Rebelde, indisciplinado, alguien que nunca podría caminar en fila india. Un revolucionario, un introvertido y un inconformista que se sentía a medio camino entre un investigador y un estudiante. Jean-Luc Godard, que falleció el pasado mes de septiembre a los 91 años, ha sido uno de los nombres imprescindibles de la historia del cine y también uno de los más prolíficos, pero el hombre que habita tras el icónico apellido siempre ha permanecido escondido e inaccesible.
El documental Godard Cinema, presentado en la pasada edición del Festival de Venecia y que ahora estrena la plataforma Filmin, repasa las etapas creativas del director y explora al mismo tiempo la personalidad y la intimidad de un hombre que se fusionó con su trabajo y que mostró en el arte las mismas contradicciones con las que transcurría su vida.
Cyril Leuthy es el director de este documental, en el que recurre a diferentes testimonios como si se tratara de un puzle para evocar la imagen compleja de Godard. Biógrafos, historiadores, críticos y algunos de los artistas que trabajaron con él son las voces con las que el espectador compone este retrato. Algunos de los nombres que contribuyen son los de Julie Delpy, Thierry Jousse, Macha Meril, Alain Bergala, Nathalie Bae, Hanna Schygulla, Marina Vlady y Romain Goupil, así como imágenes de archivo y entrevistas.
Es imposible encontrar una sola foto de su niñez e incluso él mismo habló muy poco de su infancia
Uno de los primeros detalles que saca a relucir este documental tiene que ver con una de las etapas más desconocidas del artista: su infancia. Es imposible encontrar una sola foto de su niñez, tal y como pone de manifiesto uno de los periodistas que participan, e incluso él mismo habló muy poco de sus priomeros años, aunque recordaba bien el día en el que le dijeron que de mayor sería abogado. La decisión, pues, de convertirse en cineasta le convirtió en un paria en su propia familia y ni siquiera le permitieron ir al entierro de su madre. El director huyó de Suiza a París para hacer realidad sus deseos. Entre otros, reivindicar que el cine era un arte por derecho propio.
Sin profundizar en los motivos, este documental también revela que Godard era un "cleptómano" y que cuando era joven robó a sus amigos y sus familiares. En la película Le quadrille, de Jacques Rivette, además de representar uno de los papeles, también ayudó a financiar el proyecto con el dinero que le había robado a su tío. Asimismo, robó también de la caja de Cahiers du Cinemá, donde trabajó como crítico y desde donde trató de imponer su idea artística: crear desde el caos, destruir para construir.
Godard y las mujeres
Tal y como señala este documental, Godard no miraba a las mujeres como otros cineastas, sino que interponía cierta distancia. A este director uno también le puede conocer en este documental a través de las mujeres que lo acompañaron, especialmente tres de ellas. Anna Karina, con quien estuvo casado entre 1961 y 1967, fue su amor y su musa en la primera etapa cinematográfica, y protagonizó algunas de sus películas más memorables, como Vivir su vida (1962), Banda aparte (1964) o Pierrot el loco (1965). Según indicó en alguna entrevista, cuando conoció a aquel hombre vio a alguien "introvertido y tímido". Ella se convirtió en la "novia de la nouvelle vague", tal y como apareció en la portada de alguna revista.
Más tarde, una jovencísima Anne Wiazemsky contactó con él a través de una carta y aquel amor epistolar trajo consigo varias películas y un matrimonio entre 1967 y 1979, hasta el momento en el que la política acaparó toda la atención del cineasta. Más tarde, es Anne-Marie Miéville quien llama la atención de Godard y, lejos de convertirse en musa, fue una compañera de trabajo, fotógrafa, guionista, montadora, corealizadora, que llegó a asumir en algunas de sus películas la dirección artística.
Godard: contradicciones y paradojas
"Por mi educación y mi formación, tengo gusto por la paradoja y espíritu de contradicción", manifestó Godard. Tras algunas de las críticas que recibió Al final de la escapada, el realizador decidió arrancar un proyecto más político, El pequeño soldado (1963), para quienes "no tienen tiempo de quedarse en la cama", como señaló. En aquel filme provocativo abordó la guerra de Argelia y, tras varias películas menos comprometidas, estrenó La chinoise (1967), en la que refleja a los "Robinsons del marxismo-leninismo".
Un año más tarde, participó en las revueltas de mayo del 68 y paralizó las proyecciones del Festival de Cannes junto a compañeros como Truffaut, una historia de sobra conocida que provocó la cancelación del pase de Peppermint frappé, del español Carlos Saura. Tras aquel episodio político, Godard tuvo que grabar con los Rolling Stones, un contrato que había "olvidado" y por el que se sentía "destrozado", según confesó.
¿Cómo se explica en Godard, dotado de una sensibilidad increíble sobre el fenómeno social, se envolviera en este dogmatismo?"Daniel Cohnt
El exdiputado del Parlamento Europeo Daniel Cohnt se pregunta aquí también por el dogmatismo de Godard, algo "inexplicable" cómo ante una postura contra el capitalismo y el autoritarismo elige como alternativa la revolución cultural. "¿Cómo se explica en Godard, dotado de una sensibilidad increíble sobre el fenómeno social, se envolviera en este dogmatismo?".
El director franco-suizo criticó que la estética del cine se había convertido al capitalismo y que era eminentemente norteamericana, al tiempo que hablaba del problema contradictorio que a su juicio tenían los cineastas occidentales: "Queremos hacer películas revolucionarias pero no estamos en una situación revolucionaria, incluso fuera del cine. Además, como cineasta, me veo obligado a trabajar todo el día con gente que me odia y a la que yo odio". Cohnt señala que sufría por el hecho de "ser provocativo".
El autor se fue diluyendo poco a poco en el colectivo, con Dziga-Vertov, y uno podría decir que el director que en 1983, a sus 53 años, logró un Oso de Oro en Venecia, fue víctima de sus propias contradicciones, aunque si uno recurre a sus propias declaraciones, podría decirse también que toda su vida y su obra fue un aprendizaje y un descubrimiento continuo. "Preferiría decir que soy científico", manifestó en una ocasión el Godard, que siempre se movió por su afán de investigar. Tal y como señala Julie Delpy en este documental, Godard siempre se pone en la posición del investigador y del estudiante al mismo tiempo, por lo que "amaba a quienes no eran actores del todo, o cineastas del todo".