"Alucinante". La renuncia de Núñez Feijóo hizo temblar los cimientos de Génova. Nadie se esperaba su renuncia. Nadie auguraba tan abrupto final. También en el PP gallego la decisión provocó sorpresa, primero, y un desencanto después. "Cobardía" y "miedo" se alternaban con "prudencia y compromiso" al esgrimir las razones de la sublime decisión.
Feijóo lloró al desvelar su gran secreto. La escenografía desplegada en los jardines del hotel de Santiago presagiaban apoteosis. Era el mismo lugar en el que anunció hace dos años su tercera candidatura a la Xunta. También entonces lloró. Se comprometió a luchar sólo por 'Galicia, Galicia, Galicia'. Un compromiso que ahora se esgrime por quienes defienden la renuncia inesperada: "Esa rareza de cumplir con la palabra dada".
Dos largas semanas se tomó el presidente de la Xunta antes de revelar sus propósitos. El eterno indeciso, le llamaban por Madrid. "Dudas, recelos, miedos", comentan algunos dirigentes del PP gallego, conmocionados aún con la noticia. Primero, la vertiginosa renuncia de Rajoy, sin esperar a la resolución del sudoku sucesorio. Ahora, el encastillamiento de Feijóo, a quien todos veían como el claro sucesor, el hombre llamado a revitalizar un partido en aguda fase declinante.
El miedo es la tesis más manejada por la oposición gallega y por buena parte de la cúpula del PP en Madrid. Temor al efecto retroactivo de las famosas fotos con el narco Marcial Dorado, con una onda expansiva que dura ya cinco años. Temor a que haya más material comprometedor. "Eso es una bobada, han tenido oportunidad de hacerle daño muchas veces. En 2016, por ejemplo, cuando volvió a presentarse a la Xunta", dicen sus colaboradores. "No sacaron nada porque nada hay".
Un razonamiento débil. Esas fotos son tóxicas si se aspira a la presidencia del Gobierno de la Nación. Hace veinte años, en Galicia todo el mundo tenía algún amigo contrabandista. Se le concede la importancia justa. Quien aireó las famosas fotos de yate de Dorado, una reliquia vintage, quería borrar a Feijóo de la carrera del postmarianismo. Y lo ha conseguido, de acuerdo con una versión muy extendida.
¿Cobardía o prudencia?
La cobardía es otro de los motivos. "Se ha arrugado", señalan algunos compañeros. Reactivar el PP no es aventura sencilla. El auge de Ciudadanos, el abatimiento de su militancia, la hostilidad de los medios. "Sería operar un milagro", señalan en su entorno. Ya logró uno similar en 2006, cuando se puso al frente de un PP gallego prmoribundo. Lo sacó de las ruinas y lo llevó al poder, por tres veces consecutivas.
Repetir esa proeza, en Madrid, es casi un imposible. Vencer a Pedro Sánchez en las elecciones generales de dentro de dos años, tampoco se antoja sencillo. "Muy pocos triunfos en la mano para una apuesta tan arriesgada". Y Feijóo es 'cobarde', insisten sus rivales. 'Prudente' aseguran los suyos.
En las últimas semanas también le asaltaron las dudas sobre la propia interna del PP. Se adivinaba ya una pugna muy cerrada por la herencia de Rajoy. Con pesos pesados de primera. No estaba muy claro que pudiera imponerse en las seudoprimarias. "Hace unos meses era imbatible, el indiscutible, el primus inter pares. Ahora lo tenía más crudo", dicen fuentes del PP nacional.
Soraya Sáenz de Santamaría goza de una anuencia muy respetables entre la amplia militancia. Pablo Casado la tiene entre aquellos que huyeron rumbo a las filas de Rivera y de Vox. Dolores Cospedal es el 'aparato' y cuenta con respaldos en circunscripciones importantes. "Feijóo sólo se iría a Madrid de haber tenido clara su victoria en el congreso extraordinario", rematan. Y no lo tenía. "Quería que le fueran a buscar a Santiago y que le rogaran que se pusiera al frente del renqueante barco a la deriva", expresa con sorna un barón regional.
Dejar el acolchado trono gallego por una aventura tan preñada de incertidumbres no terminaba de convencerle. Su círculo más íntimo temía que los abandonara. Al igual que Rajoy, Feijóo tampoco tiene ordenada su sucesión en Galicia. "Se abriría una guerra que nos devolvería a los años de Cuiña", apuntan.
"Cumpliré mi contrato con los gallegos, que termina el 2020, y creo que las generales SON antes", apuntó en su última campaña electoral. "No le puedo fallar a los gallegos", insistió el lunes, entre balbuceos, voz entrecortada y una sensación de adiós a todo aquello con lo que tanto había soñado. El heredero incombustible apostaba por el descarte, la renuncia. Tiraba la toalla antes de presentar batalla. "Tiene un niño de dos años, también la familia cuenta en estos casos", señalan estas fuentes.
Una carrera acabada
Su carera política amenaza ruina, se comenta ente los populares. Tras el plantón en Madrid, ya no podrá aspirar a su cuarta reelección. Siempre había dicho que este era su último mandato, que no se presentaría a una cuarta reelección. Con tres ya basta, bromeaba. "En Galicia, el último no es el "darradeiro", se dice. O sea, que después del último viene el definitivo. Ahora lo tendrá más difícil. Ha defraudado a mucha gente que quería "un gallego de verdad en Moncloa, que mirara por Galicia". No podrá ser.
Hace quince días, cuando Rajoy anunció que había llegado el 'punto y final' ante su Junta Directiva, todas las miradas se posaron en Núñez Feijóo. Era el favorito, el incuestionable, el deseado. Santamaría y Cospedal aparecían difuminadas en ese momento de conmoción. Casado ni siquiera había asomado la patita. Rajoy no incurría en el 'dedazo' aznarista porque no hacía falta. Eso pensaban algunos. No todos. Posiblemente ni siquiera el propio Rajoy, quien insistió mucho, durante su discurso, en exhortar en pro de la unidad del partido. Lo veía venir. Seis candidatos en busca de un sillón. Y el eterno heredero, en casa y con un futuro incierto.