Leer, dibujar, estudiar, ver una película, jugar, cocinar… Muchos padres ya no encuentran la manera de entretener a sus hijos desde que el Gobierno decretó el estado de alarma y por tanto la prohibición de salir de casa si no es por un motivo justificado. Atrás quedaron las tardes de parque y de actividades extraescolares: toca convivir las 24 horas entre cuatro paredes.
El confinamiento al que se ven sometidos por la crisis del coronavirus puede acabar por pasar factura a los más pequeños de la casa. Frustación, miedo, tensión entre los miembros de la familia, patrones de sueño irregulares o aumento de peso son algunos de los efectos negativos que puede tener la cuarentena en los niños.
“Pueden experimentar miedo, incertidumbre, rabia, y pueden experimentar soledad. Pueden sentirse solos en medio de una casa llena de gente. Pueden sentir que estamos más pendientes del móvil o las noticias que de ellos”, explica a Vozpópuli Yolanda Rendal, psiquiatra en la Unidad de Salud Mental Infanto-Juvenil del hospital Son Espases (Palma). Para ella es fundamental que los padres acompañen a sus hijos “en este camino de instrospección” y aprovechen para enseñarles y hacerles saber que pueden contar con su apoyo.
“Podemos convertir el confinamiento en un juego y luchar contra el virus quedándonos en casa —porque así se aburrirá sin amigos y se marchará— o podemos crear un nuevo monstruo que existe, que es tangible y que, una vez pasada la cuarentena, sea un aliciente de angustia”, añade Rendal.
A veces hay que perder batallas para ganar la guerra”
Para Javier Quintero, psiquiatra y director de PsiKids, si no se actúa los niños "van a estar cada vez emocionalmente más vulnerables y aparecerá lo que llamamos la disforia, que en términos más visibles es irritabilidad". "Los niños al final están expresando emociones. Les hemos cambiado mucho su rutina y a veces es complicado que se regulen bien emocionalmente hablando", señala a este diario.
Por ello, para llevar el confinamiento de la mejor manera posible Quintero insiste en que a pesar de la situación excepcional se generen rutinas de todo tipo (ejercicio, alimentación, sueño...). Con él coincide Rendal: "Nuestra obligación como referentes es informarles de la situación. No hay que transmitir que estamos de vacaciones, debemos mantener rutinas dentro de lo posible", afirma la psiquiatra en este mismo sentido, aunque considera que los progenitores deben ser laxos en algunas normas: "A veces hay que perder batallas para ganar la guerra".
"Es frecuente que tengan regresiones"
Además de las citadas consecuencias, el neuropsicólogo Álvaro Bilbao destaca que se pueden producir otros efectos negativos que los padres no identifican con tanta facilidad. "Es frecuente que tengan regresiones, es decir, que retomen comportamientos de edades más precoces", apunta a preguntas de Vozpópuli.
Bilbao destaca la importancia de la actitud de los padres tengan con los hijos durante el tiempo que dure el confinamiento y les manda un mensaje de tranquilidad. "Si los padres están calmados; si saben hacer de esto una situación relativamente positiva; si les dedican algo de tiempo; si no pierden los nervios con excesiva facilidad los niños van a estar bien y no tendrán secuelas", señala el neuropsicólogo, que pone como ejemplo a los niños que por motivos de salud tienen que estar durante meses en la cama de un hospital sin poder salir y esto no les provoca secuelas psicológicas.
El neuropsicólogo recomienda a los padres que den "mucho afecto" a sus hijos "para que se sientan seguros". "Tenerlos activos aprendiendo y ayudando en casa es una buena manera de que se sientan útiles y estén más tranquilos, porque estamos satisfaciendo sus necesidades de aprendizaje", explica Bilbao, que coincide con Rendal y Quintero en la importancia de que se lleven a cabo rutinas.
A pesar de los efectos negativos que el confinamiento conlleva, los expertos insisten en la parte positiva, como puede ser mayor autononomía y motivación en los niños. "Como sociedad volveremos más fuertes, pero más vulnerables. Y eso, no tiene porque ser malo. Los niños nos están enseñando que la resiliencia viene de fábrica y que siempre tienen una sonrisa esperando a ser compartida", apunta Rendal.