El pasado jueves, después de almorzar, fui al bar de debajo de casa a tomar un gin tonic, ya que estamos en Navidad, y le pedí a mi amigo Clever, que es un uruguayo votante de Podemos, que pusiera la Sexta para ver el programa que ponen a esa hora y que es Más Vale Tarde. Es un programa nocivo, pero si me siguen, ustedes sabrán que soy, de acuerdo con la terminología que usa la izquierda, un perfecto fascista; y que a fin de alcanzar la perfección al respecto, me paso el día escuchando lo que profiere el enemigo, y que también, por lo mismo, estoy permanentemente empapado de su pensamiento deletéreo.
En ese programa, este jueves, de manera reiterada, el asunto más importante de la tarde eran las declaraciones de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, en las que afirmaba, con más razón que un santo, que nadie ha muerto por la contaminación -al menos que se sepa-, y que estaba en contra de la tendencia dominante a generar una alarma de salud pública al hilo de la polución porque sencillamente no hay motivo para ello. También dijo, con muy buen juicio, que lo más importante para la salud ambiental de los ciudadanos no es restringir el tráfico, como piden los ecologistas y algunas autoridades sanitarias absolutamente politizadas, sino que “voluntariamente cada vez más personas utilicen el transporte público, así como peatonalizar aquellas zonas con especial interés para el turismo y el patrimonio”, que, añado yo, contribuiría a proporcionarnos réditos económicos colosales. Y finalizó: “No se va a morir la gente, tal y como se expone muchas veces, porque esto sencillamente no es real”.
Todo este teatro que estamos viviendo sólo sirve para que mucha gente y numerosas empresas oportunistas vivan de las ayudas públicas y hayan construido una gran industria gracias a las subvenciones
Yo estoy con la señora Díaz Ayuso porque me encanta que diga con naturalidad lo que siempre piensa, sin reparar en la ofensiva vil y rastrera que le espera. Me gusta no sólo la gente sincera sino la que, además, está acertada. Naturalmente, en el programa de la Sexta del que hablo sacaron a una numerosa patulea de pseudo científicos que desmentían las afirmaciones de Díaz Ayuso y que las reprobaban, pero esto forma parte del circo de la izquierda. Ecologistas en Acción, una organización que vive del dinero público sin fiscalización alguna, y que es una institución básicamente política que trabaja para que la izquierda gane las elecciones, o que, una vez que las gana, siga eternamente en el poder a fin de preservar su sustento y el de todos los perroflautas que trabajan en la misma, sostiene la atrocidad intelectual de que entre 3.000 y 4.000 personas mueren al año en Madrid a causa de la polución.
Esta es una afirmación disparatada que carece de cualquier respaldo empírico pero que es, lisa y llanamente, una más de las consecuencias de las mentiras vertidas con motivo del cambio climático, que se ha convertido en uno de los principios morales de nuestra época, sobre el que no se puede mostrar oposición porque cualquier crítica que se haga al respecto es ilegítima, o peor aún, peligrosa. Un mantra que se ha convertido en la religión de nuestro tiempo a pesar de que innumerables científicos de talla mundial como Tim Ball, Ian Clarck, John Cristy, Patrick Moore, Patrick Michaels, Nigel Calder y tantos otros que me destrozarían la extensión del artículo hayan dicho que el tsunami sobre el cambio climático apesta, que está repleto de falsedades, que el panel de la ONU que lo sostiene es una organización política y absolutamente ideologizada llena de prejuicios nada científicos, y que todo este teatro sideral que estamos viviendo sólo sirve para que mucha gente y numerosas empresas oportunistas y aviesas vivan de las ayudas públicas y hayan construido una gran industria gracias a las subvenciones a cargo de los presupuestos del Estado de los países que tienen la desgracia de ser dirigidos por estúpidos gobiernos de izquierda como el nuestro.
La derecha, que no logra desembarazarse del consenso socialdemócrata dominante, se ve obligada a pedir disculpas, se ve compelida a reinterpretar las palabras de Díaz Ayuso
Las declaraciones de Díaz Ayuso, que las hizo en la cadena SER, la cadena del régimen del señor Sánchez, a sabiendas y totalmente persuadida de que todas y cada una de sus manifestaciones serían convenientemente interpretadas torticeramente para herirla al máximo, despertaron, cómo no, una oleada de críticas planetarias sobre la falta de sensibilidad social y ambiental de la presidenta. Pero esto es lo que más me gusta de ella, que no le importa ser masacrada y pasar por tonta diciendo lo que piensa, que suele tener bastante más categoría intelectual, más desparpajo y frescura que la que demuestra a diario la progresía nacional. Luego falla la reacción. Desgraciadamente. La derecha, que no logra desembarazarse del consenso socialdemócrata dominante, se ve obligada a pedir disculpas, se ve compelida a reinterpretar las palabras de Díaz Ayuso, ya sea para aclarar que fueron sacadas de contexto y por supuesto para pedir perdón.
Pues no, queridos amigos. La presidenta de la Comunidad de Madrid, que es el rompeolas de España, y que está destinada, y lo es de hecho, a ser la oposición al próximo Gobierno infame del felón Sánchez, dijo que es falso que alguien haya muerto por causa de la polución ni de los malos humos de Madrid. Y dijo la verdad, pues no hay prueba alguna de lo contrario. Y podría haber añadido que la razón es que en Madrid no hay malos humos porque no se respira socialismo sino libertad, que es el oxígeno que alimenta desde los tiempos inmemoriales de la historia a la gente de bien, esa que no alberga resentimiento alguno y que pone todo su empeño en prosperar y ser un poco mejor cada día.