El Gobierno ignora si España se ha quejado formalmente a Marruecos por no reconocer ante la ONU a Ceuta y Melilla, a las que tildó de "presidio ocupado". Fuentes gubernamentales consultadas por este diario sostienen que no les consta que Madrid haya elevado la presión a Rabat por el incidente que volvió a dejar patente las pretensiones del reino alauí respecto a las dos ciudades españolas. Más alla de la reafirmación de la españolidad de los enclaves hecha por el presidente, Pedro Sánchez.
El Gobierno, no obstante, se escuda en que los "términos de la relación con Marruecos quedaron escritos en la declaración conjunta del 7 de abril". Eso sí, este mismo martes concedió a Rabat una ayuda de 30 millones para que mejore el control de sus fronteras y envió otros 711 millones en planes de desarrollo para ambas ciudades que responden, según Moncloa, "a un compromiso estatal con Ceuta y Melilla, más presentes que nunca en la agenda política y económica".
Lo cierto es que Moncloa, que considera que Marruecos está jugando su baza política respecto a las declaraciones que hizo en carta ante la ONU, está atendiendo a Ceuta y Melilla más que nunca, consciente de que el colmillo de Rabat gotea cada vez que tiene ocasión a la hora de reivindicar las dos ciudades. Eso sí, fuentes diplomáticas consultadas por este diario explican que la posición de Rabat ante la ONU es jurídica, no política: "España también reclama ante Naciones Unidas la cuestión de Gibraltar. Pero eso no implica que dejemos de ser aliados del Reino Unido".
Moncloa: "Apoyar los esfuerzos de Marruecos"
Según ha explicado Moncloa, la ayuda de 30 millones a Rabat "responde a la necesidad de apoyar los esfuerzos de Marruecos para hacer frente a la presión migratoria en la ruta del Mediterráneo occidental". Y es que, según el Gobierno, "los datos registrados a lo largo de este 2022 corroboran la eficacia de las acciones de cooperación policial internacional para hacer frente a las llegadas irregulares". España sigue viendo a Marruecos como la llave para aliviar la presión migratoria.
No obstante, cabe recordar que el cambio de postura promarroquí de España respecto al Sáhara Occidental revolvió los cimientos de las relaciones con Argelia, que siguen tensas. Y lo peor de todo para Madrid es que con Marruecos no terminan de encauzarse. No por casualidad, la reunión de alto nivel con Rabat no se celebrará hasta, al menos, principios de 2023, según ha desvelado el ministerio marroquí de asuntos exteriores.
Mientras, el Gobierno se limita a recordar que está trabajando en ese encuentro. El pasado 21 de septiembre, el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, anunció con su homólogo marroquí, Naser Burita, a su lado, que la intención de los dos gobierno es que las aduanas abrirán durante el mes de enero. Para entonces, en caso de producirse ese hito, habrá pasado casi un año desde el giro de España con el Sáhara.
Nada de contrariar
La 'orden' en Moncloa es no contrariar a Marruecos, algo que desata las críticas de la oposición. Vox, sir ir más lejos, acusa a Moncloa por dejar que Rabat se ría en la cara de Sánchez. Pero lo cierto es que tras la declaración conjunta de abril, las alusiones de los ministros españoles a Marruecos han evitado meterse en charcos. Es más, hasta han apoyado el asalto a la valla de Melilla que se cobró en junio la vida de unos 30 migrantes y que en España horrorizó por la actuación policial marroquí que defendió Moncloa.
Para entender la "compleja situación" del triángulo que conforman Madrid, Rabat y Argel, hay que tener en cuenta el largo tiempo que Argelia lleva sintiéndose aislada y en dificultades frente al ascenso de Marruecos como potencia regional que está haciendo sombra a los intereses geopolíticos de Argelia. Y el Sáhara Occidental es el tablero de una partida de ajedrez de resultado incierto.
La frontera entre Marruecos y Argelia está cerrada. Ninguno de los dos países está dispuesto a relacionarse en pleno pulso por la hegemonía. Ambos miran con el colmillo goteante al Sáhara, un territorio rico en hidrocarburos, sulfato, hierro y con salida al Atlántico, zona rica de pesca. Precisamente esa salida al océano es interés primordial de Argel, comprimida entre el desierto y el Mediterráneo. Y en ese mar de intereses navega el barco español.