Hay realidades que superan la ficción y la historia de Manuel Terrén, detenido por el tráfico de diamantes de sangre procedentes de Sierra Leona, encaja en esta definición. Sobran las referencias literarias y cinematográficas: las andanzas de este empresario español se escriben en un contexto de máxima crueldad, uno de esos momentos históricos en los que el infierno abre las puertas en la tierra a través de mutilaciones, asesinatos indiscriminados, violaciones y niños convertidos a la fuerza en soldados.
No ha sido una investigación fácil para la Comisaría General de Información (CGI) de la Policía Nacional. Crímenes que en otros lugares y en otros momentos supondrían una grave crisis internacional y humanitaria, en ese tiempo quedaban engullidos -y pasaban desapercibidos- por la voracidad de una guerra sin fin, entre machetes, cocaína mezclada con pólvora, familias rotas y a menudo arrastradas a las mayores atrocidades. Sierra Leona despedía el siglo XX en una espiral de sangre.
A pesar de los esfuerzos por superar las secuelas del conflicto, aún hoy es fácil percibir sus consecuencias entre la población civil. Aquellos que tienen cicatrices junto a los ojos -unas finas rayas verticales- fueron indudablemente niños convertidos en soldados por las guerrillas: se abrían las heridas para inyectarse las drogas que tanto les enardecían antes de un combate.
Una herida nacional que se abrió, en buena medida, por culpa de los diamantes de sangre. Señores de la guerra, como Sam Bockarie -jefe del Frente Revolucionario Unido (RUF)-, exportaban ilegalmente diamantes explotados con manos esclavas para sufragar la compra de armamento y alimentar a sus huestes. Lo hacían principalmente vía Liberia, país vecino gobernado por Charles Taylor, a la postre condenado por crímenes de lesa humanidad tras vender armas a espuertas a los combatientes y sostener su actividad.
Es aquí donde se esboza la figura de Manuel, un empresario español que en años anteriores tenía varios negocios lícitos en África relacionados con metales preciosos, apuntan a Vozpópuli fuentes de la investigación policial. Hasta que estalló la guerra de Sierra Leona.
Umaru -nombre ficticio- era un adolescente que sobrevivía en las minas. Los machetazos, las ejecuciones indiscriminadas y las muertes por falta de alimento estaban a la orden del día: cada día era una prueba a su existencia.
Pero pudo contarlo. Y poner en nombre sobre blanco lo que vivió y sufrió. Así, a través de los mecanismos judiciales -tanto nacionales como internacionales, con apoyo clave de la ong suiza Civitas Maxima-, en el año 2020 pudo interponer una querella en la Audiencia Nacional por la implicación de un empresario español en la explotación de los diamantes de sangre.
La investigación policial
La Comisaría General de Información de la Policía Nacional, que entre sus funciones tiene la investigación de delitos de lesa humanidad, crímenes de guerra y genocidio, constituyó un grupo para el caso. Para los agentes fue como abrir una puerta al horror de la guerra, investigando episodios en los que la humanidad dejaba de existir, para tratar a los esclavos como pura mercancía o herramienta en la explotación de los diamantes de sangre.
Las pesquisas fueron complejas por la amplitud de las conexiones internacionales. Según detallan fuentes policiales, Manuel habría constituido en Liberia una empresa para la explotación de diamantes, aunque no eran de tan buena calidad como los obtenidos en Sierra Leona. No obstante, esta mercantil era la tapadera perfecta para limpiar la mercancía: importados desde la guerra, el empresario español hacía pasar los diamantes por liberianos para después venderlos a través de Amberes (Bélgica).
Algunos de estos diamantes los suministraba personalmente el citado Sam Bockarie, señor de la guerra y jefe del sanguinario Frente Revolucionario Unido (RUF). Manuel contaba con protección personal, a tenor de la inseguridad que se registraba en la región. La Comisaría General de Información aún mantiene abierta la investigación, si bien las pistas recabadas hasta la fecha sostienen que obtuvo pingües beneficios a partir de la explotación de los diamantes de sangre.
De Sierra Leona a Brasil
El empresario español, no obstante, buscó refugio en Brasil, donde en 2007 instauró su lugar principal de residencia. Mantenía un perfil discreto a pesar de dirigir un negocio hotelero en primera línea de playa.
?Detenido en #Málaga por su presunta implicación en el tráfico de #DiamantesDeSangre
— Policía Nacional (@policia) July 6, 2024
?Era el responsable de una trama empresarial que habría facilitado la circulación y blanqueo de diamantes obtenidos por milicias paramilitares que esclavizaban a civiles en #SierraLeona pic.twitter.com/UjRNo8AINi
Pero las pesquisas policiales seguían su curso, con la colaboración de las autoridades brasileñas. Cuando la investigación estaba lo suficientemente madura, la Policía tuvo conocimiento de que Manuel iba a llegar el pasado martes al Aeropuerto de Málaga en un avión procedente de Brasil.
Tras la detención de Manuel, la Policía Nacional registró una amplia finca en Málaga, residencia de verano del detenido. Fruto de este registro los agentes incautaron documentación y dispositivos electrónicos de interés para la investigación que están siendo ahora analizados. En el día de ayer, el arrestado fue puesto a disposición del Juzgado Central de Instrucción número Uno de la Audiencia Nacional, cuyo titular decretó su ingreso en prisión.
costilladeadan
Bueno, parece que este artículo podría dar para una novela.