El slogan de Netropolitan no deja lugar a dudas: la red social presentada esta semana se define como un “club de campo online para gente con más dinero que tiempo” que permite a sus miembros entrar en contacto con sus pares en un entorno privado, exclusivo y libre de miradas indiscretas (y pobres, se sobreentiende). Sus promotores, entre los que se encuentra el compositor James Touchi-Peters, prometen un entorno libre de publicidad, que cuenta con los usuarios justos y que incluye características como comunicaciones encriptadas, alojamiento ilimitado de documentos en la nube o un servicio de atención a los miembros que les ayudará a manejarse en el entorno de Netropolitan.
Todo esto no sale gratis para los usuarios. Quienes quieran crear su perfil en esta red para ricos tienen que desembolsar, de partida, 9.000 dólares estadounidenses. Con esta cantidad se paga la tarifa de acceso y el primer año de membresía, a lo que hay que añadir otros 3.000 dólares cada año a partir del segundo.
Otras redes para ricos
Cuántas personas hay ya en la red –o cuántas llegará a haber– es una duda que se niegan a desvelar desde Netropolitan: “No hay palabras con las que expresar la importancia que le damos a la privacidad de nuestros usuarios”. Coincidiendo con el lanzamiento explican que ya cuentan con varios cientos de usuarios, “pero nunca publicaremos el número exacto de miembros del club ni tampoco distribuiremos o confirmaremos la identidad de ninguno de ellos”, aseguran.
En cualquier caso, la idea de James Touchi-Peters no resulta completamente original. Ya en 2004, cuando MySpace y Friendster aún dominaban el universo de los medios sociales digitales, se presentó la primera versión de A Small World, sitio que llegó a convertirse en referencia de este tipo de redes sociales y que en 2013 decidió eliminar miles de perfiles para mantener la exclusividad del espacio. Otras iniciativas, como la app/obra de arte I Am Rich que se vendió durante unas pocas horas en la App Store por 999 dólares, también sirvieron para demostrar que, a la hora de obtener dinero de los usuarios, los emprendedores de la red no distinguen entre ricos y pobres.