Aquella jornada electoral supuso la pérdida de cinco de los seis gobiernos en los que participaban.
Mientras en Podemos esperaban los resultados para poder hacerse fuertes frente al Sumar, las urnas les devolvieron un tortazo en forma de debacle electoral. Y esto provocó el efecto contrario en la guerra abierta entre partidos: Yolanda Díaz, que ya había logrado pactar con el resto de formaciones a la izquierda del PSOE, pasó a tener la sartén por el mango. Y las exigencias de Podemos pasaron a ser meras peticiones.
El fiel reflejo de esta situación es la vivida durante esta semana y media. Ione Belarra anunció el pasado 9 de junio que había logrado un acuerdo con Sumar para ir en sus listas en las próximas elecciones generales, pero que había un precio a pagar: Irene Montero tenía que quedarse fuera, algo que desde Podemos no valoraban como una opción posible.
Desde Podemos han estirado el chicle todo lo posible: no solo sacó a todos sus políticos a protestar por lo sucedido, sino que también utilizó a su brazo mediático -Canal Red- para presionar a Yolanda Díaz. Una estrategia que, visto está, no ha surtido ningún efecto en la cúpula de Sumar. La operación 'salvar a la soldado Montero' no sirvió de nada.
Esto último es una muestra más de la agónica muerte de Podemos: ha pasado de redactar leyes en el Boletín Oficial del Estado a tener que resignarse y aceptar las imposiciones de Yolanda Díaz. La otra opción, la de mantener a Montero y concurrir en solitario el 23-J, era simplemente escribir una carta de suicidio y desaparición. Aunque desde Podemos traten de vestir su nuevo papel de subordinación de un sacrificio por el bien del país y frenar así a la extrema derecha, lo cierto es que esta es la única forma de asegurar que el partido perdure, aunque sea en un plano muy secundario. Lo que sí se puede decir ya es que aquel Podemos influyente y con una fuerte presencia en el Congreso morirá el próximo 23-J.