Algo duro que se mueve a gran velocidad se cruza en el camino de algo blando que lo hacía lentamente. Todos los atropellos consisten en este tipo de fatal intersección. A no confundir, por supuesto, con cualquiera de las modalidades de colisión entre objetos más o menos semejantes. Lo que apenas suscita duda es que demasiadas veces, tras el impacto lo lento y blando deja de serlo para siempre. De ahí la discordancia verbal que voluntariamente he incluido en el arranque de este primer párrafo. Es más, se puede afirmar que casi toda la leve lentitud de este mundo, con la decencia a la cabeza, ha sido atropellada.