"¿Cuánto cuesta una clase particular de inglés? Una hora. ¿Y una reparación de fontanería? Una hora. ¿Y una visita guiada por Barcelona? Una hora de tu tiempo". Este diálogo se repite cada vez en más rincones de la geografía española, propiciado por el auge de los conocidos como 'Bancos de Tiempo', una iniciativa social que ha cumplido 14 años en España, pero que debido a la crisis empieza a convertirse en una alternativa imprescindible para muchas personas.
Su dinámica es sencilla: se trata de crear una red de ciudadanos comprometidos y activos -de cualquier origen y condición- que intercambian experiencias y habilidades con el tiempo como única moneda de pago, de forma que cuanto más ayudan a los demás, más saldo consiguen ingresar en sus 'cuentas corrientes'. "El punto de partida es reconocer que la medida de una hora es igual para todo el mundo, da igual que se sea abogado o empleada doméstica", explica Josefina Altés, coordinadora del Proyecto Bancos del Tiempo de la Asociación Salud y Familia, pionera en traer esta idea a España.
"Hace falta ser especial para aceptar que todos somos iguales, y los socios de los Bancos de Tiempo son especiales", reconoce con orgullo Altés, que se sorprende de ver cómo en los últimos dos años, el número de estas asociaciones se ha duplicado en España. "Todo comenzó en 1998 en Barcelona con una organización integrada al 100% por mujeres y dedicada en exclusiva a la conciliación de vida laboral y familiar", recuerda. "Con el tiempo, se fue abriendo a todo tipo de colectivos y a todo tipo de objetivos, hasta alcanzar la cifra de 300 Bancos del Tiempo en España, aproximadamente".
"Hace falta ser especial para aceptar que todos somos iguales"
A pesar de que se crearon en tiempo de vacas gordas, estas redes de Bancos de Tiempo -que también traspasan fronteras en cooperación con Portugal e Italia, sobre todo- se han tenido que ir adaptando a las necesidades sociales de cada momento, especialmente con la crisis de los últimos cuatro años. Pero también, a los avances tecnológicos que se han dado en la última década. "Gracias a las Tecnologías de la Información, como los móviles, internet, redes sociales...etc, hemos conseguido dos cosas fundamentales: darnos a conocer con mayor facilidad y atraer a los más jóvenes", destaca Josefina Altés.
Otras iniciativas: monedas locales y el trueque
Además de los Bancos de Tiempo, se están recuperando prácticas tan antiguas como la del trueque -intercambio de un objeto en desuso por otro de similar valor-, que se actualizan para satisfacer la demanda creciente de la sociedad por ahorrarse todo aquello prescindible. Especial protagonismo está teniendo en el mundo de la moda, donde se ha convertido incluso en tendencia, y es que, ¿quién no guarda ropa en su armario que ya nunca se pone?
Así, en los últimos años han surgido tiendas y asociaciones que, mediante un sistema de puntos atribuidos a cada objeto entregado, permiten llevarse otro similar, en perfecto estado y con coste nulo.
Mención aparte merecen las monedas locales que están surgiendo en países como Grecia -por ejemplo, el TEM y el Ovolos- y que pretenden reavivar la economía de una región apoyando a los negocios minoristas. Estas propuestas -a medio camino entre los Bancos de Tiempo y el trueque- pretenden, en el fondo, relativizar el valor del dinero y fomentar la cooperación entre vecinos.
"¿Economía sumergida? No. Hablamos de amistad y ayuda entre vecinos, de cariño. Las relaciones humanas no tienen precio"
Los economistas responden a estas prácticas
Con el 21% de la sociedad española por debajo del umbral de pobreza, numerosos economistas defienden estas prácticas como 'vía de escape natural' para aliviar la presión social y para dar cobijo a las personas que se han quedado fuera del paraguas del Estado del Bienestar. Sin embargo, también hay voces críticas que rechazan estas soluciones por considerar que fomentan la economía sumergida y el fraude laboral.
Josefina Altés se defiende alegando que en ningún caso se compite con los servicios de empleo, ya que en muchos casos, se están ofreciendo tareas que no existen en el mundo laboral. Asimismo, niega que estás prácticas puedan reducirse al concepto de economía sumergida. "Hablamos de relación entre vecinos, de amistad, de cariño. Las relaciones humanas no tienen precio", concluye.
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