Hablemos de Tinder. El otro día leía un hilo relativamente viral de una periodista, que se autodenominaba feminista radical transinclusiva, en el que nos explicaba cómo la aplicación de ligoteos se había convertido en un reflejo de la supuesta crisis que estaba atravesando la masculinidad. Para ilustrarlo exponía las capturas de una conversación que tuvo con su última conquista, un chico al que había dado match para luego ghostear y que, ante el silencio de ella, utilizaba la sala de chat que compartían para hacer la lista de la compra. Ocurrente.
Ante tamaño descaro, nuestra feminista radical transinclusiva nos explicaba entonces las razones por las que, según ella, cada vez hay más mujeres que no contestan a los mensajes de sus pretendientes en la plataforma. Resulta que la mayoría de chicas tienen un enorme éxito en Tinder: les abren cinco conversaciones nuevas al día y tienen en torno a 60 matches semanales; lo cual es algo abrumador y que, como no podría ser de otra manera, responde a lógicas patriarcales. Y es que, por lo visto, los hombres gestionan la aplicación de forma diferente a las mujeres -sorprendido me hallo- y no discriminan tanto a la hora de aprobar a sus contrapartes femeninas, al contrario que ellas, que serían mucho más selectivas. Esto por supuesto responde a un axioma patriarcal a partir del cual los varones solo vemos a las mujeres como corporeidades de consumo de usar y tirar, mientras ellas, por otro lado, nos ven como personas completas. Literal.
Reconozco que detrás de la costra feminista y del supuesto aire combativo del texto notaba implícita una frustración de la chica que me trasladaba a esas sufridas quejas femeninas -que no feministas- sobre cómo los tíos -los populares- sólo van a lo que van, y esa tendencia que tienen algunos -los más golfos- a eludir relaciones serias y comprometidas. Y me gustaría decirle a esta chica que esto no es una constante fija en el colectivo de varones, sino que es algo que se manifiesta sobre todo entre los hombres que más éxito tienen con las mujeres, es decir, una minoría de hombres, principalmente aquellos a los que esta feminista y sus amigas suelen dar dar el aprobado en Tinder. Si quieres que te traten como a la Reina de Saba prueba a dar match a esos chavales gorditos y con granos, faltos de atención femenina, a los que ignoras sistemáticamente. Verás cómo el concepto de arrastrarse cabalga a dimensiones que nunca hubieses imaginado.
Me fascina el grado de victimización que algunas feministas pretenden vendernos sin ruborizarse por el camino
Al final, esta es la historia de una chica que tiene instalada la aplicación de Tinder, que tiene muchísimo éxito entre los varones sobre los que, según sus propias palabras, gusta de hacer “evaluaciones aterrizadas”: primero les da “like” a los que más o menos le gustan y luego les aplica un doble filtro, como si de una compresa se tratara, para cribar a los problemáticos. Se dice que esa chica sigue pululando por la aplicación. Si un humilde mortal como tú la tiene instalada, con un poco de suerte a lo mejor te cruzas con ella, y si pasas todos los exámenes y cortafuegos necesarios puede que incluso te permita sentarte en su presencia para compartir una taza de café o una caña. Imagínate la suerte de poder empatizar con semejante víctima del sistema patriarcal opresor, poder escuchar en primera persona la intrépida lucha de aquellas jóvenes chicas blancas de clase media alta que tienen que lidiar día y noche con inoportunos mensajes en las aplicaciones de ligoteo. ¿Se te ocurre un plan mejor para una tarde de domingo? La verdad es que a mí no.
Y es que personalmente me fascina el grado de victimización que algunas feministas pretenden vendernos sin ruborizarse por el camino. Ahora resulta que una aplicación que has decidido instalar voluntariamente, y que va de conocer gente a la que previamente tú has seleccionado, ofrece exactamente lo que promete. No hay duda, esto es cosa del patriarcado. Habría que recordarle a nuestra intrépida periodista feminista radical transinclusiva que para tener 60 matches a la semana -¡Por Dios! ¡Qué dolor de cabeza!- tú previamente has tenido que darle like con tus deditos a todos y cada uno de ellos, y que si tan angustioso y violento es tener que lidiar con el “ego herido” de machirulos subiditos es tan fácil como eliminar de la lista de pretendientes a aquellos inoportunos que interrumpan tu importantísimo día a día con sus desagradables impertinencias. También puedes desinstalar la aplicación o no utilizarla. O yo que sé, no dar 60 matches a la semana. Esto es lo que sucedería si viviésemos en un mundo de cuerdos, pero ese no es el mundo en el que vivimos. En el mundo real hay gente que pretende que las relaciones humanas funcionen de acuerdo a una arquitectura mental gaudiana, que proyectan en la sociedad pero que sólo existe en sus cabezas. Gente que piensa que la sociedad debería hacer una lectura telepática de sus necesidades egoístas y actuar en consecuencia y que, cuando esto no sucede, te abre hilo en Twitter.
Puedes ver los vídeos de Un Tío Blanco Hetero (Sergio Candanedo) en: https://www.youtube.com/channel/UCW3iqZr2cQFYKdO9Kpa97Yw