Cultura

Javier López Menacho: “El nacionalismo catalán tiene el clasismo metido en vena”

El ensayo 'Yo, charnego' repasa la historia cultural de un término conflicto

Uno de las mayores dificultades para escribir sobre el término “charnego” es la naturaleza ambigua, mutante o equívoca del término. Todos sabemos que tiene que ver con la migración masiva a Cataluña, sobre todo la que procede de las regiones más pobres de España, por ejemplo Andalucía y Extremadura. En muchos sentidos, son zonas subordinadas a los interese de grandes centros urbanos como Barcelona y Madrid. También recordamos que se trata de un término despectivo, que lograron redefinir y resignificar referentes literarios del calado de Juan Marsé y Manuel Vázquez Montalbán, entre otros. Hoy una nueva generación debate su relación con el término, entre ellos el escritor Javier López Menacho, autor del sustancioso Yo, Charnego. Memoria personal de la emigración en Cataluña (La Catarata, 2020). Menacho es autor de los ensayos Yo precario (2013), Hijos del Sur (2016) y de la novela El profeta (2020), que especula sobre la posibilidad de una sociedad en la que Internet desapareciera.

Empecemos por la actualidad. ¿Cómo valora la reacción del nacionalismo catalán en la crisis de la Covid-19? Me refiero a los mensajes tipo “De Madrid al cielo”, las insinuaciones de que “España nos roba los recursos médicos” o episodios como la petición de toser en la cara de los policías y soldados españoles, como hizo aquel político de la CUP.

Me ha parecido unas de las reacciones más infames de esta reciente crisis, de una bajeza moral y política tremendas. Esta crisis sanitaria exigía un momento de aparcar las diferencias, tender puentes, colaborar y mantener una comunicación fluida, más allá de las posiciones ideológicas. Están en juego vidas humanas. Eso hubiera sido altura de miras por parte de cualquier dirigente responsable. Sería muy edificante verlos cooperar. Sin embargo, el nacionalismo más radical ha reaccionado con escasa responsabilidad a un lado y otro del tablero, guiados por la inercia de los tiempos de continua confrontación.

¿Por qué ocurre eso?

Muchos sectores catalanes han sembrado la idea de que ‘En Madrid se gestiona muy mal y aquí lo hubiéramos hecho muy bien’, cuando es evidente que se trata de un problema que afecta a totalidad del planeta. Es probable que gestionado íntegramente en Cataluña los resultados hubieran sido parecidos, pues los recortes en Sanidad los últimos años son de sobra conocidos por aquí. En realidad, si previamente hubiéramos pronosticado la reacción de cada actor político para una hipotética situación de pandemia, hubiéramos acertado con su posicionamiento actual. Nada nuevo bajo el sol.

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Los nacionalistas catalanes se suelen retractar luego de estas declaraciones tan extremas, aunque dejando clara su postura, como si solo se retractaran porque no está bien decir esas cosas en público. ¿Le parecen realmente errores de cálculo o gestos de cara al sector duro de sus votantes, en plan “que quede claro lo que pienso en realidad”?

Creo que lo realizan personas que piensan esas atrocidades realmente y solo la presión popular los hace rectificar. Se retractan por indicación del partido y por decoro, pero no quiero imaginar qué dirán de puertas adentro. He conocido muchas personas nacionalistas que ante cualquier dilema existencial emite una lectura en clave de banderas y territorios. Ante una epidemia planetaria, como era de esperar, se han aplicado de la misma forma.

"Algunos aspectos del imaginario de Rosalía tienen mucho que ver con el charneguismo, por ejemplo la estética de extrarradio, con esos sonidos de los coches y las motos de fondo", señala

Su libro documenta de manera sólida una resurrección del orgullo cultural charnego. ¿Cómo valora esta tendencia?

Es difícil dar una respuesta concluyente. Se trata de un abanico de sensibilidades es muy heterogéneo. Me resulta fascinante que nazca una manifestación identitaria tan transversal y difícil de clasificar, en medio de un conflicto identitario mastodóntico, y que a algunas personas les incomode hasta el punto de negar su existencia. Encuentro muchos factores para su nacimiento: una importante es la vindicación de la memoria y la experiencia migrante a través de las manifestaciones culturales. Me refiero al mestizaje musical, la literatura de extrarradio, las expresiones en torno a la moda, las asociaciones de barrio, etcétera. Otra es la necesidad de crear un espacio propio más allá del desarraigo identitario, que esa experiencia de estar en tierra de nadie se traduzca en algo donde reconocerse. Y, por último, la posibilidad de hacer públicas reivindicaciones de carácter social y político, que tienen que ver con la lucha de clases, eclipsadas de un tiempo a esta parte por todo lo que estamos viviendo en Cataluña.

Denuncia un mito cultural de los independentistas: presentar Cataluña como una especie de Hollywood (tierra de las oportunidades) para jóvenes andaluces y extremeños. Lo enlazo con otro pasaje que cita de Javier Pérez de Andújar: “De Barcelona se es por familia y por dinero, en riguroso orden”, explica. ¿Diría que el clasismo es un elemento esencial del actual nacionalismo catalán?

He formado parte de esa mitología y tiene un peligro enorme. Es cierto que, debido a la fortaleza de su tejido productivo y a las condiciones de subordinación que padecemos en la economía de los lugares de origen, Cataluña presenta un mayor número de oportunidades. Y el misticismo de Barcelona y su carácter cosmopolita es muy atractivo. Bajo esa épica de quien parte hacia otro lugar y consigue su objetivo, corres el riesgo de acabar contaminado de clasismo. He convivido con esa idea de superioridad en mi interior alguna vez cuando he vuelto a Jerez y es pegajosa. Hay que vivir alerta para no ser devorado por el dogma neoliberal. Puedes acabar repitiendo sus consignas: 'Tenemos lo que nos merecemos', 'Si quieres, puedes?, 'Si eres resiliente, conseguirás tus objetivos'… En ese sentido, creo que el nacionalismo catalán tiene el clasismo metido en vena porque gran parte de las personas que lo dirigieron y que lo dirigen tienen comportamientos clasistas, desde Pujol a Torra.

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¿Cómo describiría la relación de Rosalía con el nacionalismo catalán?

Hay algunos aspectos del imaginario de Rosalía que tienen mucho que ver con el charneguismo, por ejemplo la estética de extrarradio, con esos sonidos de los coches y las motos de fondo. También el mestizaje del aspecto choni con lo flamenco y la presencia del lenguaje popular entre referencias propias de la alta cultura. Y la propia mezcolanza, en definitiva. El nacionalismo catalán, como también el español, intenta apropiarse de su éxito vista su popularidad y calado social. En el caso de Rosalía, dirigentes de Esquerra se han referido a su música como ejemplo de una sociedad que incorpora culturas diversas. Es una lectura muy particular, porque, ¿en qué sociedad no fluye, a partir de la música, un compendio cultural? ¿La música de Rosalía no es, ya desde su nacimiento, catalana? En relación a su figura, creo Rosalía no tiene interés, como personaje público en el conflicto catalán. La transversalidad es seña característica de su arte, así que no le interesa quedar presa en un conflicto manido y lleno de lodo. La veo más interesada en internacionalizarse y en la conquista del continente americano. Es muy sintomático cómo los medios utilizan el apelativo de la cantante española o catalana Rosalía según interpreten el significado de sus actos. Un signo de los tiempos.

En las barriadas más deprimidas de Barcelona el partido que gana las elecciones se llama abstencionismo; su patria es la comida y el trabajo", subraya

El libro también nos habla de la youtuber Mel (@focusingvlogs), que parece interesante para comentar el debate nacional entre los más jóvenes. ¿Se superan prejuicios o se relajan?

Hay algo que observo repetidamente en los códigos de las nuevas generaciones y que creo que señala algo importante. Son capaces de trivializar cualquier conflicto, saben reírse de sí mismos. Esto es algo que echo en falta en las generaciones anteriores, donde todo está revestido de una enorme solemnidad y trascendencia. Para ellos nada es tan importante como creemos, y probablemente tengan razón. Ni la política, ni la cultura, ni el debate identitario… de todo se puede hablar porque todo forma parte de un gran ‘show’ que construimos socialmente para ocupar nuestro día a día. También veo más tolerancia, discrepan, piensan muy diferente, pero me da la impresión de que conviven mejor. No es casualidad que las imágenes de dos banderas paseando juntas por la calle, debajo estén las espaldas de personas jóvenes.

Me interesó mucho el episodio de los habitantes del barrio popular de San Roc (Badalona) recibiendo a los manifestantes del lazo amarillo. ¿Qué nos dicen este tipo de incidentes? ¿Cómo valora la desconexión del nacionalismo catalán con los estratos más pobres?

Tengo la impresión de que las personas marginadas nunca se han visto apeladas por la cuestión identitaria, precisamente porque el mismo concepto de marginación te niega cualquier identidad. ¿A qué patria le vas a aludir a un chatarrero o a una empleada doméstica explotada cuya realidad viene a ser más o menos parecida gobierne quien gobierne? Su patria es tener pan, trabajo y comida, y de eso se ha hablado poco o nada en Cataluña durante el procés. En las barriadas más deprimidas de Barcelona el partido que gana las elecciones se llama abstencionismo. En cuanto a la conexión con el nacionalismo catalán, creo que los dos focos fundamentales que nutren al independentismo, la burguesía y clase media catalana y los movimientos asociativos de carácter rural, tienen unos objetivos a corto y medio plazo muy alejados de los intereses de los marginados, sobre todo si hablamos de marginados que provienen del extranjero. Aquí se unen dos conceptos con gran capacidad de excluir: La aporofobia y la xenofobia, íntimamente relacionados. En el ensayo digo que en la aporofobia está el origen de todo.

Me interesa el episodio de la creación de la plataforma Súmate, coordinada por Antonio Baños. Puede parecer un movimiento inclusivo, pero también una forma de discriminación, como si los castellanoparlantes no pudieran compartir espacios políticos con quienes hablan catalán.

La clave en este asunto creo que es el calado social, no el hecho de que se creara. Me sucedió una cosa curiosa con Súmate. Escribí el ensayo y no lo integré en el mismo porque no le vi nunca mucho relieve ni en la cuestión charnega, ni dentro del independentismo. Luego me han advertido sobre ello. Pero nadie en mi entorno me habló de Súmate, nunca me topé con alguien que me hablara de este movimiento con simpatía o fuera activista de la causa, y mira que aquí se habla de política. Quizás debí prestarle más atención. Me parecía que lo integraban personas que ya estaban “sumadas” a la causa independentista. En cualquier caso, en la época que nació tenía todo el sentido disputar cada milímetro de la lucha política y en ese contexto lo veo enmarcado. Por eso surgieron iniciativas que atendían a diferentes lecturas de la situación que estábamos viviendo, cada una arrimando el ascua a su sardina. Me parece legítimo disputar cada pelota.

Otra escaramuza política…

Claro, pero también me parece revelador que diera lugar a situaciones surrealistas, como escuchar a personalidades de CDC en sus encuentros públicos apelando a luchar contra quienes destruían el estado social de Cataluña. ¿A quiénes se referían, a ellos mismos?

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