"Llegó un bote con ocho negros, dos negras y una criatura de pecho". No se trata de una noticia sobre la llegada de cayucos a las Canarias, sino de un documento del Archivo de Indias de Sevilla en el que Diego de Quiroga, gobernador de Florida, informa de la primera llegada, en octubre de 1687, de esclavos fugitivos de los ingleses.
Los esclavos habían huido de la vecina colonia británica de Carolina, como muchos otros que se internaban en los pantanos y se convertían en "cimarrones", subsistiendo de modo salvaje o entregándose a los indios. Pero este grupo había robado una barca, y con ella consiguieron llegar por la marisma hasta San Agustín, la capital de Florida, fundada en 1565 por Diego Fernández de Avilés, y que hoy día se enorgullece de ser la primera ciudad que surgió en Estados Unidos, según ha podido comprobar Vozpópuli.
Al año siguiente llegó a San Agustín el mayor William Dunlop reclamando la devolución de "once esclavos propiedad del gobernador de Carolina del Sur". Pero Diego de Quiroga, que había bautizado a los fugitivos y casado por la Iglesia a las parejas, se negó a devolverlos. Llegó a un acuerdo para resarcir económicamente al gobernador de Carolina del Sur en el plazo de año y medio, un rescate que aportarían los propios fugitivos con sus ahorros, pues se les había dado trabajo remunerado con un salario de cuatro reales al día, y dos que trabajaban en la herrería ganaban un peso diario.
Integración de esclavos negros
La noticia de que la Florida española era tierra de libertad se corrió entre los esclavos de Carolina como un viento de esperanza, y en los años siguientes fueron llegando a San Agustín nuevos grupos de escapados, quejándose el gobernador inglés de que sus esclavos "huían a diario". Florida, tierra en gran parte cubierta por insalubres pantanos, tenía muy poca población. En San Agustín vivían solamente 300 españoles, y la población indígena censada era de 14.000 almas, por lo que la llegada de los africanos era bien recibida.
Los españoles no tenían los estrictos prejuicios raciales de los anglosajones, pero para la liberarles ponían la condición de que abrazasen la religión católica
Los repetidos informes que llegaban de San Agustín motivaron la intervención del rey de España. En noviembre de 1793 Carlos II publicó una Real Cédula otorgando la libertad a todos los hombres y mujeres que llegasen a Florida huidos de la esclavitud en las colonias inglesas. Ya no habría que compensar económicamente a los dueños de los fugitivos, San Agustín se había convertido en la primera tierra de libertad para los negros de lo que sería Estados Unidos. Los españoles no tenían los estrictos prejuicios raciales de los anglosajones, pero sí pesaban los escrúpulos religiosos, por eso la Real Cédula establecía como única condición para la libertad que abrazasen la religión católica, lo que los recién llegados aceptaban sin problemas.
Dando un paso más en su integración Juan Márquez Cabrera, nuevo gobernador de Florida, creó ese mismo año de 1693 la "Milicia de Pardos y Morenos" ('pardos' eran los mestizos y 'morenos' los negros). Ya no sólo se esperaba de los esclavos liberados que aportasen su fuerza de trabajo, también deberían contribuir a defender las tierras españolas de los ingleses. En realidad hacía ya un siglo que en la América Española se había incorporado a la defensa de la Corona a los Pardos y Morenos Libres, formando batallones y compañías de Milicias en Cuba, Puerto Rico, Santo Domingo, Méjico, Panamá o Cartagena de Indias, con sus propios oficiales de color. En La Habana éstos tenían derecho a ser enterrados en la Parroquia Mayor.
Fundación en Fort Mosé
Un nuevo hito de la peripecia de los esclavos huidos acogidos por España tuvo lugar en 1738, cuando el gobernador de Florida Manuel de Montiano fundó el Fuerte de Gracia Real de Santa Teresa de Mosé, un bastión exterior para la defensa de San Agustín de los ataques ingleses, encargando su construcción y defensa a los esclavos fugitivos, que sumaban un centenar, y poniendo al frente al capitán Francisco Menéndez. Tras este nombre tan español había un esclavo de raza mandinga, nación africana famosa por su belicosidad, que se convirtió en una pesadilla para los ingleses y merece una historia para él solo.
Esta saga histórica culminaría en 1994, cuando las autoridades norteamericanas declararon National Historic Landmark (Monumento Histórico Nacional) a Fort Mose, donde los españoles crearon "el primer asentamiento de Africanos libres de Estados Unidos". En 2009 Fort Mose recibió una nueva distinción, el Servicio Nacional de Parques de Estados Unidos lo designó "sitio precursor del Ferrocarril Subterráneo". El Ferrocarril Subterráneo sería una famosa organización clandestina que, a mediados del siglo XIX, ayudaba a huir a esclavos del Sur hacia los estados del Norte, donde no había esclavitud.
Es un pasaje ejemplar de la Historia de España que, como suele ocurrir, es ignorado por la inmensa mayoría de los españoles, que prefiere fustigarse con los aspectos negativos de nuestro pasado. Para compensar este olvido, esta semana se acaba de abrir una exposición en la Real Fábrica de Tapices de Madrid, El Legado Español en los Estados Unidos de América. La muestra, que permanecerá abierta al público hasta el 15 de diciembre, es de alto interés histórico, no artístico, y hace un recorrido didáctico sobre la enorme influencia que España tuvo en la configuración y la independencia de los Estados Unidos. La ha organizado, con la colaboración del Ministerio de Defensa, The Legacy, una Asociación que lleva años luchando por el reconocimiento de nuestro protagonismo en el nacimiento de la nación norteamericana. La presidenta de The Legacy, Eva García, es precisamente la comisaria de esta exposición.