A finales de la década de los cuarenta, Bertrarm R. Forer quiso comprobar cómo una serie de descripciones vagas e imprecisas sobre la personalidad humana podían conectar con la percepción que tenemos las personas al respecto de nuestro yo. Lo hizo en un experimento con trampa en el que, luego de un test de personalidad individualizado, entregó a sus 39 estudiantes la misma viñeta de personalidad extraída de un libro de astrología. No obstante, les dijo a cada uno de ellos que la viñeta era personal y que cada uno había recibido una diferente de acuerdo al test que previamente habían realizado. Al pedir a sus alumnos que calificasen el grado de identificación personal con la carta, el resultado medio fue de 4,2 sobre 5. Las frases incluídas en la carta de personalidad eran verdaderamente ambiguas (“tienes tendencia a ser crítico contigo mismo”; “a veces tienes dudas sobre si has tomado la decisión correcta”, etc.), como suele ser costumbre en la astrología.
Más de 70 años después, la astrología sigue calando entre miles de artistas e influencers que, sin dudarlo, difunden las “bondades” de esta creencia que, lejos de ser real y mensurable como lo es la astronomía -ciencia que observa y estudia al universo sobre la base de las verificables leyes de la física-, se funda en prejuicios sobre una supuesta influencia de los astros sobre la vida y la personalidad humanas. Alejandro Sanz confirmó con orgullo en su biografía que su “madre echaba las cartas”, mientras a Rosalía no le tembló el pulso a la hora de sacar una edición deluxe versión tarot -con cartas- de ‘El mal querer’.
Es fundamental apuntar que el idilio entre celebrities, artistas y figuras públicas en general con prácticas y creencias cuestionables viene de tiempo atrás y expande sus tentáculos indiscriminadamente. Tom Cruise y la cienciología o Marina Yers, con más de un millón de seguidores en Instagram, celebrando las “virtudes” de la numerología son solo ejemplos del hondo calado que las pseudociencias, las pseudoterapias y las creencias anticientíficas tienen entre muchos de nuestros famosos. Tanto estamos normalizando estas creencias que se han instalado en el día a día de nuestros medios de comunicación como si de una fuente de conocimiento válida se tratase. Sin que nos llame la atención, los famosos pueden salir a la palestra pública a lanzar frases como “¡soy súper cáncer!”
Famosos e influencers que forman sus círculos fanáticos asumen una postura conservadora y reaccionaria casi sin darse cuenta
En la negativa de sus seguidores a aceptar las certezas que vierte la investigación y el progreso técnico-científico sobre la “disciplina” astrológica, los artistas, famosos e influencers que forman sus círculos fanáticos asumen una postura conservadora y reaccionaria casi sin darse cuenta. Curiosamente, han sido diversas figuras del campo de la ciencia quienes han tratado de probar, a través de métodos verificables, la validez (o no) de los postulados astrológicos. Lamentablemente para sus fieles, los resultados son tajantes y no les sonríen. La capacidad de importantes astrólogos para predecir terremotos se mostró en un estudio de 1990 “peor que la mera adivinación”, por ejemplo. Por su parte, el famoso trabajo de Rob Nanninga dejó en evidencia a cuarenta y cuatro astrólogos con distintos niveles de expertise al pedirles que emparejasen siete sujetos que rellenaron anónimamente una larga encuesta sobre su personalidad con sus siete cartas natales. La media de éxito fue del 0,75; y quien más acertó, lo hizo con solamente tres.
Con todo, y pese a la sobradamente demostrada inutilidad del campo astrológico del “saber”, los influencers que se lucran y generan un ejército de seguidores difundiendo esta creencia están en auge. Instagram, particularmente, hace las veces de reducto en la que estos discursos se crean, reproducen y difunden masivamente. Perfiles como mika_vidente (más de un millón de seguidores), checkinmela (un millón de seguidores) u horoscoponegro (3 millones de seguidores) permean la inteligencia colectiva a través de redes sociales que bien podrían servir para acercar el conocimiento científico y el afán por el progreso, pero que, sin embargo, a menudo son simples lienzos en blanco sobre los cuales se pintan grandes homenajes al oscurantismo. Otras cuentas son más sutiles en las formas, aunque mantienen el carácter acrítico de su contenido. La cuenta charcastrology es un ejemplo de ello al emplear memes como medio gráfico para la difusión de su contenido “místico”.
Pasatiempo sin fundamento
La astrología es, en el mejor de los casos, un pasatiempo gratuito sin mucho fundamento. Sin embargo, a medida que su difusión crece y, en consecuencia, lo hacen las opciones de lucrarse a través de ella, la cuestión se problematiza bastante. En un nivel alto de legitimación colectiva, esta superstición validada bajo discursos como el de la ancestralidad se puede convertir en una suerte de estafa. Es innegable que al permitir su difusión descontrolada, se está abriendo la puerta a elementos peligrosos. En su cuenta de Instagram, mia_astral publicó una recomendación para sus 2,2 millones de seguidores: “el martes Venus en Tauro creará trino a Plutón Retrógrado en Capricornio, que te beneficia en negociaciones que tienen que ver con bienes raíces, hipotecas, inversiones o ayuda de parte de familiares”. Es cierto que algunos de quienes consultan espacios de divulgación astrológica no toman decisiones importantes en base a ello… pero los hay quienes sí. Y parece obvio que incitar a que se tomen decisiones relacionadas con el bolsillo o con la salud atendiendo a estos “criterios” debería escandalizarnos inmediatamente.
Sin embargo, el consenso parece ser otro: es legítimo tratar de convencer a usuarios cuya posición de clase, ubicación geográfica o edad les supone una gran vulnerabilidad de que tomen decisiones fundamentales en su vida basándose en especulaciones sin fundamento. Cuando grandes artistas o famosos en general utilizan sus redes para difundir este tipo de perfiles, están abriendo la puerta para que miles de personas se vean involucradas en esta lógica. A veces, son las mismas plataformas quienes entran en este juego, como cuando Netflix sirvió de plataforma de difusión a nada menos que Esperanza Gracia.
Las personalidades públicas que difunden prácticas y creencias de este estilo son una suerte de comedia cotidiana hasta que sucede la bola de nieve y deja de ser simplemente un chiste. La presentadora argentina Viviana Canosa era un mero personaje curioso hasta que salió en antena tomando cloro y defendiendo su uso a lo largo del país; Miguel Bosé era una figura particular hasta que dio voz a movilizaciones negacionistas y antivacunas; y la presencia de cuestiones astrológicas en las stories de muchas figuras conocidas fue algo curioso hasta que pasó a ser algo grave. Quizá, de seguir por la misma línea, España comienza a ver las consecuencias que otras sociedades como la argentina están sufriendo ya: discriminación laboral asociada a tu signo zodiacal.
En su feminización, la astrología aleja a la mujer del campo del progreso y del saber científico-técnico, y esto es profundamente problemático
Sería interesante pensar por qué buena parte de quienes difunden la astrología son mujeres (sirvan los ejemplos de la propia Rosalía o del dúo de influencers María Cadepe-Claudia Ayuso hace unos años), al tiempo que los hombres tienden a caer en cuestiones como el terraplanismo o el fanatismo de las criptos: dos campos en los que también existen cuentas guiadas por el lucro. En su feminización, la astrología aleja a la mujer del campo del progreso y del saber científico-técnico, y esto es profundamente problemático. El recurso a lo ancestral como elemento valorativo, al cruzarse con un feminismo confuso (véase el “vínculo” que defendió la creadora de charcastrology), pretende probar que recuperar saberes antaño vinculados a las mujeres es, per se, un acto de progreso, a pesar de que se hayan demostrado como conocimientos inútiles. Incluso en ocasiones, la acusación de “misoginia” sirve como cortina de humo para esquivar críticas a la “disciplina”.
Si las Tesis sobre Feuerbach de Marx estaban en lo cierto y la religión, la moral o el resto de formas de la conciencia -aquellas “formaciones nebulosas que se condensan en el cerebro del hombre”- no son sino “sublimaciones” de la vida material de las sociedades humanas, debería haber algún mecanismo disparador de la astrología. La fuerza que ha recuperado esta creencia infundada entre la juventud de nuestro país debe conectarse con alguno de los elementos que hacen a su vida “real”. Y, de hecho, lo más probable es que así sea. La precariedad, la falta de futuros imaginables o la escasez de salidas laborales vinculadas a las carreras científicas podrían ser potenciadores de una vuelta a creencias no verificables que, justamente por estudiar fenómenos no reales, son la antítesis del conocimiento científico. Es trágico pensar que, ante esta realidad sin expectativas ni posibilidades materiales, una vaga predicción astrológica de corte optimista sea lo más tranquilizador que la juventud pueda leer a lo largo de todo un día. Es descorazonador, además, saber que existen quienes aprovechan esta vulnerabilidad para lucrarse y que muchas personalidades y artistas lo difunden inocentemente sin una mínima crítica.