El miedo, esa perturbación angustiosa del ánimo generada por un riesgo o daño, es lo que se busca provocar con buena parte de las obras expuestas en Núremberg, ya sea con representaciones de temibles animales procedentes del infierno o con dragones escupiendo fuego.
Pero no siempre se ha tratado de desestabilizar presentando en pinturas o esculturas a este tipo de personajes. Los monstruos, producto de la imaginación de artistas o de tradiciones folclóricas o religiosas, entre otros motivos, han sido desde tiempos inmemoriales compañeros del viaje existencial de la humanidad. En el imaginario expuesto en Núremberg se presentan de formas muy diversas.
Monstruosas representaciones
Eso sí, los monstruos suelen ser horribles, mezclando a menudo deformidades, partes humanas combinadas con las de otros animales, aires grotescos o, igualmente, formas que resultan simplemente extrañas o más bien divertidas. Así, resulta más extravagante que horrenda la réplica del marco de la puerta con forma de extraña cara obra del pintor y arquitecto italiano del Renacimiento Federico Zuccari (1540-1609). Con ella se da entrada a la muestra bávara. La puerta original se encuentra franqueada por ventanas no menos curiosas en el Palacio Zuccari, construido a finales del siglo XVI en Roma, entre lo que es hoy la vía Gregoriana y la via Sistina.
Además, lejos de causar repulsa, hay entre las monstruosas representaciones del Museo Nacional Germano un imponente busto con patas delanteras de un unicornio esculpido a principios del siglo XVIII en madera y colmillo de narval. En su conjunto, esta obra mide casi dos metros y medio. El unicornio es de las criaturas amistosas inspiradas en el mundo animal que tienen cabida en la exposición. No es la única. Porque ocurre lo mismo con el dragón, esa especie de reptil legendario.
Dicha figura es co-protagonista, por ejemplo, del retrato medieval de Santa Margarita con fecha de 1450 que hay en la muestra. Del dragón, este cuadro ofrece una visión casi domesticada cuando lo habitual en esta fiera es que sea representada como un animal corpulento, salvaje y voraz. Hasta en el cuadro “Jasón mata al dragón de la Cólquida”, del pintor alemán Christian Wilhelm Ernst Dietrich (1712-1774), esta bestia legendaria aparece más bien como “un perro domesticado”, dicen los responsables de la muestra.
Seres ambivalentes
Aunque en ese lienzo la idea no era representar al dragón como un animal de compañía, lo cierto es que éste se terminaría convirtiendo en un monstruo del que hay que cuidar. “En los libros para niños del siglo XIX los dragones ya son amigos a los que hay que proteger”, apuntan en la pinacoteca bávara.
Hay seres en la muestra aún más ambivalentes, como Melusina, ese personaje femenino del folclore europeo que, debido a un encantamiento, estaba condenado a vivir fingiendo normalidad y escondiendo su condición de sirena. La representación que hay en Núremberg de este personaje data de 1468, año de publicación de uno de los libros con esa leyenda del suizo Thüring von Ringoltingen (1415-1483).
Sin embargo, las sirenas no siempre han tenido forma de linda joven que oculta su verdadera identidad o que tienta desde las rocas a los marinos. También las hay como la datada en el siglo XIX que ha llegado a la ciudad bávara por cortesía del Museo Cívico Arqueológico y Etnológico de Modena. Ésta bien puede alimentar las pesadillas de los visitantes. Se trata de la escultura de un monstruo que es mitad pez y mitad hombre de delgadez extrema con garras y afilada dentadura.
Figuras que generan fascinación y terror
Mucho del énfasis de la exposición está puesto en imágenes de figuras que generan, a la vez, fascinación y terror. Un caso paradigmático es la “Medusa” del pintor simbolista alemán Franz von Stuck (1863-1928). Medusa, ese personaje mitológico que petrificaba a quien mirara a sus ojos, Von Stuck la representó con una espectacular mirada capaz de acaparar toda la atención del espectador del cuadro.
Casi no se percibe que su cabello es de serpientes. De evocadora belleza también es la vampiresa pelirroja que pintara el expresionista noruego Eduard Munch (1863-1944) en 1917, un lienzo que constituye, sin duda, uno de los cuadros más relevantes de la exposición pese a que también hay otros maestros implicados en la muestra, como Max Beckmann (1884-1950), alemán adscrito igualmente al expresionismo.
Con la excusa de esta exposición, los responsables de la muestra aseguran que lo que da miedo “es lo que resulta extraño, lo desconocido y lo que incomoda”. Pese a que algunas de las obras más antiguas del museo de Núremberg puedan resultar algo naif o poco impresionantes, esa conclusión resulta de especial interés, sobre todo para mantener el espíritu abierto ante lo que resulta diferente o difícil de mirar.