La histórica comitiva acababa de depositar una corona de flores blancas a los pies del monumento y el Canciller colocó la cinta con el negro, rojo y dorado de su bandera. Después dio un paso atrás y con el peso de la culpa del mayor crimen de la historia se hundió de rodillas en el suelo ante el monumento a las víctimas del gueto de Varsovia. Era el 7 de diciembre de 1970 y el gesto de Willy Brandt quedó en el recuerdo como la genuflexión de Varsovia. Como el propio político reconoció años más tarde, el gesto no estaba preparado pero sabía que sobrepasaba cualquier discurso posible: "Bajo el peso de la historia reciente, hice lo que la gente hace cuando fallan las palabras. De esta manera rendí homenaje a millones de asesinados", destacó el socialdemócrata, que durante la Segunda Guerra Mundial había tenido que huir de su país por la persecución nazi.
Este gesto se entendió como una disculpa y un homenaje a los judíos asesinados por el régimen nacionalsocialista. Además del simbolismo, la Alemania Occidental llevaba años pagando reparaciones a víctimas judías, asumiendo los horrores del Holocausto, desde que el 10 de septiembre de 1952 el canciller Konrad Adenauer y el ministro israelí de Exteriores Mosche Sharett, firmaran el ‘Acuerdo de Luxemburgo’. Según datos del Ministerio de Finanzas alemán, actualmente un cuarto de millón de supervivientes del Holocausto siguen cobrando prestaciones en base al tratado. "Auspiciada por la lucha de Alemania por limpiarse del pasado, la restitución se convirtió en un precedente para las demandas morales en la justicia internacional y se introdujo en el discurso moral público internacional como una nueva moralidad normativa implícita", señala Elazar Barkan especialista en relaciones internacionales y profesor de la Universidad de Columbia, que estudió en profundidad el tema de las reparaciones y restituciones de los Estados en The Guilt of Nations: Restitution and Negotiating Historical Injustices.
Disculpas y reparaciones
El Holocausto es un ejemplo en el que no existe debate alguno sobre la responsabilidad de un estado en la comisión de un crimen. Alemania, el Tercer Reich de Hitler, fue el principal responsable del asesinato de unos cinco millones de ciudadanos polacos, la mayoría de ellos judíos. Sin embargo, existen multitud de ejemplos en los que las líneas son mucho más difusas.
El instituto para los estudios de los derechos humanos de la Universidad de Columbia lleva años actualizando un listado de disculpas políticas a lo largo de la historia a través de los trabajos del politólogo Graham Dodds. Aunque como la misma web reconoce los criterios de inclusión en la lista son un tanto “vagos”, la intención es “incluir todas y cada una de las disculpas que involucran a estados, naciones o grupos y actores políticos importantes, generalmente por errores públicos significativos”.
La ambición del proyecto llega al punto de arrancar en el año 1077 cuando el emperador del Sacro Imperio Romano Germánico Enrique IV se disculpó con el Papa Gregorio VII por los conflictos entre la Iglesia y el Estado, permaneciendo descalzo en la nieve durante tres días. Este registro con una pretensión casi universal necesariamente hace que resulte incompleto, pero es muy útil para apreciar algunas tendencias. En primer lugar, los países que más disculpas han ofrecido son las potencias occidentales y los principales receptores de las mismas son países o grupos de víctimas del colonialismo y la esclavitud. Por tanto, son estas las principales faltas junto a la persecución a minorías religiosas, otros colectivos y los afectados por algún conflicto bélico.
La otra conclusión que arroja el listado es que la mayoría de las disculpas se han producido en los últimos 35 años y respecto a acontecimientos de menos de un siglo de antigüedad. De manera que es muy difícil encontrar disculpas oficiales contemporáneas por acontecimientos anteriores al siglo XIX. Regresando a la obra de Barkan el politólogo señaló que estas cuestiones morales han llegado a "dominar la atención pública y las cuestiones políticas y han puesto de manifiesto la voluntad de las naciones de aceptar su propia culpa. Esta autorreflexión nacional es la nueva culpa de las naciones", señala el autor.
Una de las más significativas se produjo en diciembre de 2010, Obama firmó una resolución aprobada por Congreso y Senado en la que se emitía una disculpa "en nombre del pueblo de los Estados Unidos a todos los pueblos indígenas por los numerosos casos de violencia, maltrato y negligencia infligidos a los pueblos indígenas por ciudadanos de los Estados Unidos". La resolución también advertía que nada de lo que contenía autorizaba ni respaldaba ninguna demanda legal contra los Estados Unidos, y la resolución no resolvía ninguna demanda.
El documento pareció insuficiente a muchos de los descendientes de los afectados que siguen criticando que ningún presidente haya pronunciado jamás palabras de disculpa a los líderes tribales.
Durante su mandato, Obama fue también el primer presidente estadounidense que viajó a la ciudad de Hiroshima y en uno de los actos depositó flores en un memorial por las víctimas de la bomba atómica. Sin embargo ni él ni el actual presidente Biden, que hace unos meses acudió a la ciudad japonesa, se disculparon por el lanzamiento de las armas nucleares. Por qué los nativos americanos de hace varios siglos merecen una disculpa y los japoneses contemporáneos que la sufrieron en sus propias carnes, no, se preguntaron muchos.
Como vemos a diario en cualquier asunto de política internacional, un gobernante se ve rodeado de tantas aristas que en sus discursos o decisiones acaba imperando la realpolitik. Las sobre gesticulaciones por atrocidades ocurridas a.3.500 kilómetros, se convierten en silbidos con las manos en los bolsillos si ocurren a la misma distancia pero un poco más al sur. No nos vamos a sorprender a estas alturas de la hipocresía en la política internacional en la que una de las máximas sigue siendo la cita de Roosevelt de "tal vez sea un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta”, máxima tatuada a fuego en la acción de exterior de cualquier democracia avanzada.
Con las políticas de reparación sucede algo similar, en algo tan complejo como las disculpas de hechos pasados, los dilemas forman laberintos que estiran sus pasillos según nos alejamos del acontecimiento conflictivo. A veces la distancia es tal que nos lleva a cuestionarnos si el sujeto político actual se puede considerar heredero de aquel reino agresor. O incluso si se puede incluir bajo el estatus de víctima a descendientes, o supuestos descendientes, de los que, siglos atrás, sufrieron aquel padecimiento.
Imperios coloniales
La cuestión de las disculpas oficiales ha vuelto a la palestra estos días por la negativa del gobierno mexicano de invitar a Felipe VI a la toma de posesión de la nueva presidenta electa Claudia Sheinbaum. El origen del conflicto fue una carta en la que el expresidente de México Andrés Manuel López Obrador, solicitó al Rey de España que se disculpara con los pueblos originarios de México por la conquista.
Estamos hablando de hechos que arrancan al final de la Edad Media con la expansión marítima de las potencias europeas. Un puñado de reinos terminaron controlando el globo hasta los movimientos emancipadores de África y Asia, tras la Segunda Guerra Mundial; un siglo antes las colonias Americanas ya se habían independizado. Tras la hegemonía hispana, la Corona británica se convirtió en la reina de los mares y máximo exponente del colonialismo. En un ejercicio de síntesis extremo, resumiremos la política de reparación y disculpas como prácticamente nula. Londres ha abordado de forma selectiva aspectos de su legado colonial, centrándose a menudo en incidentes específicos o tendencias más amplias como el comercio de esclavos, en lugar de emitir disculpas integrales por toda su historia colonial. La estrategia del Reino Unido se ha caracterizado por una combinación de expresiones de arrepentimiento, compensaciones y, a veces, disculpas, según el contexto y las consideraciones políticas del momento. Salvo el caso general de la esclavitud, Reino Unido no se ha pronunciado por acontecimientos concretos anteriores al siglo XIX, perteneciendo la inmensa mayoría de ellos al siglo XX.
Ninguna potencia europea ha emitido disculpas generales por sus políticas coloniales de los siglos XVI, XVII y XVIII
En 2004 Tony Blair expresó su "profundo pesar" por el papel de Gran Bretaña en el comercio de esclavos, y en 2007 llegó a decir “lo siento” tras ser insistido en rueda de prensa. Aunque en una fecha tan reciente como abril de 2023, el ex primer ministro Rishi Sunak se negó a pedir disculpas por el papel del Reino Unido en el tráfico de esclavos o a comprometerse a pagar reparaciones.
La fórmula "profundo pesar" hizo fortuna y junto a otras expresiones de arrepentimiento se empleó por primeros ministros y miembros de la monarquía como una fórmula para renunciar a emitir disculpas plenas, evitando así posibles responsabilidades legales en posibles pleitos. Como apéndice de ello, Reino Unido también va a la cola en lo que a devolución de piezas arqueológicas se refiere. Mientras que otras potencias coloniales de los siglos XIX y XX como Francia, Bélgica o Países Bajos han acelerado en los últimos años en el proceso de devolución, Reino Unido, y en concreto al Museo Británico, continúa retrasando dicha política descolonizadora con los mármoles del Partenón y los bronces de Benin, como paradigma.
Reino Unido no es una excepción, ninguna potencia europea ha emitido disculpas generales por sus políticas coloniales de los siglos XVI, XVII y XVIII. El Vaticano es el único estado que lo ha hecho, en 1992, el papa Juan Pablo II fue el primero que durante un viaje a Santo Domingo con motivo del quinto centenario del 'Descubrimiento y Evangelización de América' pidió perdón al pueblo latinoamericano por las injusticias cometidas contra sus antepasados. "En nombre de Jesucristo, como Pastor de la Iglesia os pido que perdonéis a quienes os han ofendido. Que perdonéis a todos aquellos que durante estos 500 años han sido causa de dolor y sufrimiento para vuestros antepasados y para vosotros". Disculpas que ampliaron sus sucesores, incluido Francisco I, que sí que respondió a la carta del presidente mexicano.
Las disculpas que se han dado tienden a enfocarse en periodos más recientes, como los siglos XIX y XX, o en incidentes particulares, como la esclavitud, la tortura, o genocidios específicos. Canadá por el maltrato a poblaciones nativas a partir del siglo XIX, Francia por los crímenes cometidos en la guerra de Argelia, Estados Unidos por la segregación racial del siglo XX, Bélgica por las atrocidades en el Congo, Alemania por las masacres de Namibia y Tanzania, o Italia por la colonización de Libia. Como en este último caso, muchas de estas peticiones oficiales de perdón, en las que a veces se incluyen devoluciones de obras de arte, llegan en viajes oficiales de primeros ministros o jefes de estado en los que también se cierran acuerdos comerciales o políticos entre las antiguas metrópoli y colonia.
Para el caso español, lo más cercano a unas disculpas por hechos tan remotos la encontramos en otro acontecimiento de 1492, la expulsión de los judíos por parte de los Reyes Católicos. En junio de 2015 se aprobó una ley que otorga la nacionalidad española a los sefardíes, descendientes de los judíos que fueron expulsados de España en 1492. El rey Felipe VI en un acto solemne con algunos de estos descendientes señaló: “¡Cuánto os hemos echado de menos! Con esta ley queremos expresaros que contamos con vosotros para caminar juntos, porque todos somos ciudadanos españoles en la construcción de una España cada día mejor”. De nuevo como en el caso británico que hemos analizado se omitió la palabra "perdón".