Cultura

Adiós a Burt Bacharach, la elegancia pop del siglo XX

El emblemático compositor estadounidense demostró que la sutileza pop no está reñida con el éxito masivo

  • Burt Bacharach

A finales de julio de 2009, mil quinientos afortunados pudimos disfrutar de un espléndido concierto de Burt Bacharach al aire libre dentro de la programación de Los Veranos de la Villa (Madrid). Con una voz ya decreciente, que nunca pudo competir con los grandes artistas que interpretaron su repertorio, fueron desfilando clásicos como “Alfie”, “Raindrops keep falling on my head, “Walk on by”, “Tower of strength”, “Make it easy on yourself”, “Any day now”, “Close to you”, “What the world needs now is love”, “Baby, it’s you”... Además de algún éxito tardío como “God give me strength”, de su excelsa colaboración tardía con Elvis Costello.

Se trata de uno de los cancioneros más robustos y elegantes del siglo XX, apreciado por Hollywood, por la radio comercial y por intérpretes de la talla de Dionne Warwick, The Carpenters, Barbra Streisand, Tom Jones, Scott Walker, Luther Vandross y The Shirelles, entre otros. Aunque no fuera un momento especial en su carrera, hasta los mismísimos Beatles grabaron una pieza suya: “Baby It's You”. A lo largo de sus extensa trayectoria, Bacharach coló nada menos que 73 éxitos en el top 40 de Estados Unidos y 52 en Inglaterra, aparte de ser conocido y exitoso en prácticamente todo el planeta.

Nunca tengas miedo de una melodía que se pueda silbar”, explicó en una entrevista de 2013

Su estilo característico mezclaba fuertes secciones de cuerda, elementos de bossa nova, flautas acariciantes, pianos preparados, arreglos de fliscorno y dulcísimas voces femeninas. Este cóctel llegó a ser conocido como el ‘sonido Bacharach’. “Intentaba hacer canciones de forma distinta a la habitual, separando instrumentos y voces para hacerlos dialogar de manera interesante. Para mí, todo tiene que ver con los picos y los valles: los lugares a los que un disco es capaz de llevarte. Puedes contar una historia de modo que sea explosiva un minuto y muy tranquila al siguiente, sin renunciar a que el conjunto sea satisfactorio”, explicó a la revista británica Mojo.

Sonido Bacharach

Nació en 1928 en Kansas, la América Profunda, pero enseguida sintió una fortísima atracción por los sonidos más innovadores de su época. Siendo menor de edad, se colaba en los clubes de jazz para escuchar a Count Basie y Dizzy Gillespie, mientras estudiaba a Stavinsky y Ravel. Desde que empezó a trabajar en el mundo de la música, su carrera fue un éxito fulgurante, sobre todo desde que hizo tándem con Hal David en aquella factoría de maravillas pop conocida como el Brill Building. Su carrera se disparó hasta el mundo del cine, donde pusó musica a clásicos como Alfie (1966) y llegó a ganar un Oscar en 1969 por la canción principal de Dos hombres y un destino.

“Nunca tengas miedo de una melodía que se pueda silbar”, explicó en una entrevista de 2013 con la web NPR. Allí también confesó que la idea de “Raindrops keep falling on muy head” le vino mientras contemplaba a Paul Newman y Robert Redford jugar como niños con sus bicicletas en el rodaje de Dos hombres y un destino. “El equipo me informó de que en esa escena no había lluvia, pero decidí no cambiarlo porque era una imagen simbólica de la sensación de disfrutar los momentos normales de la vida". Con el tiempo se convirtió en su canción más icónica.

Bacharach mantuvo un nivel altísimo hasta mediados de los ochenta, donde comenzó su ocaso creativo, aunque no se rindió nunca y probó suerte en colaboraciones con el cantautor Rufus Wainwright, el rapero Dr Dre y la diva rock Sheryl Crew. Lo más relevante de su ocaso fueron dos discos en colaboración con el cantautor británico Elvis Costello, Painted form a memory (2008) y Look Now (2018). También destaca su colaboración en la película de Austin Powers La espía que me achuchó (1999) y en el Bond del siglo XXI, Casino Royale (2006). El eco de su obra puede encontrarse en los rincones más insospechados: por ejemplo, la calle Espoz y Mina de Zaragoza, donde llegó a abrirse un local llamado Bar Bacharach, donde se reunían los principales grupos de la escena indie de la ciudad. El establecimiento cerró en 2020 a causa del confinamiento, pero la devoción por las melodías del chico de Kansas durará muchas décadas más.

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