En su versión en color negro, el Forerunner 610 es el reloj menos agraciado, estéticamente hablando, que tiene Garmin en su amplio catálogo. La alternativa blanco/turquesa ya es un poco más simpática. Sin embargo, hemos elegido este modelo por dos razones: primera, porque es ideal para comenzar a explorar el apasionante (y el adjetivo no es gratuito) mundo de los relojes-monitor deportivos; segunda, porque su pantalla es táctil, lo que facilita sobremanera su uso.

Si comenzamos a citar todas las prestaciones que ofrece este reloj, va a quedar demasiado largo, por lo que las resumimos en las siguientes: mide el ritmo cardiaco y los pasos, así como la velocidad y cadencia en el pedaleo, monitoriza una sesión de entrenamiento y la compara con sesiones anteriores de similar o diferente actividad, crea sesiones de ejercicio personalizadas pero también en función de un objetivo, avisa si se reduce el ritmo, aconseja cuándo se debe descansar… Es todo un monitor como los ‘mazas’ que hay en los gimnasios pero, en este caso, en la muñeca (y no te riñe si un día estás perezoso).

Insistimos en la facilidad de uso, porque todos estos registros apenas precisan unos pasos para su definición e información, y la pantalla táctil tiene mucho que ver en esto.

Luego llegas a casa y, con la bebida isotónica en la mano, se pueden volcar todos los datos a una web propia en la que ves tus progresos. Yo, que no me creía demasiado esto de los monitores de actividad, he tenido que claudicar porque cuando eres perseverante durante unos días y compruebas tu progresión de calorías, tiempos y objetivos, esto te motiva a seguir dándole caña a tu cuerpo. Por cierto, puedes correr con este reloj llueva o nieve, porque es resistente a los elementos y, por descontado, te dice la hora. Desde 349 euros.

Si necesitas algo más (información o prestaciones) que este 610 no te aporta, fíjate en el modelo 310XT, una ‘bestia’ informativa especial para atletas multideporte, incluidas las sesiones de natación. Además, es más barato: 249 euros.