El ministro de Economía, Luis de Guindos, y la secretaria de Estado de Investigación, Carmen Vela, acudían la pasada semana a la sede del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC) para renovar el acuerdo entre el sector público y el sector privado que permite el buen funcionamiento del organismo. Se trata de un centro referente en la materia, con galardones internacionales, que presume de resultados, contando con dinero público y con inversiones privadas, según el citado acuerdo que firma de un lado Economía y del otro trece empresas e instituciones que conforman la Fundación Pro CNIC.
A la salida de la reunión Guindos quiso ensalzar las virtudes del propio CNIC y de la ciencia en general, admitiendo que es política de Estado y destacando que toda la normativa que se elabora se hace siempre con marcada por el consenso de los partidos políticos. "El CNIC es un ejemplo magnífico de que las cosas se pueden hacer muy bien cuando colaboran sector público y privado. Aquí se llevan a cabo proyectos de investigación importantes y además se identifica el talento y se promociona. En España hay mucho talento, lo que hay que hacer es poner los medios para que se concrete en proyectos que después serán la base del bienestar de todos", afirmaba.
En la línea de la ciencia como base de la política, el ministro quiso destacar que la secretaría de I+d+i es la más importante de su cartera, y anunciaba la creación de la Agencia Estatal del I+D+i, "pieza fundamental en base a la cual se tiene que centralizar todo el proceso", que actualmente tiene dos objetivos básicos: Buscar la internacionalización, que cada vez más recursos lleguen de fuera, y que el sector privado cada vez ayude un poco más.
"La ciencia es la base de la política, y la secretaría de I+D+i es la más importante del ministerio de Economía y Competitividad", dice Guindos
Las palabras de Guindos venían a contrarrestar las polémicas declaraciones de la secretaria de Estado para Investigación, quién días antes había comentado que el sistema español de investigación estaba sobredimensionado y que debía ser "adelgazado". Precisamente este viernes el catedrático de la Universidad de Barcelona Àlex Aguilar escribía en El País sobre la situación del país respecto a cifras europeas, quedando España muy por debajo, y demostrando que, en palabras de Aguilar, "es hoy ya excesivamente delgado para los estándares europeos".
Se da la paradoja además de que los recortes anunciados por Vela no coinciden con la proclamación de Guindos de la importancia de la ciencia, ya que además, los datos vienen a confirmar que los países que mejor están sorteando la crisis son aquellos que mayores inversiones hacen en investigación. Parece que una cosa va unida a la otra: se mantienen mejores condiciones económicas cuanto más desarrollo científico hay, pero para haber desarrollo científico también tienes que tener bonanza económica.
Pesimismo entre los investigadores
Precisamente en la línea del catedrático de Barcelona opina buena parte de los científicos españoles, una profesión que declaran 100% vocacional y que tal como está requiere mucho sacrificio. "Si quieres dedicarte a esto y ser bueno (vamos, que a los 40 años tengas un sueldo decente) tienes que irte fuera sí o sí. Es un trabajo que en ocasiones reconforta, pero publicar algo aquí es muy difícil, y trabajas mucho y cobras poco (no mucho más de 1.200 euros de media), lejos además de lo que correspondería por el nivel de formación", explica Marta, bióloga de 28 años.
La idea de que para poder vivir de la investigación es necesario emigrar de España parece cobrar más fuerza en los últimos tiempos, con una enorme plantilla de jóvenes investigadores que podrían fácilmente actuar como recambio de las plantillas envejecidas y que son el eslabón más débil. Si hay que recortar, se hará precisamente en aquellos que están realizando postdoctorados o que sobreviven con contratos precarios, y ese es el principal motivo de la fuga de cerebros: las pésimas opciones de trabajo.
La esperanza del CNIC
Pese a las complicadas condiciones del sector y el posible empeoramiento de la profesión con progresivas disminuciones de financiación, el centro de investigaciones cardiovasculares parece la gota de agua en el desierto. Dirigido por el prestigioso cardiólogo Valentín Fuster, es uno de los puntos de referencia en la investigación europea, y el pasado año fue reconocido con el galardón Severo Ochoa, que premia su excelencia internacional. Además, la Fundación Pro CNIC es citada como ejemplo de mecenazgo científico, ya que la colaboración público-privada ha dado como fruto que sea un referente mundial en materia de investigación biomédica.
"Es un trabajo 100% vocacional que en ocasiones reconforta, pero requiere mucho sacrificio. La mayoría se va fuera porque las condiciones son bastante mejores que aquí"
La entidad cuenta con un presupuesto anual de 22 millones de euros, de los cuales el 60% proviene del Gobierno, el 20% del sector privado y el otro 20% restante de ayuda en becas. Y ese es uno de los puntos clave del modelo, que busca descubrir nuevos talentos jóvenes y fomentarlos: gran parte de los cerca de 200 científicos trabajan allí como becados, aunque precisamente esa es una de las partidas ministeriales que se han reducido casi a la mitad (las becas de investigación FPU). La procedencia de los investigadores es variada, desde la biología o la farmacia, pasando por veterinaria o medicina, hasta el técnico de laboratorio, todos ellos con amplio currículum y demostrado nivel de inglés.
Entre los numerosos proyectos que llevan a cabo desde el CNIC, Fuster destacaba cinco de ellos: el principal, el Metocard, que permite minimizar los daños del infarto en las dos primeras horas después del incidente. "Es importante porque para ello contamos con todos los agentes que intervienen en el proceso (operadoras que dan el aviso, las ambulancias que trasladan, los hospitales, etc), ya que si una persona fuese atendida en las dos primeras horas del infarto, y estudiada su situación, podría darse una solución fiable", explicaba el director.
También destacaba otros como el Polypill, que permite reducir el coste del tratamiento y mejorar la calidad de vida de pacientes que ya han sufrido un infarto. "Es más barato y ha sido aprobado ya en cinco países. El 80% de aquellos que sufrieron un infarto no toman toda la medicación necesaria", matizaba el cardiólogo. Además, se estudia por qué las mujeres jóvenes están sufriendo cada vez mayores ataques al corazón, y se firman convenios con Banco Santander o General Motors para que los empleados midan sus factores de riesgo cardiovascular.