1. La pareja que decide dejarlo todo
Una de las grandes frases del turismo rural: “Decidimos cambiar de vida”. Hartos de la gran ciudad, de sus trabajos generosamente remunerados y de los atascos decidieron dejarlo todo por la plácida vida en el pueblo. Pelearse con el alcalde corrupto, con el constructor chapuzas y con la austeridad de un pueblo poco hospitalario sólo empiezan a ser un problema cuando los números y los presupuestos no cuadran… Eso sí, nunca hablan de los cuartos que prestaron los padres para recuperar la casa familiar y para blanquear un dinero que tenían debajo de la baldosa.
2. Tenemos un microclima
¡Sí señor! Lo que no logró Mariano Medina lo logran algunos propietarios de hotel. Hay algunos que intentan hacernos creer que en Teruel no hace frio en invierno, que en Finisterre no llueve en primavera o que en Almería no hace calor en verano. De nada sirven los datos del Agencia Estatal de Meteorología y las previsiones de la NASA: a la hora de vender el destino el folleto aguanta toda clase de mentira. Cada pueblo tiene un microclima que lo acompaña siempre al fin de semana perfecto. Si se estropea es algo excepcional… al menos hasta la última vez.
3. En el pueblo todo sabe mejor
Aunque el pan sea congelado, las judías verdes sean fibrosas como el esparto y el filete empanado sea una masa aceitosa, en el pueblo todo parece saber mejor. El pueblo nos hace perdonar todo. El problema no reside en el sabor... el problema está en la idealización de algunos elementos. Un embutido mal curado está malo en La Granja, en Villacañete o Aldea del Sequillo… La cosas buenas están buenas y las malas, malas. La verdad molesta sobre todo cuando es evidente.
No hay que tener antepasados en blanco y negro vigilando el salón para acercarse al mundo rural.
4. Hoteles y famoso
Lo podemos llamar el efecto Rocamador. Cuando un hotel está vinculado a una celebrity es muy frecuente que la recepción transmita al cliente algo así como “qué suerte tiene usted de poderse alojar en la casa de…” Aunque pagues una generosa factura, muy por encima de los servicios recibidos el cliente debe ser feliz porque has ayudado a mantener la propiedad del famoso. Hay un segundo de este tipo de efecto celebrity: a menudo te hacen creen que el hotel es usado a menudo por algún personaje famoso para sus escapadas furtivas. Tranquilo: la mayoría de las veces es mentira.
5. La otra decoración rural
Todo evoluciona y la decoración también. Hartos y desesperados están muchos clientes al ver algunos elementos basic de la decoración rural. Hay algunos definitivos, que suelen lograr la saturación del cliente. El trillo convertido en mesa, los cardos secos para cubrir el ángulo muerto en la esquina del salón y algunos mantelitos hechos con punto cruz destrozan las mejores expectativas. Todo puede empeorar, con el bidón de aceite en el exterior reconvertido en barbacoa o algunas piezas de dudoso gusto como esculturas de duendes en el jardín.
6. Los retratos en blanco y negro del abuelo
Lo que no es no es. No siempre hay que ser de pueblo para vivir en un pueblo. No hay que tener antepasados en blanco y negro vigilando el salón para acercarse al mundo rural. La abuela Timotea y el tío Venancio no tienen por qué ser los convidados de piedra de nuestras noches locas.
También existe la versión con la colección de retratos de toreros en las fiestas del pueblo o el ya tradicional tapiz con escena de caza en noche de luna llena: el horror estético no tiene límite.
7. Las bicicletas que no se usan
Parece que un fin de semana rural debe ir acompañado de una colección infinita de lo que ahora se da en llamar actividades outdoor. Trekking, rafting, cannoning, cycling, surfing… Gerundios imposibles para poder llegar cansados a la cena. Parece que el noble arte de un paseíto por la vereda hasta la ermita es más atractivo si se realiza con dos bastones telescópicos y vestidos como si fuéramos a realizar la ascensión al Mont Blanc. A veces pienso que tanto deporte es una manera de mantener un buen índice de ocupación en el departamento de urgencias de los hospitales cercanos.
Como dice el refrán castellano, "Pueblo pequeño, infierno grande".
8. El hotel que está siempre lleno
La concesión de elevadas subvenciones para transformar grandes casonas rurales en establecimientos generó hace unos años un fenómeno extraño: “El hotel siempre está lleno”. La legislación obligaba a mantener abierto al público el hotel durante un periodo de años para poder cobrar la subvención. Para no tener que ‘aguantar’ a los clientes no hay nada como decir que siempre está lleno. Ocupación total: no hay opción de posibles clientes.
9. Aquí todos nos llevamos bien
Hay un dicho castellano que dice: “Pueblo pequeño, infierno grande”. Qué razón tiene. La gente se lleva bien, se ayudan y comparten muchos de sus problemas pero la intrahistoria de un pueblo puede ser muy distinta. Las envidias y las rencillas entre muchos gestores de casas rurales son evidentes y así se demuestra la poca fuerza de sistema de reservas locales. Las peleas de precios van más allá de la ley de la oferta y la demanda.
10. Las grandes contradicciones de un mundo sencillo
Resulta siempre agradable el poder disfrutar de algunos hitos del nuevo turismo rural para domingueros que se lo creen todo… Esa decoración “de revista con antigüedades nuevas”, “zumo recién exprimido (aunque sabe a refresco en polvo)”, “no hemos puesto la calefacción porque con frio se duerme mejor”, “ lo que no mata, engorda”, o “ eso es mejor porque es antiguo y está sucio”.
Pues a pesar de esto, nos gusta el turismo rural y sigue siendo una de las mejores opciones para conocer un país. El sueño continúa.