Sospecho que la isla perfecta no existe, pero este lugar está muy cercano a la perfección. Belle-Île-en-Mer es un lugar diferente. Guarda la esencia salvaje de la Bretaña francesa, pero que se dulcifica con ese ambiente isleño que tiene otro ritmo de vida. Siempre es buen momento para disfrutar de un lugar que genera su propia energía, y donde más de un visitante se ha quedado atrapado. Su visita sólo tiene un riesgo: el de quedarse para siempre. 

Hay quienes han vivido ya tantas experiencias turísticas que les resulta difícil encontrar algo “nuevo”. En sus vacaciones han convivido con los indígenas del Titicaca, han hecho de Djs en Ibiza, se hicieron pasar por reposteros en París, donde aprendieron a hacer cruasanes, y hasta podrían abrir una tienda de cestas gracias a aquel paquete turístico de la Ribeira Sacra que incluía clases para aprender el oficio de la cestería.

Pocos placeres hay en la vida como el de quitarse las botas después de una buena caminata o el placer de poner los pies en el agua de un río que corre hacia ninguna parte, porque el bosque es tan frondoso que dificulta la orientación. ¿Existe ese sitio? Pues sí, y un buen ejemplo lo tenemos a pocos kilómetros de Santiago de Compostela.

Puede que cuando nos hablen de desconectar de la rutina diaria nos venga a la cabeza la imagen de una playa caribeña, con arena blanca y agua transparente, mojito en mano. Pero para olvidarnos del estrés, coger un avión a la otra punta del mundo no es la única opción. Hay auténticos paraísos a la vuelta de la esquina a los que ni siquiera les hace falta una playa para ser completamente perfectos. Se encuentran en plena naturaleza, rodeados de montañas, y aunque resulta fácil acceder a ellos, están  lo suficientemente alejados de los grandes núcleos urbanos como para ignorar atascos, prisas y estrés. Un auténtico regalo para los amantes de lo auténtico con el que renovar energías sin dejarse un dineral. ¿Quién decía que con la cuesta de enero se acababa el disfrute?

Para festejar la noche fantasmal de Halloween no hace falta esperar al 31 de octubre. Hay lugares que te dan la oportunidad de vivir una noche de terror durante cualquier época del año. Son muchos los hoteles españoles que ofrecen estancias tétricas cuyo fin principal estriba en que el huésped no pase una jornada apacible.

A lo largo del año el trabajo, los atascos y las tareas cotidianas nos quitan una cantidad de tiempo incalculable. Todos estos minutos hay que recuperarlos y Las Horas Perdidas es el lugar idóneo para desconectar. A menos de veinte kilómetros de Lugo, en Alvaredo, en el concello de O Paramo, esta casa rural ofrece algo más que una cómoda estancia: sirve la experiencia de disfrutar de algo tan sencillo como perder el tiempo.

Dice el viejo refrán que “Colmenar tiene tres cosas que no tiene Madrid: las canteras, los hornos y el Puente de Zacatín”… Y buena razón tienen los vecinos de Colmenar de Oreja, que pueden presumir de las canteras de su piedra blanca usada en muchos edificios de la capital y en la Fuente de Cibeles, los hornos para hacer la tinajas donde se guardan los buenos vinos de la tierra y el Puente de Zacatín cubierto por la Plaza Mayor de este maravilloso pueblo.

Mariano Rajoy lo tiene claro: ha elegido Casa Alicia como destino vacacional para olvidarse de la prima de riesgo: una finca de 3.200 metros cuadrados, con piscina y fascinantes vistas sobre la ría de Arousa. Sin embargo, no hace falta ostentar el cargo de presidente del Gobierno para pasar unas vacaciones inolvidables en un apartamento rural de nombre ‘Casa Alicia’. Lo importante es el nombre, el destino y el estilo lo ponemos nosotros. Realmente, la casita de nuestro presidente no es cara, pero como no todo el mundo puede permitirse el lujo de pagar 270 euros al día y a la vez aprovecharse de un servicio especial de seguridad, les proponemos otras opciones más factibles en el universo Alicia. Lewis Carroll nos da su permiso.

El turismo rural crece, crece y crece. Sólo surge una duda: ¿hacia dónde? El exceso de oferta y una regulación tan disparatada como absurda han generado una auténtica colección de tópicos con su punto irónico que hemos querido recopilar en este artículo. Dejamos un decálogo que hay que tener en cuenta para disfrutar con otros ojos, porque en cualquier caso el turismo rural sigue siendo uno de los mejores modos de conocer lugares, gentes y formas de vida diferentes.

Hay sitios a los que merece la pena volver y éste es uno de ellos. La Ferrería dejó de ser un antiguo molino harinero para convertirse en un alojamiento rural en 1999, sabiamente dirigido por Alejandro Mújica y Mónica Otero, cuando montar una alojamiento rural era una aventura.

Planear las vacaciones puede resultar un suplicio para los indecisos, pero toda una aventura para quienes disfrutamos buscando ese toque distinto que hará único nuestro viaje. Playa o montaña me es indiferente, pero siempre apuesto por alojamientos originales como viejos molinos rehabilitados, pajares o castillos. Ávila es uno de mis rincones favoritos para estas escapadas con encanto por tenerlo todo: naturaleza, monumentos, gastronomía y sitios increíbles donde hospedarse.