Opinión

No seas un tibio

Es estúpido recrearse en la vida contemplativa cuando al final la culpa de casi todo la tiene o Soros o el patriarcado. La ortodoxia progre ha encontrado la horma de su zapato en la ortodoxia facha

Hace unos días me asusté al ver que Antonio Resines era Trending Topic pero se me pasó al darme cuenta de que no era el funado sino el funador. El Team facha le daba bombo porque Antonio aparece en un vídeo cagándose en un gobierno de incompetentes que ha encontrado en Madrid su bolsa de oxígeno. Si Resines hablase de subvenciones para el cine estaría vendido para este grupo, pero como seres previsibles que somos militamos en el oportunismo, y nuestras causas partidistas tienen más que ver con nuestra autoestima que con nuestras convicciones.

Hace años los politólogos pensaban que votamos por conveniencia, en función de las políticas que creyéramos que nos beneficiarán a corto o medio plazo. Estaban equivocados, nuestro egoísmo no es pragmático sino tribal. Votamos a los nuestros, a los que nos dan de mamar intelectualmente y nos permiten diferenciarnos de los otros.

Cuando opinamos, lo hacemos para reforzar lo que ya pensábamos antes de opinar y no somos prácticos ni siquiera a la hora de votar, porque la gente no vota lo que le conviene sino lo que le gusta. Cuando un militante piensa que los suyos están a punto de ganar una batalla en las redes siente lo mismo que un hincha de fútbol cuando su equipo tiene pie y medio en la final de la Champions, nos la bufa que el gol haya sido en fuera de juego, lo importante es que nuestro equipo ha marcado. El hooliganismo se folla al pragmatismo los 365 días del año, eso es así.

Indeseables que creen levitar por encima del bien y del mal sin darse cuenta de que el lado del bien es claramente el nuestro

El hooliganismo deriva de la experiencia eufórica que supone formar parte del club de los ganadores, del grupo de los buenos. Y para nosotros, creer que formamos parte de este grupo de gente infalible, inmune al descalabro, es algo muy importante. Cuestionarnos es cosa de tibios y acomplejados, de cucks, de manginas, de machistas, de progres y de fachas. Depende de la perspectiva con la que se mire. Los que no escogen su equipo, sea el que sea, son gente con ínfulas que intentan restregar una pretendida superioridad moral, común entre aquellos a quienes les cuesta encontrar las verdades absolutas que están al alcance de un click. Indeseables que creen levitar por encima del bien y del mal sin darse cuenta de que el lado del bien es claramente el nuestro.

Cuestionar nuestras creencias y las corrientes por dónde nos arrastran es propio de gente desubicada, ahora lo que se lleva es ser un hooligan autoconsciente. Un radical orgulloso. Porque ser radical mola, porque lo radical es ir a la raíz del problema sin dejarse llevar por los cantos de sirena de moderados dialogantes que nos quieren apartar de nuestros épicos objetivos. Titubear es de débiles y pensar es para aquellos que no tienen las cosas claras.

Si no estás en redes te estás perdiendo la salsa de la vida, deberías hacerte una cuenta y participar del espectáculo, es totalmente gratis y te ayudará a descargar el estrés y las frustraciones del día a día

Es la guerra y ha llegado el momento de actuar de acuerdo a ortodoxias correctas e inamovibles. Cuantas más rígidas sean nuestras creencias mejor. Si nos llaman prejuiciosos es porque lo somos, y a mucha honra. Los prejuicios son esa cómoda herramienta que nos permite posicionarnos sobre realidades complejas sin necesidad de analizar dichas realidades. Es estúpido recrearse en la vida contemplativa cuando al final la culpa de casi todo la tiene o Soros o el patriarcado.

La ortodoxia progre ha encontrado la horma de su zapato en la ortodoxia facha. Antaño casposa y pasada de moda por buenas razones. Las hordas de proto charos malasañeras y sus aliados de género fluido con dilataciones en las orejas por fin tienen un enemigo natural en el que proyectar sus prejuicios: los neo fachas franciscanos con la etiqueta de políticamente incorrecto en su perfil de Twitter. Con semejante panoplia no es de extrañar que temas tan mundanos como la depilación de los sobacos se pueda convertir en una maravillosa batalla campal. Y si tenemos suerte aún podemos ser testigos de articuladas exposiciones de señoras con pelusa en la barbilla que dicen que dejarse barba es una decisión política, o a niños rata viralizando el hashtag “feliz alzamiento” para conmemorar entre aplausos el catalizador de la Guerra civil española cuyas consecuencias ellos no han sufrido ni de refilón.

Si no estás en redes te estás perdiendo la salsa de la vida, deberías hacerte una cuenta y participar del espectáculo, es totalmente gratis y te ayudará a descargar el estrés y las frustraciones del día a día. Como consejo te diría que no te tomes demasiado en serio. Es más, te recomiendo que defiendas cosas que ni siquiera piensas, no te hagas de tu equipo natural o correrás el riesgo de tomarte las broncas como algo personal, ser consciente de la artificialidad del invento es importante. De vez en cuando puedes soltar frases del tipo “lo de Hitler tampoco fue para tanto” y disfrutar del revuelo. Nunca des tu brazo a torcer y sé fiel a los principios del bando que has elegido, no seas un cambiacapas. Perfecciona el lenguaje de redes y descarga en ellas toda tu toxicidad, no te conformes con ser un simple troll. Es un momento bonito para el internauta medio. Escoge tu equipo y disfruta.

Apoya TU periodismo independiente y crítico

Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación Vozpópuli