El nuevo libro de la escritora e investigadora Susan George es, según describe su prólogo, “una ficción factual”. Partiendo de un hipotético organismo llamado “Grupo de Solicitantes” que encarga a 10 expertos un balance sobre los nuevos retos que debe enfrentar el capitalismo para propiciar su renacimiento, Susan George redacta El informe Lugano II. Esta vez, vamos a liquidar la democracia, un ensayo que analiza, en medio del estallido de la crisis financiera internacional, el estado de salud de un sistema político cuyo futuro queda anticipado en un mordaz subtítulo.
Doce años atrás, este supuesto organismo radicado en el lago de Lugano, en Suiza –cerca de Davos, para rematar- ya había solicitado El Informe Lugano –libro publicado por la autora en 2001- y en el que se describía con bastante claridad los peligros en aquel entonces: degradación ilimitada del medio ambiente, destrucción progresiva de los mecanismos de soberanía popular y una peligrosa autonomía de la esfera financiera que provocaría una serie de crisis encadenadas. Ahora, en plena debacle monetaria, cuando es necesaria una segunda entrega, Susan George quiere hacer comprender a los solicitantes de Lugano cuáles son las formas en las que el sistema capitalista puede establecer una hoja de ruta para seguir controlando el mundo.
Aunque la manera de concebir este ensayo parta de una anécdota ficcionada, los hechos sin embargo proceden de fuentes veraces con las que la autora, además de ironizar sobre cómo el capitalismo puede conseguir liquidar la democracia para asegurar su supervivencia, desmonta una crisis y sus hechos más relevantes: los recortes sociales, el desmantelamiento del estado de bienestar, la proliferación de los paraísos fiscales, la multiplicación de productos financieros, la concentración de recursos en manos de las clases dirigentes. Se trata de un retrato sarcástico, y a la vez detallado, de la situación actual que atraviesan las democracias ante los desaciertos de la banca los organismos internacionales y los gobiernos.
Susan George, considerada por algunos una ideóloga de vanguardia, es autora, entre otros de los libros How the other half ladies: the real reason for world hunger (Penguin, 1976), Otro mundo es posible si… (Fundación Intermon Oxfam, Icaria, 2007) y Sus crisis, nuestras soluciones (2011), además de El informe Lugano (2001), que en España lleva vendidas 14 ediciones. También es presidenta del capítulo francés de Asociación para la Tasación de las Transacciones Finacieras y ayuda a la Ciudadanía.
- En El Informe Lugano II hace usted especial énfasis en el coste político y social de la crisis al profundizar las diferencias sociales. ¿Podría ser éste el hilo más delgado por el que reviente la base de una democracia?
-No son sólo las desigualdades sociales. El empleo tiene mucho que ver pero también las leyes y la orientación que éstas tengan no sólo para proteger y promover qué es lo mejor para el mayor número de personas. Sin duda, las desigualdades sociales han aumentado en estos últimos 35 años, pero se han acentuado más en esta última década. El número de personas que disponen de un cierto bienestar se reduce, mientras los que más poseen se fortalecen en un sector muy pequeño.
-En el libro, usted defiende la tesis de que a más gasto público en inversión social, mayor desarrollo, productividad y eficiencia para las sociedades. ¿Qué podemos pensar entonces de las políticas de austeridad?
-Hay una ley descubierta por los economistas en los ochenta, la Ley de Wagner, que muestra una y otra vez, que hay una cercana relación entre el grado de crecimiento de una economía y el gasto público. Y eso se nota en todos los niveles de gobierno: local, regional y estatal. A mayor gasto público, mejor desarrollo. Quienes más invierten son los escandinavos y son los que tienen mejores resultados en todos los índices de desarrollo humano. Es algo que está más que comprobado. Los recortes y ajustes no funcionan.
-En este ensayo es usted muy crítica con la figura de los banqueros, y ex banqueros, convertidos en políticos y su incursión en los aparatos de Gobierno.
-Los banqueros no tienen por qué entrar abiertamente en política, ya que cuentan con lobbies muy efectivos (como el que actualmente opera en el seno de la Unión Europea). Hay un lobby financiero que está consiguiendo enormes ventajas de la Comisión Europea y del resto de instituciones. De hecho la opinión de estos banqueros se está teniendo en cuenta para elaborar las leyes, de la misma manera que sucede en Estados Unidos. Eso lo hicieron a los finales de los noventa, desde entonces, se incrementa cada vez más el poder de la banca en la creación de leyes y políticas públicas.
-Los tecnócratas tampoco son muy bien vistos por usted.
- Son neoliberales, aunque se llamen tecnócratas, el punto de vista ideológico que defienden es éste. Si bien en principio la denominación de “tecnócratas” no tiene por qué ser sinónimo de “neoliberalismo” sino que depende de lo que hagan en la práctica, no se puede negar que se trata de un criterio ideológico que influye, y mucho.
-¿Se han visto más afectadas, políticamente, las democracias que han depositado sus estrategias en los tecnócratas?
-No necesariamente, depende de lo que hagan. Claramente, por ejemplo, los italianos han demostrado no tener mucha confianza en Mario Monti y prefieren depositar su confianza en Pepe Grillo. Sin embargo, y en eso insisto, no hay que perder de vista que la tecnocracia se sustenta en un principio ideológico neoliberal.
-¿Qué significa políticamente el caso italiano?
-Es la demostración del hartazgo de los políticos. Está presente la idea de que todos roban, cuando eso no es necesariamente cierto. No todos los políticos roban; es muy peligroso ese discurso. Los políticos son importantes en las democracias y es ese tipo de malestar el que alienta, por ejemplo, que un personaje como Berlusconi haya revivido.
-Menciona usted en su ensayo, el crecimiento y avance de partidos de derecha e incluso extrema derecha como el Tea Party, ¿qué significa ese auge?
- Es el resultado de un esfuerzo concentrado de décadas. Durante los últimos años de la era Reagan y Thatcher se desarrollan una serie de “centros de pensamiento” que a través de los medios de comunicación, fundaciones y publicaciones de toda índole, y estando muy bien financiados, consiguieron que ideológicamente se implantara la alteración de las esferas. El objetivo no era sino que hubiera una única ideología (la neoliberal) sobre la base de que la política no tiene importancia, sino que lo relevante es el mercado. Eso demuestra claramente el predominio de una ideología no democrática, porque el neoliberalismo tiende no a corregir o a arreglar los desperfectos, por ejemplo, de una casa que tiene deficiencias, sino que decide derrumbar la casa por completo.
-En las crisis, el enfermo se muere o se cura. Tomando a la democracia como el enfermo, ¿qué podemos esperar?
-No puedo decirle. Yo espero que la gente sea consciente de la batalla que hay que dar por la democracia.
- Es usted tremendamente crítica con la Unión Europea, llega incluso a tacharla de dictatorial.
-En Europa se ha dado un desmantelamiento de las estructuras democráticas se en base a tres principios: sigiloso, secreto y súbito (SSS). No hay un tiempo real y verdadero para el debate. En 2005 es cuando más explícito se hace. Los franceses y los holandeses votaron contra la constitución. La ley dice que si un solo estado vota en contra, hay que replantearlo. En lugar de hacer una propuesta totalmente distinta y abrir el debate, hicieron el Tratado de Lisboa, que era exactamente lo mismo que la Constitución. Los irlandeses votaron no. Pero les enviaron a Barroso para presionar. Finalmente se terminó sacando adelante un texto que daba mucho más poder a Bruselas por encima de la soberanía de los Estados, ejercido además a través de instituciones que no han sido democráticamente elegidas. Es especialmente relevante el poder de la Comisión Europea, que casi convierte la estructura de la Unión en una “dictadura”.
-¿Qué impresión le produce la situación de la democracia en España?
-No conozco del todo la realidad española, pero hay signos de que las cosas no pintan bien. El tiempo que he estado aquí he conversado con muchas personas y he oído cosas como el incremento, a través de leyes, del poder de la policía, que no sólo puede tomarse ahora un montón de nuevas libertades, sino que está legalmente más protegida. Sólo por “tocar” a un policía, puedes ser condenado a dos años de prisión. El tema, por ejemplo, de los desahucios: si estás en bancarrota evidentemente no puedes seguir pagando la hipoteca, pero en España la deuda continúa vigente aunque te quiten la casa. Se castiga dos veces por el mismo delito, que es un principio anticonstitucional. La democracia es frágil, no es algo que te dan y permanece intacto. Es algo por lo que la gente debe trabajar directa e indirectamente. La democracia necesita trabajo duro.