Homenaje a Antonio Chenel “Antoñete”, inmortal torero de la movida

Desde Pedro Almodóvar a Jaime Urrutia, pasando por el alcalde Tierno Galván, muchas tardes de los años ochenta en Las Ventas tuvieron como héroe pop a Antonio Chenel "Antoñete". Triunfó en aquella década con un físico ya decadente, además de con pulmones arrasados por la nicotina, pero su inconfundible mechón blanco era un signo distintivo de los que hubiera triunfado en Rock-Ola.

Su legado, explicó el crítico José Luis Suárez-Guanes para ABC, consistió en “dictar las cinco temporadas más hermosas del toreo moderno”. Quienes lo presenciaron, todavía lo recuerdan. “Fue el milagro, la maravilla. Cómo citaba, cómo paraba, cómo despedía, cómo se iba de la cara. Ejecutó el toreo en su más excelsa plenitud. Quizás nadie haya toreado como él”, celebró Suárez-Guames, chenelista militante.

Quienes no recuerden a Chenel saben de su grandeza por un azulejo conmemorativo en la plaza. ‘Esta fue su casa. Esta fue su plaza’, reza la inscripción. En Las Ventas, actuó tres veces de novillero y 76 como matador, cortó 31 orejas y salió 6 veces por su codiciada Puerta Grande.
Pero tampoco fue todo un camino de rosas, como recuerda el cronista Rubén Amón: “Antoñete se sorprendió a sí mismo fumando un cigarrillo en cada mano como presagio de la mayor escandalera venteña que recuerdo haber contemplado nunca. Lo sepultaron con almohadillazos igual que a Curro Romero y a Paula, aunque la vehemencia de los espectadores hacia la santísima trinidad alojaba siempre un compromiso indulgente en la conciencia: ‘La próxima vez va a venir a verte tu madre. Y yo también, Antonio’”, compartía en un artículo de 2021, con motivo del décimo aniversario de la muerte del maestro.

Antoñete inmortal

Algunas frases de Antoñente pueden servirnos para desentrañar su magnética personalidad. “Se torea como se es. Por eso el toro delata a los malos toreros y a los impostores”, explicaba. La mayoría de las artes exigen habilidad en el fingimiento, pero aquí no cabe más que esconder lo mucho que se teme al toro. “El miedo depende de la disposición que tenga el torero por jugarse la vida. Si estás dispuesto a arrimarte de verdad, pasas mucho miedo antes del paseíllo. Si estás dispuesto a tirar las tres cartas pasas menos miedo que si vas al dentista”, explicaba. “El toro encastado, ligero de carnes, en puntas y con movilidad es el que vale para el triunfo grande. Pero es también el que da miedo a los toreros”, confesaba.

¿Cuáles fueron sus mejores momentos? “Para el recuerdo de la afición quedan faenas como la realizada en Madrid al toro Danzarín de Garzón el 3 de junio de 1982 y la de Cantinero, del mismo hierro, también en Las Ventas, el 7 de junio de 1985. Además, de la icónica al toro Atrevido, el ensabanado de Osborne, el 15 de mayo de 1966. Un año después de su éxito el 8 de agosto de 1965, al cortar dos orejas a un toro de la ganadería de Félix Cameno, de encaste Murube”, destaca la web especializada MundoToro. En el año 1992 le concedieron la Medalla de Oro de la Comunidad de Madrid, mientras que en 2001 le fue otorgada la Medalla de Oro al Mérito a las Bellas Artes.

También es relevante esta respuesta más larga, extraída de una charla con la revista Aplausos en 2011. "La base de mi tauromaquia es la distancia. Cada toro tiene la suya. Lo que hay que hacer es darle aire al toro para que quiera tomar los engaños. Hay que ir poco a poco, esperar que te lo diga él. No puede ser por cojones, esto no es por cojones nunca”, defendía.

Y otra: “En los tiempos malos no me aguantaba ni yo mismo. Veía algunos que estaban ricos que no sabían ni andar con los toros y yo sin tabaco. Y me amargaba. Me daba por ir a los clubes pero era triste, muy triste. Muy mal. Sueño hasta que me vuelvo a vestir de luces y que toreo y le hago cosas al toro que no le hice nunca”.

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En esta corrida in memoriam, que se celebra este domingo 16 de junio, harán el paseíllo José María Manzanares, Talavante y Paco Ureña con toros del hierro pacense de Jandilla. Se retransmite por las cadenas Onetoro y Telemadrid.