En las páginas de Caligrafía de los sueños (2010), Ringo, como casi todos, era él: un niño que pasa largas horas embelesado ante las cupletistas de las marquesinas del cine Selecto o los dobles de westerns de los Guinardó. Aunque también hay de sí en el Daniel de la Barcelona de la posguerra que cuenta en El embrujo de Shanghai, una ciudad llena de huérfanos, entrañables fulanas como la Betibú o pirados como el capitán Blay. El universo literario de Juan Marsé (Barcelona, 1933) son versiones de un mismo racimo de recuerdos; una práctica que va en aumento –el gesto de escoger unos, a veces otros-; algo que insiste, como la arruga que a veces estropea y en otras embellece los largos surcos de un rostro, o en este caso, de una prosa que se hace valiosa con la aparición de pliegues, cual los jardines con las esmeraldas.
La escritura de Juan Marsé es un largo oficio de memoria y nostalgia que a unos hastía y a otros atrapa. Para el segundo bando hay fiesta servida este otoño… Habrá quien diga que más vale una del catalán que dos de Marías –por esto de que ambos presentan nueva novela en la rentrée editorial que se avecina a partir de septiembre-, aunque eso, claro, ni viene a cuento ni está bien decirlo…porque Así empieza lo malo. Rodeos a un lado, el próximo noviembre, el sello Lumen publicará Noticias felices en aviones de papel (Lumen), la décima cuarta novela de Marsé. Tres años después de Caligrafía de los sueños, el libro está pensado como un álbum ilustrado, en este caso a cargo de la catalana María Hergueta, quien ha hecho trabajos magníficos para editoriales como Anaya o Ariel así como para publicaciones como The New York Times Review of Books.
La escritura de Marsé es un largo oficio de memoria y nostalgia que a unos hastía y a otros atrapa. Para el segundo bando, hay fiesta servida este otoño…
Ambientada en la Barcelona de la década de 1980, Noticias felices en aviones de papel reúne a Bruno, un adolescente solitario, con su vecina, la anciana bailarina polaca Hanna Pawli, una mujer a la que todos llaman Pauli y de cuyo balcón caen nueces, magdalenas y aviones de papel con misteriosos mensajes. Es ella quien arroja aquellas pistas desde el piso forrado de fotografías en blanco y negro en el que vive sola, afanada en remediar, acaso corregir, el pasado que la obligó a abandonar Polonia cuando aún era joven. Trenzada en las visitas que hace el muchacho a la anciana, aparecen en la novela una madre de carácter decidido, un padre hippy ausente y unos niños, quienes se suceden como las cuentas de un collar que Marsé confecciona con la paciencia de sus años de aprendiz de joyero, un oficio al que se dedicó desde los 13 -su madre murió en el parto y fue adoptado- en aquella Barcelona sobre la que levantaría lo mejor de su obra.
Directo, como un puñetazo sabroso
Compañero de generación literaria de Gil de Biedma, Eduardo Mendoza o Manuel Vázquez Montalbán, Juan Marsé escribió su primera novela a los 25 años: Encerrados con un solo juguete, con la que consiguió quedar como finalista en el premio Biblioteca Breve de Seix Barral. Tras una etapa en París, regresa a España y publica Esta cara de la luna y Últimas tardes con Teresa (1966), que la vale el Premio Biblioteca Breve. Le siguen La oscura historia de la prima Montse (1970), Si te dicen que caí (1973), censurada por el franquismo. El gran salto ocurre con La muchacha de las bragas de oro (1978), que obtuvo el Premio Planeta. Consigue finalmente la consagración literaria con El embrujo de Shanghai (1994), Premio Nacional de la Crítica, y Rabos de lagartija (2000).
Nunca ha dado rodeos, ni entonces ni ahora. Renunció a formar parte del jurado del Premio Planeta y dejó a Lara plantado con la misma tranquilidad con la que, en 2008, al ganar el premio Cervantes espetó a la prensa que se gastaría el dinero del premio en “vino y mujeres”. Es tan poético en blanco sobre negro como tan directo en las distancias cortas. En más de una ocasión ha afirmado que “escribe en español porque le da la gana” y que el independentismo de Artus Mas y Jordi Pujol es más un asunto que se dirime entre Sentiments i centimets, tal y como escribe en el magnífico libro de perfiles Señoras y señores, editado por Alphabia, en el que muestra su mejor y más afilada pluma periodística.